SUN-AEE
MÉXICO, DF.- No es una casualidad que la guitarra predomine en la música de Diego Torres. Tampoco que el cantante argentino haya llenado hasta la fila más alta del Auditorio Nacional. Y tampoco que los diez mil espectadores hayan bailado para ?quitarse los miedos, sacarlos afuera, pintarse la cara color esperanza, saber que se puede querer que se pueda?.
Torres tuvo razón cuando, antes de Cantar Hasta Morir, dijo que México y Argentina no sólo hablan el mismo idioma, sino que son la misma gente.
Eso explica a la rubia argentina bailando junto a la mexicana de cabellera larga y oscura. Ambas listas para burlar la vigilancia, correr al escenario y entregarle a Diego una flor envuelta en celofán.
Por supuesto, también hay diferencias. ?Acá, claro, es un país con gente muy educada, todo es ?por favor?. Allá cuando mucho te dan una patada y listo?.
Pero aquí y en Argentina cualquiera sonríe al mirar que Torres aparece con una peluca afro y bailando música disco, mientras Miguelius hace sampleos con la pura garganta.
?¿Qué nos pasa? ¿Estamos todos locos? ¿A dónde vamos a parar con este vértigo? Es tan lindo bailar lento; no sé cómo le hacen ahora para conquistar a una chica?, dijo Torres mientras se quitaba la peluca.
Enseguida se dirigió a los chelos y los violines: ?A ver, cuerdas, un poco de cordura?. Y los músicos respondieron con la quinta sinfonía de Beethoven. ?Claro, si yo sabía que había otro mundo?, dijo el cantante argentino.
Para entonces ya habían pasado dos horas de concierto, la argentina y la mexicana habían logrado no sólo entregarle su rosa sino besarlo en las mejillas.
Y ambas se derritieron cuando vieron que Kalimba apareció para cantar el coro de La Última Noche: ?Ay de mí es la última noche que voy a sufrir este maldito amor?.
El aplauso final duró varios minutos para demostrar que no fue una casualidad: que la guitarra es el ritmo de los latinos, el amor y la esperanza son los anhelos y que se demuestran bailando igual en argentino que en mexicano.