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Difamación

Sergio Sarmiento

“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa sino en caso de que ataque... los derechos de tercero”.

Constitución, artículo sexto

Durante años he rechazado la creación de nuevas instituciones de censura en el Estado mexicano, como pudiera ser un “consejo de comunicación social” que tuviera la facultad de juzgar lo que difunden los medios impresos o electrónicos. Pero esto no significa que los periodistas o los medios deban poder publicar cualquier cosa que se les antoje. La limitación no la debe imponer una institución inquisidora del Estado sino las personas cuyos derechos se vean afectados. Por eso es importante que México cuente con una buena legislación de difamación y calumnia que permita castigar, a través de los tribunales, a aquellos que difundan información falsa y difamatoria. No me extraña que la señora Marta Sahagún de Fox esté comenzando un juicio civil por “daño moral” en contra de la escritora Olga Wornat. Tampoco me sorprende que lo haga Enrique Gómez Orozco, director general del periódico a.m. de León. Mucha de la información que la autora publica en Crónicas malditas parece ser falsa y difamatoria. Por eso se entiende la reacción de Gómez Orozco, quien publicó un desplegado titulado “Olga Wornat: usted miente” y en el cual señala: “El mayor y el único patrimonio real de un periodista es su vocación de verdad, su crédito público y su trayectoria. Usted pretende despojarme de ellos; no sé por qué. No lo logrará”.

Quien haya leído el libro, o por lo menos algunos fragmentos, se dará cuenta que la autora no tiene interés en ofrecer una visión equilibrada o siquiera realista de los temas que trata. El problema no es que no revele sus fuentes: es práctica común en el periodismo proteger a las fuentes que pudieran ser objeto de represalias. Pero Wornat no sólo ofrece un libro compuesto casi completamente por fuentes confidenciales, sino que no hace ningún intento por comprobar la información que recibe. Cualquier chisme es válido para ella siempre y cuando ponga en tela de juicio la honestidad de los personajes que tratan.

Si esas fuentes realmente existen, deben ser omnipresentes. Sólo así se explica que den detalles de los momentos más privados de sus protagonistas. ¿Podemos realmente creer que la señora Sahagún diga a quien quiera escucharla “gastemos que el pueblo paga”?

Y, sin embargo, ésa es la cita que Wornat nos presenta como textual. En una entrevista con la señora Wornat ella explicó que presenta la información como si estuviera presente en las conversaciones privadas de sus personajes porque es seguidora de la escuela del “nuevo periodismo”. Pero Truman Capote, quien con A sangre fría lanzó esta corriente y sus seguidores como Norman Mailer y Tom Wolfe realizaban un trabajo meticuloso de investigación para asegurar que la incorporación de las técnicas de la literatura al periodismo fuera justa y, sobre todo, verídica.

Las Crónicas malditas de la señora Wornat no se acercan siquiera a la verosimilitud. Es tal el odio que la autora muestra por sus personajes, tal su acumulación de adjetivos despectivos, que más que en el género del nuevo periodismo su trabajo cae en el del libelo. Lo más triste de todo es que hay acusaciones en el libro de Wornat que deberían ser investigadas pero pierden credibilidad por encontrarse en un trabajo de tan mala factura.

¿Cuáles son, por ejemplo, las ventajas reales que los hijos de Marta Sahagún pueden haber obtenido de la posición de su madre? La propia Wornat se refiere a los artículos de Sara Silver publicados en el Financial Times que revelaron lo poco que gasta la Fundación Vamos México en la ayuda a los más necesitados. Pero ese trabajo tenía en investigación lo que al de Wornat le sobra en adjetivos. Wornat ha obtenido con el escándalo ventas elevadas para su libro.

Pero quizá nuestro país podría conseguir algo más valioso: el impulso para construir un sistema sensato de derechos y obligaciones en los medios. Este episodio reitera la necesidad de contar con una legislación adecuada sobre difamación y calumnia para que los afectados puedan defenderse de los medios sin que el Estado caiga en la tentación de revertir a las prácticas de censura.

En esa legislación la verdad de lo que se escribe o se difunde debe ser el criterio fundamental para definir si se ha difamado o calumniado.

CIVIL O PENAL

Sahagún ha escogido demandar a Wornat por daño moral acogiéndose al artículo 1916 del código civil del Distrito Federal. El artículo tiene mucho de vago e insatisfactorio, en parte porque no define qué es daño moral. El Código Penal Federal, en su artículo 350 sobre difamación, ofrece otra vía, pero por ser delito no grave su pena corporal es conmutable por fianza y la monetaria es de un máximo de 300 pesos.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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