En Estados Unidos se les empezó a denominar “Dinkis” a aquellas parejas de 25 y 35 años, casadas o simplemente viviendo vida en común, pero que tienen como rasgo específico no desear tener hijos y disfrutar de un alto nivel adquisitivo derivado de tener dos ingresos.
La palabrita de marras surge del inglés “Double Income No Kids” (salario doble sin hijos)- y se está implantando a pasos agigantados en otros países occidentales.
Por ejemplo, según una investigación difundida por la multinacional de investigación social Millward Brown, en España ya existen ochocientas mil parejas de este tipo, principalmente en Madrid y Barcelona. Se trata de parejas jóvenes que deciden no tener hijos para disfrutar de un estilo de vida que se caracteriza por su independencia, hedonismo, individualismo, narcisismo, despreocupación por los demás, dinamismo laboral, social, deportivo y artístico, espontaneidad para hacer relaciones públicas la mayoría de las veces efímeras y alto poder económico.
Frente a la familia tradicional, los “dinkis”, consumen más tecnología y cultura, navegan el doble por Internet, viajan más y rinden culto al cuerpo, con lo que “dinki” podríamos decir que es simplemente la conjunción de dos “metrosexuales” “yupies”.
Se puede mantener una etapa “dinki” antes de tener un hijo y convertirse en una familia tradicional, o bien convertirse en una forma de vivir permanente; generalmente cambiando de pareja, cuando la ocasional ya no llama la atención; ahora bien ese cambio de pareja se da “civilizadamente”, sin grandes traumas ni rencores. Para más de un neoliberal consumista este nuevo colectivo posmoderno puede convertirse en el ideal a alcanzar, debido al enorme poder adquisitivo que despliega: compra el doble de libros y música que los matrimonios con hijos, viajan un 78 por ciento más que el resto de la población y están a la búsqueda constante de lugares y placeres nuevos.
Por ejemplo en cuanto a la gastronomía, han probado la comida exótica el doble de veces que el resto de la ciudadanía. Asimismo son los primeros usuarios de nuevas tecnologías, ya que navegan y compran en Internet dos veces más que el resto de la población. Sus hogares son minimalistas, abiertos, luminosos, con muebles funcionales y equipamientos deportivos, lo que es un reflejo de la concepción de la caducidad de la pareja.
Otra moda posmoderna muy relacionada a la anterior es la de los “Ind-Life”: es decir solteros que no tienen en mente vivir vida en común con nadie y que por lo mismo muestran un comportamiento consumista más activo, sobre todo en alimentación sofisticada o gourmet, productos para el cuidado personal, viajes y componentes electrónicos.
El enorme problema final, es que estos individualistas intrascendentes aunque muy consumistas y eficientes laboral y socialmente, viven con un grado de insatisfacción profundo mucho más recurrente que el del resto de los mortales, con parámetros estadísticos también superiores en temas como lo es la evasión a través del alcohol o la droga, las visitas a los psiquiatras por sentimientos de frustración, o incluso las tentativas de suicidio.