Que no me acompaña a una presentación más, que él no es ningún Querubín, y que le haga como quiera; me dijo el señor con quien me casé, cuando el domingo pasado osé despertarlo a las siete de la madrugada para que me acompañara a Pachuca, donde invitada por la Universidad Autónoma de Hidalgo debía presentarme a las doce a dar una charla.
Cuando mi señor se pone en ese plan; tengo que darle la razón a Cotilla quien aconseja: “sirvientas de planta y maridos de entrada por salida, eso es lo que hay que tener”. No te preocupes -le dije, tú quédate dormidito, yo ya veré cómo le hago para encontrar la carretera a Hidalgo, total si me pierdo y llego a Guadalajara, pues conque me regrese ya está.
Si algo me pasa siempre puedo pedir ayuda en la carretera, y si el accidente fuera fatal, porque ya sabes que soy muy distraída, en ese caso no ha de faltar quien te avise; dicen que las malas noticias llegan muy pronto. Además que yo sepa, en Pachuca no hay secuestradores ni delincuentes ni nada, así que tú tranquilo.
Y el señor sin responderme siquiera, siguió durmiendo hasta que lo despertó el tremendo estrépito que hizo mi camioneta cuando al sacarla de la cochera en reversa -distraída como soy- la incrusté contra las portezuelas del auto de mi vecina de enfrente.
-¡Espérame! ¡No te muevas! En diez minutos estoy listo y nos vamos- gritó muy descompuesto mi señor desde una ventana. ¡Oh Dios! ¿Por qué me haces esto? ¿No hubiera sido mejor que me mandaras un marido más facilito?
Me comuniqué con el agente de seguros para que atendiera el auto de mi vecina, y entre prisas y malos modos mi señor y yo partimos a Pachuca, donde después de tomar café con pastes -sabrosísimas empanadas típicas de la región- recuperamos los buenos modos y atemperamos el humor.
Después de cumplir el amable compromiso de charlar con los jóvenes; la tarde provinciana y tranquila rindió todavía para pasear por la feria del libro, caminar por el centro de la ciudad, visitar el mercado de artesanías, y comer platicado y sin prisas.
Relajados y contentos emprendimos el regreso y dos horas más tarde, atrapados en el intenso tráfico del periférico, mi señor y yo estábamos litigando de nuevo.
No cabe duda que en el matrimonio las únicas cosas que interesan son la conquista y la ruptura, todo lo demás es relleno. Ya andaba el lunes mi humor muy brumoso cuando además me entero por las noticias de que la Suprema Corte de Justicia niega a los ciudadanos el derecho a ser votados sin el aval de un partido político.
Lo que es a mí, Jorge Castañeda ni fu ni fa; pero y si usted o yo podemos hacerlo mucho mejor que los impresentables candidatos que nos están proponiendo ¿por qué no?, ¿a ver? Recuerdo que ante la imposición del “tapado” papá votaba por Cantinflas.
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