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Divagaciones de la manzana/¿Alianzas?

Martha Chapa

En las elecciones de 2006, como ha ocurrido en nuestro pasado, con seguridad los partidos: PRI, PRD y PAN, acapararán la mayoría de los votos de la ciudadanía. Por ello no se entiende su lógica de aliarse con otros, aunque en esta ocasión la votación será más competida y que los porcentajes casi se igualen.

Con esa perspectiva nos preguntamos: ¿qué tanta votación representarán, ya no digamos los nuevos partidos, sino los llamados “partidos satélite” que ya tienen registro desde hace algunos años y han aparecido en las boletas electorales?, ¿qué tan necesaria y conveniente fue la alianza que establecieron los partidos grandes con esas fuerzas minoritarias? y, en función de la percepción ciudadana, ¿en qué medida les habrá convenido esa decisión a los grandes partidos?

Empecemos por decir que la representación que tienen en las cámaras partidos como el Del Trabajo, Convergencia o el Verde, en realidad se la deben a las alianzas que han pactado, pues de lo contrario algunos de ellos ya no existirían, ya que no habrían sido capaces de subsistir por cuenta propia.

Por tanto, consideramos que los partidos que decidieron unirse a estas fuerzas inferiores se verán afectados por la pérdida de posiciones en el Legislativo. Al parecer, los grandes partidos olvidan que incluso, como se ha registrado en momentos cruciales, los pequeños aliados han llegado a votar en contra de sus benefactores políticos coyunturales. Y eso que con frecuencia al otorgarse candidaturas externas, producto de la negociación con los pequeños, se producen conflictos porque la militancia y los cuadros profesionales se ven desplazados de las candidaturas comprometidas en tales cambalaches.

Visto así, ha sido erróneo para las fuerzas políticas cooptar a otras de menor influencia, dado que es mínimo lo que obtienen en votos; en cambio, la factura política que pagan cediendo posiciones es muy alta y, por ende, desproporcionada. Y si por conjuntar recursos económicos, éstos siempre son insuficientes, por lo que todos tienen que acudir a patrocinios de poderosos grupos, los que a cambio pretenden obtener protección para sus intereses. Así pues, con esos matices y agravantes, parecería que los grandes partidos fundamentan sus alianzas con el despropósito de parecer más fuertes, lo cual tampoco es cierto, pues ya sabemos que esas pequeñas agrupaciones ni siquiera representan a minorías. Peor aún, han incurrido en escandalosos conflictos e incongruencias ideológicas, de tal manera que a la vista de los ciudadanos y ciudadanas están tan desprestigiados que ni siquiera en función de la imagen cosecharían buenos frutos para las grandes fuerzas políticas. Así, casi nadie puede creer que Convergencia y Del Trabajo sean de izquierda y por eso se unen al PRD y viceversa, como tampoco resulta verosímil que la asociación del PRI con el Verde tenga como propósito lograr las reformas que el país necesita, peor aún después que el supuesto ecologista anduvo coqueteando con todos. Paradójicamente, quien entendió más estas señales de la sociedad fue el PAN, aun cuando también se evidenció su desliz con los verdes, en un intento de alianza que finalmente se frustró.

Y casi nada hay que decir de las nuevas organizaciones políticas que por vez primera aparecerán en las boletas electorales, las cuales de entrada no pueden celebrar alianzas, y por si fuera poco se están deshaciendo entre pleitos e indecisiones.

Luego entonces, como se diría en los terrenos de la lógica, las alianzas partidistas no dejan de ser simulaciones y pueden costarle mucho a “los grandes”, en la justa y exacta proporción de la inutilidad y desprestigio de “los pequeños”.

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