Difícilmente puedo permitirme la osadía de escribir algunas líneas en torno de un trabajo literario que, lleno de sugerentes imágenes y sobre todo pletórico de sentimientos que de alguna manera he motivado y compartido, me convierte sin yo pedirlo en la esencia misma de lo que las inmediaciones del delirio reflejan con la fina poesía y el talento singular Alejandro Ordorica.
A pesar de mi resistencia -no por falsa modestia, sino por respeto a la intimidad literaria- la insistencia de quienes me invitan a expresar mi pensamiento sobre el tema me obliga a dar una opinión y construir algunas ideas sobre la estética y la emoción que en mi yo íntimo ha provocado este homenaje a las manzanas que han sido mi espíritu, mi tema y que han hecho volar mi imaginación y mis pinceles en la búsqueda de lo infinito, de ese tiempo sin tiempo.
Para mí, la manzana encierra misterios que nacen con la misma existencia humana y que recorren el largo trecho del desarrollo humano como una constante, donde la dicotomía del bien y el mal participa en un juego dialéctico que, al construir síntesis, va afirmando el sentido universal de la superación constante de nuestro género.
Por eso, porque es un poco como reflejar en el espejo de la poesía el leitmotiv de mi existencia y aun cuando el ego de los artistas crece exponencialmente en proporción directa a su éxito, no tengo en esta ocasión otra alternativa que cubrirme con la túnica de la humildad, pues más allá de las circunstancias temporales de la frivolidad y la publicidad se esconden en los insondables abismos del alma los vericuetos de los sentimientos más subjetivos y profundos. No es fácil por ello hacer que emerja de mi subconsciente la ráfaga huracanada que da impulso a la vida misma, que tiene que ver con el amor, con la intimidad, valores que no se pueden expresar pues la capa que los cubre está inmersa en lo más profundo del sentimiento, en la parte delicada y propia del secreto del vivir.
Y el misterio del amor es tan complejo que nadie sabe -ni siquiera los involucrados- qué puede recorrer. Es como un río caudaloso que tiene la capacidad de fluir por diferentes afluente, pero siempre habrá de desembocar en ese mar maravilloso que es indefinido porque rebasa los parámetros humanos del tiempo y el espacio.
La poesía de Alejandro Ordorica está construida en un andamiaje de peldaños y ladrillos cuyo material es la abstracción misma del amor, por eso es indescifrable para aquellos que no han encontrado la llave que abre las puertas de un infinito desconocido en el que sólo navegan quienes impulsan su barca con los vientos del ideal.
Los colores y la tersura de la manzana son paradigmas de libertad, de un canto que recoge Pablo Neruda y que tiene la carga emociona de ser pecado y al mismo tiempo esperanza. Los más encontrados sentimientos e impresiones son parte de esa manzana mítica que prevalece sobre el destino humano como lo prohibido y lo que se quiere. Manzana es humanidad, con todos su destellos, con todas sus carencias, con todas sus noblezas. Lo generoso y lo sombrío forman los colores mágicos de la manzana.
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