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Divagaciones de la manzana/La utópica posibilidad del perredismo en el poder

Martha Chapa

Desde que Cuauhtémoc Cárdenas encabezó la Corriente Democrática, las fuerzas tradicionales de la izquierda —incluso las más ortodoxas, como los viejos comunistas— han venido formando coaliciones y frentes con éxito en distintas elecciones, a pesar de su falta de cohesión, ya que en el interior del PRD coexisten fuerzas disímbolas y aun encontradas.

Cuauhtémoc Cárdenas logró el milagro de postularse como candidato a la Presidencia y es probable que haya ganado las elecciones contra Salinas de Gortari. Aunque no se consolidó en este escenario, se convirtió en el primer jefe de Gobierno electo por voto universal y directo, y el PRD se apuntaló como la tercera fuerza electoral.

La fuerza del líder moral perredista impuso a Rosario Robles para sustituirlo como jefe de Gobierno, mientras él volvía a postularse. A pesar de la nueva derrota presidencial (que se veía venir), Cárdenas impuso como señor de horca y cuchillo la candidatura de López Obrador a la Jefatura de Gobierno del DF, a pesar de que el macuspanense no reunía los requisitos legales para competir, ya que de acuerdo con su credencial de elector radicaba en el Estado de Tabasco. A pesar de todos los pesares, de todas las protestas, la voluntad del máximo jefe del partido inclinó la balanza y así inició la construcción de su propio Frankenstein.

Ya en poder de la Ciudad de México, frente a los errores del Gobierno Federal y siendo mejor en la comparativa que el presidente Fox, López Obrador se lanzó contra viento y marea a perseguir su candidatura —por cierto popular— y para ello ha realizado una obra de Gobierno con tinte social y ha planteado a la sociedad mexicana “Un proyecto alternativo de nación”, que fundamentalmente cuestiona el modelo neoliberal y globalizador que hoy nos oprime.

Sin embargo, en el escenario probable de que llegara a la Presidencia, podrían repetirse los ataques abiertos y encubiertos del imperio, como los que sufrió injustamente el pueblo chileno, mismos que lo postraron en la crisis económica y lo hicieron sucumbir a la dictadura militar del nefasto Pinochet, sátrapa impuesto por la siniestra CIA que afortunadamente aún vive para ser juzgado por las leyes de su nación.

Estados Unidos y sus fuerzas hegemónicas nunca podrán tolerar en su frontera a un personaje cuyos rasgos psicológicos se acercan más a Hugo Chávez que a Lula. Por ello el destino de López Obrador y de su partido se presenta difícil, pues todas las fuerzas de la derecha nacional e internacional —empezando por los medios de comunicación— lo cuestionarán y lo harán víctima de “complós” reales o imaginarios. López Obrador se ha colgado de su buen humor y ahora de la acción de un grupo de ciudadanos que pretende secuestrar al PRD como hace seis años lo hiciera Vicente Fox con el PAN.

Por todo lo anterior, la Presidencia de López Obrador es una utopía, ya que tiene enemigos o adversarios fuera del país, en el Gobierno Federal y particularmente en su propio partido, donde todavía dicta las normas y formas la vieja voz caciquil de Cuauhtémoc Cárdenas. Por otra parte, éste no ceja en su vieja ambición (renovada cuando Lula le levantó la mano en Brasil y le dio un soplo de esperanza) y cree que puede ser candidato, lo que es posible. Lo imposible es que gane la elección, pues los votos que tuvo en el pasado ya no se repetirán y el PRD se convertiría en un partido con menos influencia y presencia en el escenario nacional.

Por estas consideraciones creemos que es difícil y utópica la Presidencia perredista, a pesar de que sólo ésta impulsaría una vía distinta en el horizonte hoy oscuro del destino nacional.

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