“Un partido político es la locura de muchos en beneficio de unos pocos”.
Alexander Pope
La renuncia de Tatiana Clouthier al PAN no significa, por supuesto, que se aproxime una desbandada en el interior del partido. Pero el apellido de esta diputada pesa demasiado en la mitología de Acción Nacional como para simplemente menospreciar la renuncia como lo ha hecho el nuevo presidente del comité ejecutivo nacional, Manuel Espino.
La última gran escisión del PAN tuvo lugar en 1992, cuando el llamado Foro Democrático dejó el partido, entonces encabezado por don Luis H. Álvarez, por haber tenido acuerdos con el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Varios militantes destacados dejaron el partido en ese momento. Entre ellos se contaban Jesús González Schmal, quien después fue oficial mayor de Cuauhtémoc Cárdenas en el Gobierno del Distrito Federal y que ahora es diputado por Convergencia y Bernardo Bátiz, el actual procurador de justicia del Distrito Federal.
Hasta ahora la separación de Tatiana Clouthier no representa un golpe tan fuerte para el PAN como el que representó la salida de los miembros del Foro Democrático. Pero el nombre Clouthier en el PAN es casi tan mágico como el de Cárdenas en el PRD (al parecer más que el de Gómez Morín; nadie prestó atención a la salida de Juan Manuel Gómez Morín del PAN por la postulación de Rubén Mendoza Ayala como candidato en el Estado de México).
Hasta hace poco tiempo el propio presidente Fox recordaba constantemente que su lanzamiento en política fue obra del impulso del Maquío, Manuel Clouthier, padre de Tatiana. Una de las hermanas de ésta, Rebeca, es presidenta del PAN en el estado de Nuevo León. Otra, Lorena, es esposa de Heriberto Félix Guerra, el candidato al Gobierno de Sinaloa que el año pasado casi logró la hombrada de derrotar al PRI en ese estado.
La insatisfacción con la elección de Manuel Espino como presidente del partido no se limita, por supuesto, a la diputada Clouthier. Muchos panistas se han sentido traicionados por lo que ven como el arribo de un extremista a la presidencia del partido. Inmediatamente después de la elección interna en la que Espino ganó inesperadamente en una votación de delegados al senador Carlos Medina Plascencia, Juan Ignacio Zavala, hasta hace algunas semanas vocero oficial del partido, escribió un amargo artículo periodístico en que ponía en duda el futuro del PAN bajo el mando de Espino.
Germán Martínez Cázares, el joven vicecoordinador de los diputados del PAN, ha cuestionado también duramente a Espino.
Muchos panistas importantes que se opusieron a la elección de Espino están convencidos, sin embargo, de que es relevante mantener la lucha por “un PAN humanista” o por un PAN moderado dentro del seno del propio partido. Luis H. Álvarez es uno de ellos. De hecho, fuera de la diputada Clouthier ningún otro panista de peso ha hablado hasta ahora de la posibilidad de dejar Acción Nacional.
El que una elección a la presidencia de un partido deje decepciones es inevitable. Recordemos simplemente las heridas que quedaron en el PRI tras la elección de Roberto Madrazo como presidente de su partido y las del PRD luego de que primero Amalia García y después Rosario Robles fueron electas también como presidentas. Pero en esos partidos los nuevos dirigentes iniciaron de inmediato esfuerzos para resolver las diferencias internas y restablecer la unidad. Este esfuerzo, según se quejan algunos panistas, ha estado ausente en los primeros días de gestión de Espino.
El triunfo de Espino en la elección para la presidencia del PAN ha sido interpretado como una victoria del presidente Fox y de su aparente delfín, Santiago Creel, frente a las aspiraciones presidenciales de Felipe Calderón y Francisco Barrio. Es difícil saber si esta visión es correcta, pero si la es Creel tiene la obligación de acercarse a los principales miembros de su partido para asegurarles que habrá una contienda justa por la candidatura presidencial.
Después de todo, el peor problema que podría enfrentar Creel como candidato presidencial en 2006 sería tener detrás de él a un PAN dividido. Todo parece indicar que la elección presidencial de 2006 se definirá por un margen muy estrecho.
Cualquier partido que llegue a la contienda con una división interna reducirá de manera fundamental sus posibilidades de triunfo. Por eso, el principal trabajo de los panistas en este momento debe ser el de reconstruir esa unidad que el partido había mantenido en buena medida desde 1992.
¿DEJAR LA CURUL?
La vieja pregunta se vuelve a presentar. Si un legislador ha sido electo más que por su persona porque pertenece a un partido político, ¿no debería dejar la curul al abandonar al partido que lo postuló? Hay buenas razones para pensar que sí, pero ninguno lo hace.
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