Preocupante, más que fácil u oronda es la situación del proceso democrático interno para elegir candidato a la gubernatura de Coahuila en el Partido Revolucionario Institucional. La dirigencia política estatal y los comisionados para el evento electoral consideran que el sifuentismo intentará reventar sus elecciones del próximo domingo 17. En la realidad Raúl Sifuentes lleva casi un mes atizando con medios judiciales la mecha del estallido, sin que nadie en Coahuila ni en el Distrito Federal nos llame a cordura.
Al mismo tiempo el inefable delegado del PRI -siempre salta uno en la sopa- afirma que el partido desea privilegiar el método democrático en la elección del candidato a gobernador, mas advierte que cualquier violencia no sólo va a ser castigada severamente, también provocaría la cancelación de los comicios internos dando lugar a la consecuente designación de un candidato “de unidad” por el Comité Ejecutivo Nacional. ¿Cuál de todos sería éste?… ¿Lo van a pensar en el último momento o lo anulación del proceso podría ser un plan con maña diseñado desde el principio?…
En el PRI local acaecieron dos hechos no esperados que llamaron a suspicacia: 1) la inscripción a último momento del licenciado Heriberto Ramos Salas como aspirante a candidato y 2) el concomitante desánimo hacia a su propia participación por parte de Miguel Arizpe Jiménez.
Miguel Arizpe y Heriberto Ramos aparecieron como “utilities” de baja intensidad pero de eventual aprovechamiento electoral: al primero se le ponderaba como circunstancial carta de triunfo del gobernador (por un se ofrezca) mientras que el político lagunero iba a saltar al cuarto para las doce desde la bolsa secreta del pantalón de Roberto Madrazo...
¿Nos preguntamos, en esas fechas, qué hizo a Miguel Arizpe aceptar un papel discreto, dos o tres pasos atrás de Humberto Moreira, Jesús María Ramón, Javier Guerrero García, Raúl Sifuentes Guerrero y Alejandro Gutiérrez y Gutiérrez? No era una posición cómoda.
Su éxito parecía supeditarse al fracaso de los primeros tres aspirantes, lo cual no se veía factible entonces y menos hoy. Luego el CEN del PRI alumbraría al ex alcalde de Torreón que llegó con el relativo sigilo que tiene la política a cumplir la voluntad del jefe del partido.
Fue cuando Miguel Arizpe dijo: “aquí me bajo” y con la prudencia que se le reconoce, soltó su vagón del inestable convoy que ya amenazaba descarrilar por los coletazos de los dos últimos vagones ganchados en su retaguardia; mas no descendió Miguel en despoblado, sino en Saltillo, frente a la Presidencia Municipal, donde otrora desempeñó un papel más que decoroso. A un tiempo el actual líder del Congreso estatal, Abraham Cepeda, se descartaría de competir por la alcaldía, al reconocer que las encuestas no le eran venturosas, pero enterado quizá de que, a la vuelta de una hoja del calendario, va a tener un mejor destino, si bien asaz, breve.
Que el PRI cancele el proceso interno o elija libremente a su candidato depende ahora de Raúl Sifuentes y de los cuatro aspirantes registrados. Desde la contra Sifuentes ha mantenido en jaque al PRI entero y su nombre no ha desaparecido de las primeras planas y sigue siendo cabeza de noticiarios. Por eso mismo mucha gente piensa que debería aprovechar ese capital político al reflexionar en su conducta futura. Su actual proceder ha despertado suspicacias y temor entre la sociedad.
Empecinado en concursar por el puesto de gobernador olvida que la baraja de alternativas electorales no se agota en esa competencia: hay senadurías y diputaciones federales, hay presidencias municipales, hay curules locales; oportunidades políticas para las cuales no existe el requisito previo que lo excluyó de la carrera por la gubernatura.
Además. por su evidente juventud, siempre tendrá tiempo de construirse una carrera política afortunada. Reaccionar con las vísceras no es la mejor, ni la más recomendable actitud. Inteligencia, paciencia y prudencia resultan más efectivas y convenientes: ¿por qué no intentarlo con toda tranquilidad?
El PRI, por su parte, debe cuidar y defender el proceso democrático interno, sin ceder ante los amagos. El hecho de que las circunstancias se acomoden para la extrema designación de un candidato de unidad, tampoco le debe hacer renunciar a las ventajas que una elección democrática tiene sobre otros recursos. Si los militantes del PRI perciben que fueron víctimas de una trampa, dicho partido arriesgará su triunfo en los comicios constitucionales. Y eso lo saben y lo esperan, el PAN, Jorge Zermeño y José Antonio García Villa.