nacieron dos más. Pero el acontecimiento no fue, en general, feliz. Por un lado porque con estos nacimientos ya suman ocho y a todos hay que mantenerlos; y por otro, nacimientos recientes de su misma estirpe fueron un fiasco y un fraude. Sí, el jueves pasado nacieron dos partidos políticos más.
Uno se llama Alternativa Socialdemócrata y Campesina y el otro Nueva Alianza. Para uno los antecedentes son las luchas democráticas desde distintas trincheras, luchas añejas por la equidad de género, por el respeto a la diversidad, por hacer viable otro México. Para el otro los antecedentes son el sindicato magisterial y el liderazgo de la maestra Elba Esther Gordillo.
Con estos dos nuevos integrantes son ocho los partidos políticos que contenderán en las elecciones federales de febrero de 2006: Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD), Verde Ecologista de México (PVEM), del Trabajo (PT), Convergencia, Nueva Alianza, y Alternativa Socialdemócrata y Campesina.
Los ocho competirán en el proceso para elegir presidente de la República, diputados y senadores. Pero siendo realistas, el próximo presidente saldrá de las filas de alguno de los tres grandes partidos. Corrección: de los tres partidos con más número de afiliados (digo, para no confundir la simple mayoría numérica con grandeza): PAN, PRI o PRD. Otros tres partidos: PVEM, PT y Convergencia tejerán alianzas con alguno de los anteriores a cambio, claro, de beneficios políticos. Los dos nuevos partidos aspiran a conseguir al menos dos por ciento de la votación para mantener su registro y a tener alguna representación en ambas cámaras.
Pero el principal reto de los nuevos partidos reside, en principio, en ganarse el beneficio de la duda. Sólo eso. Ni más, ni menos. Y no es poco.
Tienen en contra el desencanto generalizado de la ciudadanía con respecto a la política en particular y a la democracia en general. Los partidos políticos son percibidos como pequeñas o grandes mafias (dependiendo del tamaño del partido en cuestión) que no reportan mayores beneficios a la población. En el estudio de opinión titulado “Confianza en Instituciones”, que realiza periódicamente Consulta Mitofsky, se aprecia que de abril de 2004 a marzo de 2005 los partidos políticos invariablemente han recibido una calificación reprobatoria.
Y si bien es cierto que el nivel de confianza ha subido (de 4.7 en abril de 2004 a 5.4 en marzo de 2005), también es cierto que sus calificaciones son muy similares a las que en esta misma encuesta ha obtenido la Policía (lo que ya es decir) que ocupa el penúltimo lugar en la lista de confiables. El último, cabe recordar, lo ocupan los diputados.
También tienen en contra la percepción ciudadana de que cada vez la democracia nos sale más cara y nos entrega muy pocos resultados. En realidad es más que una percepción. Como sabemos, en nuestro país los partidos políticos se financian con recursos públicos; es decir, con nuestros impuestos.
Datos del Instituto Federal Electoral ( IFE) señalan que en 1997, año en que hubo elecciones intermedias, ocho partidos registrados recibieron un total de dos mil 111 millones 493 mil 862 pesos. En 2000, para las elecciones presidenciales, once partidos obtuvieron un total de tres mil 64 millones 92 mil 232 pesos. Y en las pasadas elecciones intermedias celebradas en 2003, once partidos recibieron un total de cuatro mil 891 millones 355 mil 369 pesos. En resumen, para no tenerles confianza nos salen carisisísimos.
Y por sobre todo, tienen en contra las experiencias que dejaron otros partidos que en realidad fueron negocios familiares. Baste recordar a Sociedad Nacionalista. El problema es que por lagunas jurídicas el IFE no pudo fiscalizar el uso de los recursos públicos entregados y la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales no puede proceder penalmente porque la Ley no se lo permite. Crear un partido político fue un negocio redondo. ¿Qué nos dice que ahora será diferente?
Personalmente me alegra el nuevo intento del grupo que preside Patricia Mercado. Alternativa Socialdemócrata y Campesina (en mi opinión un nombre larguísimo) resume esfuerzos fallidos anteriores de Democracia Social, Fuerza Ciudadana y México Posible. Congrega a personas reconocidas por sus luchas ciudadanas, su ética y autoridad moral.
Nueva Alianza, en cambio, tiene una cuna que a mí me produce recelo y desconfianza, por decir lo menos. Sin embargo, concedo. A los nuevos partidos les otorgo el beneficio de la duda. Veamos qué hacen con ella en los próximos meses.
Y para juntar buenas dosis de paciencia, que créame las vamos a necesitar, lo indicado es tomar vacaciones. Con su venia me voy. Amables lectores lectoras, en este mismo espacio nos volveremos a encontrar el 31 de julio.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com