A propósito de la reyerta que se ha desatado entre el presidente Vicente Fox, de México y el de Venezuela, Hugo Chávez, en que han abundado frases no adecuadas para el lenguaje entre gobiernos de naciones, donde se suele usar en asuntos de relaciones internacionales ciertos circunloquios que suavizan el lenguaje áspero del común de los mortales, hay un mosquito que molesta mi oído dando vuelta alrededor con tal insistencia que me veo precisado a darme cuenta que más allá de las palabras existe entre ambos mandatarios diferencias abismales por cuanto a educación y principios ideológicos. Veamos si no. Dos gobiernos con los que se ha bronqueado nuestro presidente han sido de los que llaman de extrema izquierda, que sería el caso de la Cuba de Fidel Castro y ahora el de Venezuela. En lo que corresponde al país del Sur del continente no hay duda alguna de que su presidente es un hombre de rudezas, no acostumbrado a las exquisiteces y suaves modales del mundo de la diplomacia. Él, Chávez, no se anda por las ramas y al pan le llama pan y al vino, pues vino.
En ese contexto al sentirse aludido por Fox, al término de la Cumbre del libre comercio celebrada en Mar del Plata, Argentina, le repostó diciéndole “cachorro del imperio” para más adelante, después de hacer mención a unos versos de una canción campirana, encararlo, bravucón, como un valentón de pueblo, con la camisa desabrochada, la faca a la cintura, “no se meta conmigo, caballero, porque sale espinado”. Esto bastó para que furioso el Gobierno nuestro le increpara pidiendo diese una disculpa con la amenaza que de no hacerlo rompería las relaciones entre los dos países, lo que a continuación virtualmente ocurrió. Si nuestro presidente, en este lío entre naciones actuó con sensatez o no, es cosa de la que no me ocuparé. Lo que me queda claro es que los comunicados hablan de que se insultó al pueblo de México y si el presidente nos representa a todos los mexicanos, desde ese punto de vista, sí.
No es Hugo Chávez un académico de la lengua, es apenas un soldadote que debe estar acostumbrado a epítetos cuarteleros. Es por tanto, en su trato, un tanto tosco, inculto, al que le faltó pulirse, por lo que, no pocas ocasiones acude a vulgares estridencias. No puede esperarse de él refinamientos palaciegos. Lo que dice es lo que piensa, no tiene recovecos, ni segundas intenciones. Es por eso que es ajeno a rodeos, ambigüedades o tapujos. En cambio Néstor Kirchner, presidente argentino, es todo lo contrario. Medido, educado, dueño de una capacidad mental que no le deja cejar en sus empeños. En respuesta a Vicente Fox, le dice que se ocupe de sus asuntos, que él se ocupara de los que corresponden a los argentinos. Si atendemos a que las expresiones son eufemísticas en realidad Kirchner le estaba diciendo a Fox, impertinente, entremetido e imprudente, en una palabra, lo que nosotros conocemos como un metiche. A eso nuestro Gobierno no le dio la importancia que tenía, a pesar de la carga explosiva que llevaba, al expresar en el fondo una profunda molestia.
Es indudable que la tendencia era romper con un Gobierno de izquierda, al que George W. Bush le tiene echado el ojo encima. No hace mucho tiempo el venezolano se vio envuelto en una trifulca nacional que por poco lo deja fuera del Palacio de Miraflores, residencia oficial de los presidente bolivarianos. No se oculta que la Central de Inteligencia Americana, CIA, se dijo en aquel entonces, tuvo mucho que ver en el albazo que a punto estuvo de tumbarlo. Bueno, al presidente Chávez lo hemos visto, muy a su manera, defender a su pueblo. Para asumir esa conducta ha debido forcejear con el Gobierno de Washington quien observa, calla y espera. No acepta, el caballero Chávez, un tratado de libre comercio que considera es lesivo a los intereses de su pueblo. Sea o no sea así, la medida tomada de reducir las delegaciones a sólo un encargado de negocios me parece demasiado estricta para dos pueblos hermanos.
