Es probable ante los indicios, que se presente un largo periodo de sequía. Por eso, hay que volver nuestra mirada a las cuencas hidrológicas. La Región Lagunera es de contrastes, puesto que cuenta con un sistema hidrológico cerrado de dos ríos que drenan en su playa baja, a las lagunas conocidas como Mayrán y Viesca. El Nazas y el Aguanaval son esos dos ríos benditos, de los cuales, el primero ha sido domeñado por presas ?una de almacenamiento y la otra de regulación-, teniendo entre ambas, una capacidad de cuatro mil 380 millones de metros cúbicos, en buenos tiempos de lluvia. Su capacidad merma en los períodos de sequía que estadísticamente no se conocen. El agua rodada o de gravedad, se utiliza en la agroindustria ganadera, que cuando el fenómeno de estiaje está presente, el volumen para los cultivos de más de noventa mil hectáreas, es complementada con el alumbramiento del recurso subterráneo, de más de mil 200 millones de metros cúbicos anuales, lo que afecta a las reservas, abatiéndose cada año sus niveles. Esta situación ya no es sostenible, por la circunstancia de que el agua del acuífero debe conservarse para usos domésticos y urbanos, ante todo protegiendo su calidad de potable para la supervivencia humana, después el comercio y la industria, y luego lo demás como la Ley prescribe.
Con respecto al río Aguanaval, a la fecha sus avenidas desde la cuenta alta en la Sierra de Ábrego, Chalchihuites y Saín Alto, presenta una presa, Cazaderos, y otras pequeñas que no han sido suficientes para regular las abruptas crecientes, que, aunque esporádicas, ocasionan inundaciones y desastres en la cuenca baja, debido a que los materiales de arrastre se van depositando en el punto de descarga y con el tiempo, el nivel del río va aumentando, al grado que ahora ese punto tiene una elevación de tres metros sobre el nivel normal del terreno original. Cualquier incremento de 200 millones del volumen, ocasiona desastres con inundaciones, desde Petronilas, Santo Niño, hasta Congregación Hidalgo (El Gatuño), y su ramal importante llega hasta la Vega del Pinabete, donde se encuentran los ejidos Matamoros Dos y Bilbao, inundando el cuadro bajo de Matamoros Coahuila, hasta llegar al vado de San Luis y seguir hasta la Laguna de Viesca. Este suceso se repite y hay documentos históricos, con fotografías publicadas en el periódico El Siglo de Torreón, como aquélla de 1955, en la que el agua llegó hasta La Cuchilla, arrastrando con todo. Las autoridades de los tres niveles de gobierno, así como los de los recursos hidráulicos, ahora Comisión Nacional del Agua (CNA), no le han dado la importancia que tiene el fenómeno, y menos al agravante de que en el sitio preciso de la Vega del Pinabete se encuentra un basurero con más de 600 mil toneladas de desechos inclasificados, y dos norias de 14 pulgadas de diámetro, abiertas y en desuso, en un terreno migajón arenoso de alta permeabilidad hacia las reservas acuíferas. Por lo que se ve no les importan las vidas humanas, ni el futuro de la Región Lagunero, ni su desarrollo sustentable. Sólo se aprecia un humo denso que cubre a los explotadores de agua en un silencio absoluto.
Para el conocimiento de la ciudadanía, en la cuenca alta del río Nazas existe una tala enorme de más de dos millones de hectáreas de bosque y en la cuenca intermedia, una sobre-explotación por el pastoreo. Aspectos que mucho influyen en el régimen de lluvias, desertización y salinidad de los suelos. Está desapareciendo la vegetación marginal del río, además de que la sequía afecta a la vida acuícola. Ahora, si a esto se le agrega el vertimiento de la basura y de excremento de animales, y el acarreo de agroquímicos, se está dando muerte a un caudal de agua importante para los ribereños y La Laguna, tanto de Durango como de Coahuila, y sobre todo, al saber que el río nace y muere sin drenar al mar.
Por lo que respecta al río Aguanaval, es importante considerar la pérdida de las aguas por evaporación en el llano de la cuenca baja, siendo importante regular sus avenidas con la reglamentación del agua y del aprovechamiento del recurso, evitar el monopolio inconsciente, y sobre todo, favorecer la recarga de los acuíferos y evitar la salinidad de los suelos.