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Ecos de un Concierto

S. Beckmesser

En infinidad de ocasiones el maestro Ramón Shade ha demostrado ser un hombre de un talento casi renacentista que no sólo se ha destacado como uno de los más importantes directores de México capaz de abordar el repertorio más amplio, desde la música barroca hasta el modernismo del siglo XX, sino también, a la luz de una reciente presentación de un libro en nuestra ciudad, como agudo, ameno y perceptivo comentador de la literatura mexicana de principios del siglo XXI. El profundo conocimiento que el maestro Shade tiene de diferentes disciplinas artísticas, como son la literatura, música, pintura, teatro, cine, escultura, y según tengo entendido hasta de arquitectura podría parecer a algunos como irrelevante para la interpretación de la música, pero sin duda, entraña una gran importancia pues las diferentes disciplinas artísticas a final de cuentas son expresiones en diferente lenguaje del mismo espíritu.

Tal vez esto ayude a explicar el sorprendente concierto al que tuvimos la oportunidad de asistir el pasado viernes 11 de febrero en el que la Camerata de Coahuila interpretó obras de dos compositores que a simple vista son irreconciliables: Igor Stravinsky ( 1882-1971) y Ludwig van Beethoven (1770-1827).

El primero vanguardista, opuesto al romanticismo, el segundo revolucionario y para muchos el primer romántico. Si bien es cierto que pertenecieron a dos épocas distintas, hay etapas de su producción musical en que existen puntos de encuentro. Es indudable que la Suite No. 2 para pequeña orquesta y la Suite de Pulcinella pertenecen a un período en que el compositor estaba revisando la música de autores de finales del siglo XVIII, por otro lado es indiscutible que Beethoven en su Primer sinfonía debe mucho al trabajo que en ese mismo género realizaron Joseph Haydn y Mozart. De este último en especial de su sinfonía Júpiter. Es decir que se trata de obras que de alguna manera miran hacia el pasado, y en especial hacia finales del siglo XVIII.

La Suite No. 2 para Orquesta de Cámara fue la primera obra en ser interpretada. Sus cinco movimientos retoman formas de danzas, que respeta de manera casi académica a los cánones clásicos, pero a las que Stravinsky supo imprimir las características de su propia música.

Por otro lado, Pulcinella muestra un Stravinsky diferente del que creía conocer el público de finales de la segunda década del siglo XX, pues no posee el atrevimiento de obras anteriores como Petrouchka y la Consagración de la Primavera y ve hacia el período neoclásico al retomar temas de Giovanni Battista Pergolesi. Al igual que muchas de sus partituras Stravinsky la compuso para los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, siendo estrenada el 15 de mayo de 1920 con una coreografía de Leonid Massine y vestuario y escenografía de Pablo Picasso. Stravinsky en un ensayo sobre Pulcinella se refirió a ella tanto como una sátira, como un descubrimiento de la música del pasado, así como una mirada hacia el espejo de otra época en el que vio reflejada su propia imagen.

Después del intermedio se ejecutó la sinfonía No. 1 en Do Mayor, Op. 21 de Ludwig van Beethoven. Se trata de la primera obra sinfónica que escribió, siendo estrenada en el Burgtheater de Viena el dos de abril de 1800 en un concierto en el que también se tocó una Sinfonía de Mozart. Esta ?coincidencia? no sólo sugiere hacia donde iba el gusto musical del público Vienés, sino también un deseo de relacionar a la música del no ya tan joven Beethoven con el gran genio de Salzburgo que había fallecido en esa misma ciudad nueve años antes. Sus dos primeros movimientos siguen de cerca el esquema de la Sinfonía No. 41 ?Júpiter? de Wolfgang Amadeus Mozart y comparte la misma tonalidad en Do Mayor. Por otro lado , también hay similitudes de carácter melódico. Sin embargo, hay partes donde se expresa claramente la personalidad de Beethoven, como es el caso del tercer movimiento, el cual, a pesar de ser calificado como un Menuetto, es en realidad un Scherzo que contiene muchos de los elementos que más adelante utilizaría el compositor en sus sinfonías.

Estas partituras son tremendamente difíciles de ejecutar para una orquesta, y cabe señalar que fueron bellamente tocadas por la Camerata de Coahuila bajo la batuta del maestro Shade, quien demostró no sólo ser un fino y perceptivo intérprete de Stravinsky, sino también un consumado director de la música de Beethoven, que seguramente continuará sorprendiéndonos con su gran sensibilidad, profundo conocimiento y excepcional talento musical.

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