Francisco Savín es un músico que no sólo ha tenido una destacada carrera al frente de algunas de las mejores orquestas de nuestro país, sino también como director de algunos de nuestros mejores conservatorios. Es por ello que asistimos con gran expectación al quinto concierto de la temporada de la Camerata de Coahuila en el cual el maestro Savín condujo obras de Benjamin Britten(1913-1976), Bernhard Henrik Crusell (1775-1838) y Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893).
El concierto inició con una obra de juventud, la Sinfonietta Op.1 para orquesta de cámara de Benjamin Britten, la cual fue la primer obra que publicó. Su partitura data de 1932, y fue escrita antes de que su autor finalizara sus estudios en el Conservatorio Real de Música de Inglaterra. A pesar de provenir de la pluma de un joven de 19 años, es una composición que hace evidente la imponente multiplicidad de formas y la peculiar capacidad que su autor tenía para mezclar estilos y a la vez utilizar un lenguaje vanguardista que fue excelentemente ejecutada por la orquesta.
A la Sinfonietta le siguió el Concierto No. 3 en Si Bémol mayor Op. 11 de Bernhard Henrik Crusell, compositor finlandés que recibió clases en Estocolmo del abate Vogler (1749-1814), quién también fue maestro de Carl Maria von Weber (1786-1826) y de Giacomo Meyerbeer (1791-1864) y en París fue alumno de Francois-Joseph Gossec (1734-1829) y de Xavier Lefevre (1763-1829). Este último lo convirtió en un verdadero virtuoso del clarinete. A lo largo de su carrera escribió un buen número de obras entre las que se destacan sus tres conciertos y su cuarteto para clarinete. Es indudable que el concierto No. 3 fue escrito por Crusell para desplegar su gran talento y virtuosismo y contiene algunos ecos que recuerdan a obras de Mozart, Spohr, Beethoven y Weber. César Encina, clarinetista de la Camerata, ejecutó maravillosamente la parte solista de esta obra, brindándonos una cautivadora y dulce interpretación que resaltó las cualidades de esta partitura. Por otro lado, la orquesta bajo la batuta del maestro Savín le acompañó resaltando su cautivador lirismo.
La Serenata para Cuerdas en Do Mayor Op. 48 de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) fue escrita entre 1880 y 1881, por lo que es casi contemporánea de la famosa Obertura 1812. A diferencia de esa última Tchaikovsky sentía una especial predilección por esta Serenata pues casi siempre era incluida en los conciertos que dirigía. En París fue ovacionada entusiastamente por el público, que incluía al gran Charles Gounod (1818-1893). En su estreno en Gran Bretaña, los ingleses pidieron que se repitiese su último movimiento y los estadounidenses no quedaron satisfechos hasta que se repitió su Valse. En Austria, país en el que habitualmente no eran bien recibidas las partituras de Tchaikovsky, fue muy apreciada, mientras que en Rusia, Anton Rubinstein (1829-1894) expresó su aprobación.
A partir de su estreno realizado en Moscú en 1882, ha sido una de las favoritas del público, hecho que con toda seguridad es resultado del cuidado con que fue escrita y de su gran colorido.
Tchaikovsky en alguna ocasión expresó que le fue dictada por el corazón y esto es algo que se percibió claramente con la brillante ejecución que realizó la Camerata de Coahuila bajo la batuta del maestro Savín, quién supo inspirar a los músicos y mantener un equilibrio que resaltó su carácter sublime y obtener bellos sonidos de la orquesta.