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El ‘No’ francés/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“No pueden ustedes curar el cáncer con una mayoría de votos. Precisan un

remedio”. Winston Churchill

La derrota de la Constitución Europea en un referéndum en Francia este domingo 29 de mayo fue producto de una alianza entre la ultraderecha, la extrema izquierda y los grupos que se oponen a la globalización y a la economía de mercado. No sólo fue derrotado el presidente francés, Jacques Chirac, sino también el resto de la clase política que ha gobernado el país durante décadas. Tanto el ex presidente Valéry Giscard d’Estaing, de centro-derecha, como la mayor parte de los socialistas moderados hicieron campaña por el “Sí”, de modo que la derrota de la Constitución la comparten políticamente todos.

Del lado de los vencedores que con tanto entusiasmo celebraron este domingo hay un grupo abigarrado de extremistas y enemigos del mercado. Jean Marie Le Pen, el dirigente de los neofascistas franceses, asumió la derrota de la Constitución como una victoria personal. De igual forma lo hicieron los grupos que se oponen a la globalización y a la economía de mercado. No es ésta la primera vez, por otra parte, que los extremos se unen en una causa.

La verdad es que casi ninguno de los votantes que sufragaron el domingo se tomó la molestia de leer el documento de más de 450 páginas que el Gobierno francés les hizo llegar a cada uno con todos los artículos de la nueva Constitución. Poco o nada se preocuparon por los detalles de la nueva Presidencia europea y del papel que se le otorgaría al Parlamento Europeo. El articulado era tan difícil de entender para el ciudadano común y corriente como cualquier otro documento legal. Si acaso, lo voluminoso de la Constitución generó temor.

Las encuestas muestran que los franceses rechazaron la nueva Constitución Europea por una gran variedad de razones. Algunos simplemente se oponen al Gobierno de Chirac y encontraron que la mejor forma de demostrarlo era dándole la espalda a una iniciativa que tenía el respaldo del presidente. Otros desprecian cualquier iniciativa que provenga de la clase política, incluidos los socialistas, que se encuentran desde hace años en la oposición. Algunos más se muestran insatisfechos con el desempeño de la economía francesa y con el alto nivel de desempleo en el país. Muchos más están enfurecidos con el ingreso de inmigrantes tanto de Europa del este como del Magreb árabe y culpan de ello a la integración europea. Para otros más el “No” refleja un simple rechazo a la Unión Europea.

Los franceses exhiben, por otra parte, una actitud muy común en todo el mundo. La gente se considera a sí misma responsable de los avances económicos que tiene, pero culpa a los políticos de sus problemas. Así, muy pocos franceses se dan cuenta del papel que la integración económica europea y la globalización han tenido en su actual prosperidad, pero les es fácil culpar a la integración del desempleo y otros problemas económicos.

Si el equipo que redactó la propuesta de Constitución, encabezado por el ex presidente francés Valéry Giscard d’Estaing, hubiera propuesto un texto más sencillo, que se limitara a establecer garantías individuales y que no tratara de crear una legislación detallada que se sobrepone a toda la que ya existe a nivel nacional y europeo, habría sido más fácil para los votantes franceses -y para los neerlandeses que votarán mañana-aceptar la nueva Constitución. Pero preocupa también una actitud de los votantes franceses de simplemente rechazar una profundización de la apertura económica implícita en la creación de la Unión Europea.

Me queda claro que la propuesta de Constitución Europea tenía mucho de cuestionable. Uno de sus puntos más debatibles era seguir creando una burocracia europea cada vez más importante que simplemente se sobrepone a las que ya existen en cada uno de los países del continente. Pero la ratificación de la Constitución implicaba un compromiso con la unidad del continente que era necesario mantener.

Los votantes, a propósito, no necesariamente tienen siempre la razón. Si México y Estados Unidos hubieran organizado referendos en 1993 para la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, lo más seguro es que el acuerdo habría sido rechazado en los dos países, especialmente en la Unión Americana. Pero el resultado de ese rechazo habría sido negativo para los dos países, particularmente para México.

FISCAL EN JUÁREZ

Ni Mireille Roccatti ni nadie más podrá hacer que las investigaciones de la PGR en torno a los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez deje satisfecha a la gente. Éstos son casos en los que, hágase lo que se haga, ya hay un veredicto social contrario a cualquier acción de la justicia nacional. Por otra parte, el saldo de mujeres muertas, producto de un ambiente social deteriorado en Juárez, no se detendrá simplemente porque haya una nueva fiscal especial.

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