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El amor apasionado/ Diálogo

Yamil Darwich

Los creyentes cristianos vivimos una nueva “Semana Santa” o “Mayor”, tiempo que nos mueve a reflexionar sobre nuestras creencias religiosas y la historia de las escrituras reconocidas como de “inspiración divina”; los evangelios de los cuatro escritores aceptados por las Iglesias Cristianas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Con el paso de los años y la llegada de la “modernidad”, estas fechas se han transformado en días de fiesta, de descanso y hasta placer, muchas veces desmedido. Sólo los más viejos recuerdan tradiciones como visitar las siete iglesias, leer el Evangelio de la Pasión o simplemente convivir con la familia tratando el tema del “sacrificio de Jesús”. Ni qué decir de épocas más remotas, cuando se procuraba no escuchar música, salir al cine o participar en otras diversiones citadinas y hasta evitar las bebidas embriagantes, todo en honor del significado de esos días “santos”.

Sin embargo, a la vista de los creyentes y practicantes, la “Pasión de Cristo” es una manifestación de amor en su máxima expresión; la entrega de lo más preciado que poseemos los seres vivos, la vida misma.

Pasión, dice el diccionario Océano que es: -f. Acción de padecer. Estado pasivo en el sujeto. Cualquier perturbación o afecto intenso que domina sobre la razón y la voluntad. Inclinación o preferencia muy vivas de una persona a otra. Deseo vehemente a una cosa.

Y es esa pasión, el amor intenso y la gran preferencia que Jesús tuvo por nosotros, lo que le llevó a sufrir el sacrificio y muerte en la cruz. Recuerde que los antiguos romanos utilizaban este castigo para los que cometían atentados contra el Estado o eran criminales de alta peligrosidad. Sin duda que era considerada vergonzosa.

Si usted revisa el documento de la Pasión de Cristo, verá que es una cátedra de amor en sus distintas manifestaciones, excelente para una buena reflexión entre laicos.

Dice el evangelista Mateo que hallándose Jesús en Betania, se acercó a él una mujer que traía un frasco de alabastro, con perfume muy caro, que derramó sobre su cabeza mientras él estaba a la mesa. Dándose cuenta Jesús de las murmuraciones de los asistentes por lo que consideraban desperdicio de dinero, que podría haberse utilizado en ayudar a los pobres, les contestó: “obra buena ha hecho conmigo”. Este ejemplo dado por María Magdalena es una muestra del amor deídico, que los seres humanos podemos sentir por Dios y para el propio confort espiritual y emocional.

Más adelante, comenta sobre la Última Cena, en que habrían de comer el “Cordero de la Pascua”, evento que los discípulos prepararon con sumo cuidado, en una muestra de gran amor filial que se tenían entre sí y otorgaban, muy particularmente, a Jesús.

También habrá que hacer notar que los evangelistas escriben sobre la traición de Judas Iscariote, como ejemplo de desamor, aunque es igualmente cierto que muchos estudiosos proponen muy distintas alternativas para poder entender el hecho y hasta justificar al apóstol, que recibió las treinta monedas como pago de su traición; otros más, disertan sobre “la necesidad de la existencia del mal para que pueda existir el bien”.

En el mismo caso están las negaciones de Pedro, que muestran, en buena manera, la imperfección del amor que llegamos a sentir los humanos, frágil y fácilmente alterable.

De nuevo, ahora en el Huerto de Getsemaní, Jesús nos deja ejemplo de obediencia irrestricta cuando dice: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú”. Otra de las manifestaciones que del amor se pueden dar son el cuidado y la defensa de la vida, que nos lleva por instinto y obligación a defenderla ante cualquier circunstancia, aún cuando sepamos del fin que vaya a acontecer.

Un testimonio de amor a la vida de los seres humanos y a la paz entre ellos, es el que deja el Dios Hijo, cuando al ser arrestado se inició una trifulca entre sus seguidores que se oponían a su detención y las autoridades que iban a aprehenderlo, hasta herir a un siervo del sumo sacerdote, a quien le cortaron una oreja con espada. Jesús reacciona deteniendo la pelea, diciéndoles según escribe Lucas: “¡dejad! ¡basta ya! Y tocando la oreja le curó”. Me gustaría escuchar una respuesta dada a la grave falta a esta enseñanza, alguna que justifique a todos los guerreros del presente, que “en nombre del bien” hacen el mal y hasta causan la muerte de otros seres humanos.

Otro personaje, del que se sirven los autores bíblicos para demostrar el amor filial es Simón, oriundo de Cirene, que cargó la cruz por compasión del hombre en sacrificio, luego de dudar y hasta resistirse a hacerlo, con la debilidad humana, muy propia de nosotros, que expresa nuestras inseguridades en las tomas de decisión.

Sin duda que el momento culminante llega con la muerte de Jesús, de la que el narrador Mateo escribe: “y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: “¡Elí! ¡Elí¡ ¿Lemá Sabactani?, esto es: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?...” Más adelante, cuenta que uno de los testigos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña le ofrecía a beber al hombre agonizante. Aquí, a la pasión se suma la compasión que es capaz de sentir el ser humano, como la de aquel que se compadeció ofreciéndole de beber a Jesús; ni qué decir del amor de madre, el de María la Virgen, que acompañada de María Magdalena, María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo, se sometía a la mayor prueba trascendente, ver con resignación la muerte del Hijo amado obedeciendo su mandato con dolor y humildad.

El amor filántropo también está presente, con José de Arimatea, que donó la tumba que ordenó fuera excavada en la roca para cuando él muriera, para que en ella fuera depositado el cuerpo del Hijo de Dios sacrificado por los hombres. También hay constancia de la fe, como creencia firme en algo o alguien, que se manifiesta en todo el proceso de resurrección y la actitud tomada, a partir de entonces, por sus seguidores. Para ejemplificar lo anterior, básteles a los católicos recordar el “Credo”, oración que repiten en cada una de las misas efectuadas en domingos y fiestas “de guardar”.

En estos días de descanso, sea usted creyente o no, lo invito a que tome unos momentos para dialogar con sus familiares y seres queridos más cercanos sobre la importancia de amar, fuerza en la que se basa el orden humano, sentimiento que ahora tiende a ser fácilmente confundido con “querer”, tratándose de emociones muy diferentes; una referente al ideal y la otra al simple deseo, que como dice Erich Fromm en su libro del “Arte de amar”, hay una enorme diferencia entre “¿Te amo porque te necesito, o te necesito porque te amo?”.

Le deseo unos felices y reparadores días de descanso, que bien merecidos los tenemos; pero también le pido utilice unos cuantos minutos, cuando usted lo crea más conveniente, para atender este nuevo pedido, que sin duda le dejará un buen rendimiento en términos de calidad de vida.

ydarwich@ual.mx

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