Internacional Jeffrey Epstein Chile Israel-Palestina Donald Trump Narcotráfico

El complejo horizonte de la política israelí

Las nuevas elecciones dirán si Sharon hizo una apuesta correcta, al fundar su propio partido.

EL UNIVERSAL-AEE

JERUSALÉN.- Sólo el tiempo, los pocos meses que faltan hasta el 28 de marzo próximo -fecha de las nuevas elecciones nacionales en Israel- dirá si el primer ministro Ariel Sharon hizo una apuesta correcta o cometió el peor error político de su vida.

Lo que ya está claro es que al anunciar que abandona el partido Likud que ayudó a fundar hace más de 30 años y encabezar una nueva fuerza política -Kadima, que significa Adelante- dio un paso dramático, que ya desató una tormenta.

Tiempo atrás, quizás parecía inconcebible. ¿Cómo explicaría que se va del Likud por problemas internos? Pero la situación de Sharon en el Likud se tornó insostenible. El grupo de ?insurgentes? internos, originalmente 11 diputados, que se opusieron a la retirada de la Franja de Gaza y a raíz de ello crearon un bloque que neutralizó de hecho también otras medidas de Sharon, no sólo en ese tema concreto, se convirtió en un verdadero obstáculo en su acción de Gobierno.

Esos diputados, algunos de los cuales criticaban en concreto actitudes determinadas de Sharon mientras otros desafiaron abiertamente su propio liderazgo, llegaron a paralizar el trabajo del Likud y de Sharon como primer ministro, amenazando la aprobación del presupuesto nacional y haciendo imposible el nombramiento, hace unas semanas, de dos nuevos ministros -del propio Likud- que Sharon quería incluir en el Gabinete.

?Así no se puede trabajar? -fue sin duda la conclusión del primer ministro Ariel Sharon-.

Pero lo clave, cabe suponer, al decidir dar este paso dramático de dejar el Likud y tirarse al agua formando una nueva fuerza política, es el futuro. Sharon, viejo zorro de la política y estratega que ha maniobrado hábilmente no sólo en el campo militar sino también en el parlamentario, comprendió que inclusive una avasallante victoria en nuevas elecciones nacionales -que tiene razón en decir que seguramente habría conseguido también como jefe del Likud- no le garantizaría calma en su propio partido. Sharon habrá visto en sus peores pesadillas cómo cada paso se vería amenazado por la situación interna y cómo eventuales avances en el proceso de paz quedarían bloqueados o se verían sumamente dificultados por la oposición del ala más conservadora dentro del partido, que ya advirtió contra nuevas retiradas unilaterales.

Así, no podría avanzar. Y decidió tirarse al agua.

Claro que lo hace con un importante chaleco salvavidas, el que le garantizó especialmente la retirada de la Franja de Gaza, que mejoró considerablemente la posición internacional de Israel, le abrió puertas a nivel mundial, lo confirmó a los ojos del pueblo -críticos y simpatizantes por igual- como un gobernante capaz de emprender acciones concretas y complejas y ponerlas en práctica aunque parezcan misiones imposibles y le permitió determinar lo que es mejor para Israel en el ámbito palestino incluso antes de llegar a un acuerdo con el otro lado.

Esos logros, nada despreciables por cierto, garantizan que la confianza en sí mismo que expresó Sharon al dar este paso, no sea carente de fundamento. El nuevo partido, aunque todavía no tiene forma totalmente clara, no es una aventura alocada de un político de barrio que quiere impresionar sin pensar demasiado, sino un paso de un político de gran experiencia, que tiene razones para pensar que esto le puede salir bien.

Pero no deja de ser una apuesta, una osadía política que también puede costar caro. Porque la gente puede ver en ello una traición que no inspira confianza, inclusive aquellos que tienen críticas a la actitud del Likud en los últimos meses.

Mientras tanto, lo clarísimo es que la decisión de Sharon, destartala el mapa político israelí. La discusión central ya no será ahora entre izquierda y derecha -aunque las diferencias, en los último tiempos, en muchas cosas ya no son las de antes- sino entre tres bloques principales que se presentarán como cierto tipo de centrismo político: la centroizquierda del laborismo, con Amir Peretz al frente, el centro liberal -según su autodefinición- con Ariel Sharon a la cabeza y socios salidos tanto del laborismo como del Likud y, por último, el centro derecha del Likud. De por sí una situación interesante, en la que cinco de las figuras claves del Likud se disputan el liderazgo, destacándose el ex premier Biniamin Netaniahu, el actual canciller Silvan Shalom y el actual ministro de Defensa Shaul Mofaz.

En cuanto a Sharon, el desenlace de su nuevo paso será la confirmación de la mayor victoria política en la historia de Israel o su peor humillación y el fin de su carrera.

Leer más de Internacional

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Internacional

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 183504

elsiglo.mx