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El debate que no se dio

Gilberto Serna

El que aspira a ocupar un cargo público está comprometido, al menos durante el tiempo que dura su campaña, a mostrar un talante temerario, atrevido y audaz, decidido a arrostrar cualquier riesgo ordinario. Lo que sea de cada quien, no es la prudencia o el temor lo que debe caracterizar a quien busca que los votos de la ciudadanía le favorezcan.

Únicamente se explicaría la ausencia en un acto público al que ha sido convocado el aspirante a gobernador si se demostrase que corría el peligro de perder la vida. Lo cual, el sólo pensarlo, produce hilaridad. Si había una trampa consistente en que sería puesto de espaldas al paredón para ser acribillado a preguntas, pues de eso se trata en estos días en que la palabra democracia está en labios de todos los políticos, pues al tiempo que se formula un cuestionamiento se escudriñan las circunvoluciones cerebrales convertidas en palabras didácticas para ver, coloquialmente dicho, de qué pata cojea.

Uno de los adversarios no tuvo pelos en la lengua para considerar que el ausente le “sacó” a polemizar con sus pares. El término usado refiere que se acobardó. Esto me parece absurdo. Es cierto, el librito indica que debe aprovecharse de la más pequeña de las fallas o que lo parezca para menoscabar la personalidad del contrario, sin embargo, no se debe caer en el desatino.

El pueblo sabrá justipreciar lo que está pasando en su entorno. El coahuilense que no acudió a la cita es un profesor de estirpe cuya familia se ha distinguido en el campo de la enseñanza. A propósito, por asociación de ideas viene a mi memoria que en el Torreón de los años sesenta, hubo una destacada educadora, María Moreira Hernández, que dio vida a la escuela primaria Los Ángeles, de la cual fue directora, en una casona ubicada en la avenida Allende esquina con García Carrillo que dio instrucción y cultura a niñas que hoy son respetables señoras lugareñas.

Era el tiempo en que aún no se les decía misses a las maestras. Si hubiera un parentesco tendría derecho a presumir, como hizo Porfirio Muñoz Ledo, de un derecho de sangre, ius sanguinis, que lo acercaría a los laguneros.

Hoy más que nunca debe pensarse dos veces en lo que se piensa, antes de decirlo. Se está alimentando una especie de pugna entre dos regiones que no tiene razón de ser. Lo menos que puede pasar, de aquí en adelante, es que cuando se efectúe un debate en Saltillo, convocado por la televisora local o alguna unidad universitaria, sea recibido el de las zetas con acrimonia dada la dureza expresada en contra de su antagonista.

Eso aunado a la demarcación territorial que se le ha venido dando a los principales candidatos en una rivalidad carente de sentido. Tan equivocada está la estrategia de los que murmuran al oído no vayas, como la de emitir calificativos sin saber con certeza a qué obedeció la ausencia de uno de los pretendientes.

Debo esclarecer que Jorge Zermeño Infante es un lagunero por adopción que tiene en su currículum vitae un extraordinario quehacer público. No es un orador que arrastre multitudes, sin embargo, sus ideas son expresadas de manera articulada, aunque a veces, como ahora, desbarre. Atendiendo a su limpia trayectoria estimo que no sería capaz de crear un corralito a ninguno de sus rivales.

En fin, las personas que acudieron, con ese gesto de superioridad, que es común en servidores ensoberbecidos por la importancia que le atribuyen a su jefe, dieron como única explicación, para justificar la ausencia, que “ya les habían dicho que el profesor no podría venir”.

No dijeron más, por lo que dejaron a la imaginación de los ciudadanos del rumbo, adivinar si lo que pasó es que no consiguió asiento en algún transporte terrestre o sufre de escalofríos violentos, calentura altísima y sudoración profusa a consecuencia de una fiebre terciaria o vaya usted a saber, cualquier otra zarandaja por el estilo que le impidió el estar presente, que para el caso lo mismo da.

Eso se pudo evitar si el mensajero hubiera precisado el porqué su patrón se rehusaba a participar. Si no se trató de algo grave sería bueno subsanar el asunto, borrón y cuenta nueva, haciendo un llamado para que asista en nueva fecha. Un debate sin el PAN o sin el PRI o sin ambos, no tendría la trascendencia que debe revestir una controversia de estas proporciones.

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