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El del TIM, un rescate para siempre

MIRIAM GONZÀLEZ

Un grupo de estudiantes salvó al Teatro Isauro Martínez de ser demolido, y entonces se creó un patronato para que nunca cierre sus puertas

EL SIGLO DE TORREÒN

TORREÓN, COAH.- Luego de vivir una época dorada, con numerosas comedias, conciertos sinfónicos, cantantes, funciones cinematográficas y hasta noticieros, comenzó la debacle del Teatro Isauro Martínez.

Con apenas 15 años de vida, el 11 de julio de 1945 don Isauro Martínez tuvo que ceder a la presión que ejercía su mayor competencia, la cadena Jenkins que había adquirido un año antes a los cines Modelo, Cinelena y Palacio, lo que le había bastado para tener el control de los distribuidores y pronto el teatro dejó de exhibir los mejores estrenos.

Pasó la década de los 50 “sin pena, ni gloria”, y ya para entonces era simplemente el Cine Martínez, proyectando películas de baja calidad que poco público atraían por la aparición de la televisión casera.

Para 1957 corría el rumor de que el teatro Martínez sería demolido para construir un cine moderno, noticia que a pocos causó molestia, pero que despertó la inquietud de un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C), a raíz de una plática con José Méndez, quien años más tarde se haría cargo de la restauración del inmueble.

Luego de muchas juntas en el Apolo Palacio, de gestiones con el entonces dueño, Manuel Espinosa Yglesias, y de entrevistarse con el presidente de la República, Luis Echeverría, el grupo encabezado por los estudiantes Alejandro Máynez, José Medrano y Sigfrido Macías consiguió que el teatro Martínez pasara a ser propiedad del pueblo de Torreón. Aunque los papeles oficiales de la cesión de derechos no se firmarían sino hasta casi tres años después.

Se acordó que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) lo tomaría bajo su custodia, pero hacía falta mucho más que eso para empezar las obras de restauración, que exigían especial interés debido a las malas condiciones en que se encontraba el recinto. Fue entonces que los estudiantes convocaron a la comunidad a una última reunión, para crear un patronato a través de una votación. A partir de ahí se hicieron a un lado y dejaron que las personas mayores se hicieran cargo de la recuperación.

Pasaron muchos años sin que las obras de restauración comenzaran, hasta que la primera dama, Carmen Romano, durante el sexenio de Guillermo López Portillo se dio a la tarea de rehabilitar cinco teatros en el país: el Macedonio Alcalá de Oaxaca, el Peón Contreras de Mérida, el Ángela Peralta de San Miguel de Allende, el Victoria de Durango y el Martínez de Torreón.

Con ello se inicia la primera etapa de la restauración, estando al frente Alberto González Domene y Alfonso Flores Domene, entre 1978 y 1979. Para 1980, los trabajos ya iban muy avanzados, avocados principalmente en la isóptica, la acústica, la tubería de agua, las instalaciones eléctricas, los ductos para la refrigeración y el fouyer.

A partir de 1981 comenzó la segunda etapa, que contemplaba una ampliación del foro y la restauración de los decorados y pinturas, pero luego de nueve millones de pesos ya no había recurso económico y entonces aparece nuevamente la necesidad de un patronato. Alfonso Flores Domene y Sonia Salum se dieron a la tarea de encontrar a un grupo interesado en continuar los trabajos del teatro.

Salieron al quite Javier Garza, Javier Willy, Pepe Amarante, Carlos Jalife y la misma Sonia Salum, quienes formaban parte del Patronato Lagunero Pro Arte y Cultura (Plac) que para entonces había dejado de funcionar por la difícil situación provocada por la devaluación de 1982. Invitaron también a “Perico” Ruenes, a Pepe Revuelta y a otros más.

Lo primero que hicieron fue limpiar y sacar todo el polvo que en la primera etapa no se había terminado de sacar. Después se tuvo que poner el piso del escenario, la luz y el agua.

El seis de agosto una noticia periodística alude a una posible reapertura: “Se espera que para el mes de octubre, si bien no restaurado totalmente, esté en condiciones de celebrar obras o funciones que permitan captar fondos”. Para entonces, Sonia Salum ya había sido designada como coordinadora de actividades artísticas y culturales del Teatro Isauro Martínez.

Así pues, planearon un programa encabezado por un recital de Ofelia Medina, con poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, a mediados de septiembre de 1982; seguido de una recital de piano con Alejandro Vilalta a principios de octubre, y a fines de ese mismo mes el Trío México. Y el 18 de septiembre el teatro volvió a abrir sus puertas, para no cerrarlas nunca más.

Pero todavía faltaba el rescate de las pinturas y la decoración y dada su importancia, será tema para una nueva página el día de mañana.

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