Hay de todo y para todos. El domingo se celebraron elecciones internas en el PRI para decidir quien será su abanderado en la búsqueda de un sitio para jugar la constitucional en la que se obtendrá el cargo de gobernador de Coahuila. Las aguas agitadas al calor de la lucha electoral han empezado a aquietarse cuando todavía, en los días últimos de la semana anterior, amenazaban con desbordarse. El tsunami que azotó las costas de Indonesia parecía poca cosa comparado con el proceso interno en que las pasiones desatadas presagiaban un encarnizado pleito de consecuencias inimaginables. No pasó nada. Como dirían los clásicos, fue el parto de los montes. El asunto terminó cuando se escucharon las últimas palabras de Jesús en su crucifixión: consummatum est, (San Juan, XIX, 30), todo está acabado, pronunciadas por los que para quienes la derrota constituyó un desastre, casi, casi una hecatombe, -de hekatón, ciento, y bous, buey-, cuyo significado consiste en el sacrificio solemne de cien bueyes que hacían los paganos a los dioses, esperando recibir sus dones. Debemos aclarar que en el caso fueron, si creemos las versiones periodísticas, muchas más las víctimas, pues debemos considerar el gran número de damnificados si se suman los que formaron el coro de cada uno de los que competían.
El sábado que antecedió a esa elección, apareció en primera plana de la sección local de los periódicos, las fotos, el escudo de ese partido y los lugares que ocuparon en las boletas electorales, previo sorteo, los precandidatos registrados. En la parte superior, primero Heriberto, al lado izquierdo de la boleta, enseguida Alejandro al lado derecho, abajo a la izquierda Javier, y por último, apareciendo al fondo a la derecha, Humberto. Como se hizo proverbial que dijera aquel famoso doctor I.Q., Jorge Marrón, hombre de cabellera blanca que le daba un cierto aire de sabiduría, trasmitiendo por la radio a los hogares, allá por los años cuarentas, un programa donde ponía a prueba la capacidad cultural de sus espectadores. Abajo a la derecha, decía, contestándole uno de sus ayudantes, que micrófono en mano se movía entre el público, aquí tenemos un macizo, perdón, un caballero, doctor. La peculiaridad de este entretenimiento residía en la velocidad verbal con la que el conductor formulaba las preguntas, como tarabilla; igual que merolico pidiendo a la gente se mantuvieran atrás de la raya. Lo que quiero resaltar con esta disquisición es la importancia para los aspirantes a candidato que tiene su ubicación en la planilla.
Lo hago recordando a un politólogo que en esa lejana época me decía circunspecto, muy serio él, que había estudiado a fondo las predilecciones de los votantes cuando llegaba el momento de cruzar el logotipo, de quienes obviamente no tenían de antemano una preferencia meditada, aproximadamente el 80 por ciento de los ciudadanos, que lo hacían más por instinto que por convicción. La tendencia era hacerlo como cuando pone uno la firma en una carta rubricándola en el lado derecho, en el espacio inferior, al calce, beneficiándose la candidatura que en aquel entonces se representaba con un círculo conteniendo los colores del partido. En relación con esto último, mucho han cambiado las boletas electorales que en procesos de antaño era el escudo el que reclamaba la tacha del ciudadano que votaba. Hoy parece avergonzarles reduciéndolo al tamaño de un guisante, prefiriendo privilegiar las imágenes de los aspirantes con el afán, quizá, de que se escoja al menos feo.
En espectacular campaña el profesor Humberto Moreira Valdés obtuvo tan sólo en Torreón más de 25 mil votos y el 64 por ciento de la votación total en la entidad, de acuerdo con las cifras del Programa de Resultados Electorales Preliminares, sumando para su causa arriba de 142 mil votos El profesor, con gran tino, un vez que se proclamó vencedor de la contienda interna, hizo un llamado de conciliación a sus contrincantes, tanto a los que compitieron como a los que, por decisión propia o por legalismos, se habían quedado a la vera del camino. Vendrá luego la elección constitucional. Hagamos votos por que los ánimos no se dejen arrebatar por la pasión, perdiéndose la moderación y la calma. Los laguneros contrariamente al llamado que se hizo en un desplegado periodístico, dieron su asentimiento a favor de Moreira sin importar regionalismos, pues lo importante es que al final el Gobierno sea encabezado por aquél que surja de la voluntad mayoritaria de los coahuilenses, sea del PRI, del PAN, del PRD o de cualquier otro partido. Si, en efecto, Coahuila somos todos...