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El ejercicio del poder

Gilberto Serna

Hay una evidente actitud blandengue en la dirigencia del PRI para meter en cintura a sus militantes que han incurrido en faltas. No se atreven a aplicar sanciones que pueden llevar desde una simple amonestación hasta la expulsión definitiva, previo juicio seguido por la comisión de honor, que es un tribunal interno encargado de dictaminar, previo procedimiento, si sus afiliados son o no responsables de tal o cual conducta contraria a sus estatutos. Toda organización, cualquiera, la que usted me diga, debe sujetar a sus miembros a normas cuyo cumplimiento debe ser obligatorio, si el fin primordial es preservar el orden. En la práctica la mayoría suele hacerlo. Un partido que se respete a sí mismo no puede permitir que sus agremiados hagan cera y pabilo de sus deberes, obrando como mejor les acomode, teniendo su agrupación que pagar los platos rotos. Es la tesis de los integrantes del Instituto Federal Electoral que se resume diciendo que los partidos son garantes de la acciones y uso de recursos que realicen sus militantes.

Ello tiene el antecedente en lo que han venido haciendo un puñado de priistas que formaron una agrupación paralela al PRI dentro del PRI. Sépase, en descargo de cualquier crítica a esos alzados, que la dirigencia priista lo ha permitido y evidentemente, de buena o de mala gana, lo ha consentido. Los días se van como agua entre los dedos de una mano, por lo que ya estamos asistiendo al fin de un sexenio, pronto si no es que ya los partidos se preparan a sacar a sus candidatos decidiendo quienes de los varios aspirantes es el preferido para lo cual el PRI designara al suyo mediante un proceso abierto en que los militantes expresarán con su voto a cual prefieren, el PAN someterá a sus pretendientes a una pasarela en que delegados de toda la República en Asamblea plenaria dirán cual obtiene la mayoría, en tanto en el PRD parece que todo está decidido a favor de un candidato único que será elegido en una convención de mero trámite.

El CNE del partido puso, como luego se dice, el grito en el cielo cuando, después de pretender deslindarse de las erogaciones que efectúan esos disidentes, por aquello de las multas, pidiendo la fiscalización de sus gastos, recibió un baño de agua fría al saber que es a la agrupación política a la que se le aplicarían las responsabilidades producto de presuntos excesos en sumas invertidas. A esto, en mi tierra, se le dice ir por lana y salir trasquilado. Tan es así que al reproche que hizo la directiva priista al IFE de no haber dado curso a una petición de información sobre la legalidad de los actos proselitistas, fuera de tiempo, que realiza este grupúsculo, se le respondió con el argumento de que para centrar la culpa de cualquier irregularidad debe aplicarse la tesis de partido garante que estableció el Tribunal Federal Electoral (Trife), siendo los institutos políticos los ejes de cualquier acción de sus militantes. Esto es, los partidos son responsables de las actuaciones anómalas de sus seguidores. Lo que hagan o dejen de hacer los miembros de un partido, bueno o malo, a quien corresponde juzgarlo, no es a la autoridad electoral, sino al propio partido al que pertenecen.

Así poco a poco han hecho retroceder al líder priista a quien han puesto la espalda contra la pared cediendo a cuanto le han pedido. Lo último, aunque puede ser de dientes para afuera, que vuelva por sus fueros Elba Esther Gordillo, a quien no se decidió a abrirle un proceso de expulsión por lo que ahora ocupará la cabecera del Consejo Nacional Ejecutivo. Pronto el tabasqueño se dará cuenta de que las tornas se han cambiado cuando la profesora inicie la diáspora obligada de madracistas para colocar a sus correligionarios en puestos clave. Es obvio, llegarán ávidos de revancha. Si todo este tiempo Madrazo se ha contenido, creyendo tener todos los ases en la mano, para no dar lugar a que el PRI se fraccione, sus malquerientes no se andarán con remilgos y le harán la vida de cuadritos. Lo paradójico de este asunto es que con elecciones internas abiertas a la larga resultarán beneficiados los priistas. El peor escenario sería que en la rebatinga uno de los grupos que disputan abandonara la institución provocando una crisis que se reflejara en las elecciones de 2006. La pregunta es ¿hay o no el eminente peligro de un rompimiento brusco? La contestación a esta posibilidad sería que desde los tiempos de Adán y Eva se conoce que en el ser humano anida la codicia. Las desatadas ambiciones que dominan el ambiente suelen disparar las más bajas pasiones, pues aquí lo que está en juego no es moco de pavo, sino el ejercicio del poder.

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