Nueva York, (EFE).- Un buen vino conquista de inmediato el paladar y el espíritu del consumidor por su cuidada elaboración, textura o aroma, pero su éxito en el mercado internacional depende también del óptimo diseño de su envoltura.
"La industria del vino es una de las pocas en la que el diseño es clave para el éxito de la marca, especialmente en este país", afirmó a EFE Javier Romero, presidente de The Wine Branding Group.
Con varias décadas de experiencia en Estados Unidos y autor de numerosas campañas para grandes corporaciones, este diseñador gráfico español ha ampliado su campo de acción al vino, con el diseño de etiquetas y de otros elementos que sirven para crear o reforzar la identidad de una marca.
"La etiqueta es la única oportunidad que la mayoría de las bodegas tienen de comunicar al consumidor lo que las distingue", agregó.
Más de siete mil marcas de vino procedentes de Francia, Italia, Chile, Australia, España o California compiten por un sitio en el mercado estadounidense, en continuo crecimiento y con consumidores cada vez más ávidos de conocer y probar nuevos caldos.
Alrededor de un tercio de la producción vinícola española se dedica a la exportación y EU es, después de Reino Unido y Alemania, donde se compran más botellas de vino de España.
El reto para los bodegueros españoles, o de Chile o Argentina, que perciben cómo sus vinos son cada día más buscados en este país, es conquistar no sólo el paladar sino también la vista del potencial cliente estadounidense.
"En la etiqueta tienen que poner todo su esfuerzo para que cuando se acerque el consumidor a una pared con cientos de botellas la suya, por alguna razón, comunique algo, la vean como algo diferente", agregó Romero.
En la importancia que tiene la presentación del producto coincide también Carlo Meneghin, gerente de Grande Harvest Wines, un moderno local donde se ofrecen más de un millar de marcas de vino y que está ubicado en la popular estación neoyorquina de Grand Central.
"Cada día, cada mes, recibimos vinos nuevos que a veces ni siquiera conocemos", comentó Meneghin a EFE durante una visita al establecimiento, que está expuesto al trasiego de los más de medio millón de viajeros que utilizan a diario la estación.
Explicó que hay clientes que poseen buena información sobre los vinos que buscan y otros deciden su elección por lo atractivo que les resulta el etiquetado o la botella que los contiene.
"Aporta mucho la etiqueta, especialmente en el caso de vinos del 'nuevo mundo' como Australia, Nueva Zelanda o Sudáfrica. Tienen mucho colorido, son muy luminosas y captan enseguida la atención. En el caso de Francia o Italia, son mas tradicionales", comentó.
La importancia creciente del diseño para el vino ha abierto un nuevo campo de experimentación para los creativos, que a menudo tienen el desafío de plasmar con trazos y expresiones concisas, en un espacio mínimo, el alma de la bodega.
"Es un trabajo complicado pero también satisfactorio, porque tanto si se trata de rediseño o de nuevas etiquetas, ves de inmediato cómo ese trabajo se refleja en las ventas", afirmó Romero.
"Codice", "Homenaje", "Marqués de Gelida", "Vega Sindoa" o la argentina "Llama" son algunas de las marcas de vino que han pasado por las manos de Romero.
Profesionales como Juan Palomar, director de exportación de Bodegas Marco Real, han reconocido que un diseño adecuado abrió camino en EU a sus vinos.
En los últimos años se tiende a la simplificación de la etiqueta en las botellas y a eliminar datos que dificulten la elección.
El norteamericano considera la etiqueta como una expresión de la personalidad de la bodega y quiere a la vez que le sirva para realzar un cierto estilo de vida propio.
"Tanto en los económicos como en los más caros, el vino es para el consumidor americano como una extensión de su propia historia", asegura el diseñador y concluye que este país "está muy abierto" a la innovación creativa en este campo.
