“El deseo es bueno, porque la vida
es deseo; pero desear lo imposible
es una enfermedad mental”.
Brías de Priena
El vocero de la Presidencia, Rubén Aguilar, dijo ayer por la mañana que parecía acercarse un acuerdo con el Sindicato de Trabajadores del IMSS que podría evitar una huelga en el primer minuto del 16 de octubre. Roberto Vega Galina, secretario general del sindicato, se mostraba bastante menos optimista en una entrevista al mismo tiempo y me decía que la intransigencia del Gobierno parece destinada a provocar la primera huelga en la historia de la organización. Independientemente de lo que ocurra, no hay duda de que un paro de labores tendría consecuencias gravísimas en el bienestar de millones de derechohabientes de la institución.
El obstáculo medular para un acuerdo es la modificación a la Ley del Seguro Social que el Congreso hizo hace apenas unos meses. Con esta modificación se le prohibió al IMSS tomar dinero de las aportaciones de los derechohabientes, empresas y Gobierno para financiar un régimen de pensiones de los nuevos trabajadores del instituto que vaya más allá de lo que establece la Ley para todos los trabajadores del país.
Como esto es lo que se ha hecho siempre, ya que nunca se han creado reservas para cubrir los pasivos de las pensiones y esto es también lo que establece el actual contrato colectivo de trabajo, no se han podido hacer nuevas contrataciones desde hace meses.
La posición del sindicato es muy simple: el nuevo contrato debe firmarse con las reglas anteriores. Quienes sean contratados a partir de ahora, deben tener los mismos beneficios de quienes ya trabajan en la institución. Poco importa si esto implica seguir aumentando el pasivo de pensiones. La dirección general del IMSS, ahora a cargo de Fernando Flores y el Gobierno de la República plantean que las nuevas contrataciones deben hacerse bajo un nuevo régimen de pensiones, similar al de las Afores, que es el que tienen los derechohabientes, el cual permite el autofinanciamiento del sistema.
La diferencia es de fondo y no simplemente de montos. Lo que se está negociando es el sistema de pensiones que prevalecerá en el futuro en el IMSS. Por eso la importancia de la negociación. Y por eso también el riesgo de que el 16 de octubre estalle la primera huelga en la historia de la institución.
La clave del problema es una y muy sencilla: el actual esquema de financiación de las pensiones de los trabajadores del Seguro no es viable. La culpa no es de los trabajadores sino de un sistema que ha otorgado beneficios de jubilación sin crear las reservas necesarias. El IMSS ya está formalmente quebrado. Pero si no se toman medidas para detener la sangría, el costo de la quiebra seguirá creciendo y cada vez será mayor el porcentaje de gasto del Seguro que se dedique a las pensiones y menor el que se encauza a servicios médicos.
La dirección del IMSS y el Gobierno parecían haber encontrado una solución si no a todo el problema por lo menos a evitar el crecimiento de la sangría de la institución. La propuesta es respetar el sistema de pensiones de los trabajadores en funciones -lo cual les permite retirarse después de 27 o 28 años de trabajo, independientemente de la edad- y aplicar nuevas reglas a los trabajadores contratados a partir de este momento. Con esto se salvaguardan los derechos adquiridos de los trabajadores. Pero el sindicato no ha querido aceptar la propuesta.
Otra opción, por supuesto, sería aumentar las cuotas del IMSS. Pero ni los trabajadores ni las empresas están dispuestos a pagar más por un servicio que está declinando sistemáticamente en calidad conforme se incrementan los recursos que se dedican a las pensiones. De hecho, la mayor parte de las grandes y medianas empresas han optado ya por otorgar seguros de gastos médicos privados a sus ejecutivos ante las deficiencias del IMSS.
Se ha hecho común que quienes se oponen a la reforma del sistema de pensiones del Seguro Social acusen a quienes la impulsan de querer destruir la institución. Pero lo opuesto es lo correcto. Son quienes realmente entienden la importancia del IMSS y quieren preservarlo, los que proponen una reforma que permitiría detener su creciente deterioro financiero.
LULA Y LAS PENSIONES
Luiz Inácio Lula da Silva se opuso también a la reforma del sistema de pensiones del sector público de Brasil cuando estuvo en la Oposición. Pero una vez en la Presidencia, se dio cuenta de la necesidad de llevar a cabo esa reforma y la impulsó. Lo mismo debe ocurrir en el IMSS. Cuando el tema se ve desde fuera, desde un prisma ideológico, se puede simpatizar con la posición del sindicato. Pero si realmente se desea salvar a la institución y fortalecerla, es indispensable aceptar ésta y otras reformas al sistema de pensiones.
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