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El gobernador y la sucesión

Roberto Orozco Melo

La imaginación, dicen los diccionarios, es la facultad de la mente humana para representarse cosas reales o ideales; una aprensión equívoca, sin fundamento o un juicio sobre hechos falsos o inexistentes: ilusiones, fantasías, figuraciones, delirios, castillos en el aire, rumores que crecen al transmitirse de boca en boca. Los imaginativos pueden engendrar en la irrealidad muchas situaciones falsas que luego asumen como verdaderas. Baltasar Gracián y Sor Juana Inés de la Cruz decían de la imaginación que era “la loca de la casa”.

Jugar con la imaginación es entretenido, pero resulta sumamente riesgoso hacerlo en la actividad política. Proyectar y planear es mejor que imaginar, pues el sistema democrático no permite juegos fatuos a los políticos que aspiran a los cargos públicos; por el contrario la democracia exige un pragmatismo a toda prueba y un conocimiento profundo de la realidad política que se va afrontar. Decir “yo quiero” ya no es suficiente para alcanzar un cargo en la vida pública. 2005 y 2006 serán años de elecciones multitudinarias.

En Coahuila elegiremos un gobernador del Estado, 38 presidentes municipales, 343 regidores y síndicos de mayoría relativa para los Ayuntamientos, más 107 ediles plurinominales; también se votarán 20 diputados locales al Congreso local más 15 de representación proporcional y al nuevo gobernador del Estado.

Por estos cargos competirán en total siete partidos políticos en apoyo de 3,402 candidatos. El año próximo la ciudadanía elegirá al presidente de la República, 300 diputados de mayoría relativa (y su consecuencia pitagórica: 200 de representación proporcional) así como 128 senadores de la República en ambas modalidades. Porque ambas elecciones serán democráticas y estarán organizadas y vigiladas por sendos Institutos electorales (estatal y federal) los resultados tendrán que ser positivos en cuanto a legalidad, concurrencia, tranquilidad y libertad, lo cual no garantiza que los funcionarios electos puedan ser buenos funcionarios; pero sin duda estarán en condiciones de superar a algunos de antes.

En 1999 los coahuilenses ya habíamos participado en el primer proceso democrático interno del PRI al elegir candidato a gobernador del Estado a Enrique Martínez y Martínez quien tenía formación política y preparación académica. EMM poseía el perfil de funcionario requerido por los promotores del cambio mundial a través de la globalización de la economía y de la democracia.

Ya gobernador Martínez insertó puntualmente a Coahuila en el nuevo sistema y alcanzó con sensibilidad algo que se antojaba difícil: una civilizada relación entre su Gobierno priista y el Gobierno nacional de Fox y el PAN. Aún más: hoy vemos cómo Martínez se moviliza con diligente pertinencia en la inédita y compleja interacción de los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo de la Federación, los gobiernos locales y las fuerzas políticas, incluidas las del PRI y puede aspirar a la candidatura del PRI para presidente de la República.

Quizá pronto sepamos, como resultado de la consulta pública en curso, si Enrique Martínez y Martínez participará en la contienda electoral de 2006. Si tal sucede, solicitará licencia ante el Congreso local para separarse del Gobierno, a este respecto el buen sentido aconseja que antes de tomar camino rumbo a su campaña nacional sostenga una plática cordial con los cinco aspirantes que anhelan la candidatura del PRI para gobernador de Coahuila, invitándoles a sellar un pacto de juego limpio, absoluta legalidad, cero violencia y cero deserciones en el proceso interno.

No debemos olvidar que Coahuila sigue siendo un presa codiciada por la oposición política, la misma que hace seis años se alió infructuosamente contra el actual mandatario.

Si en 1999 pudo haber algún escepticismo en los sectores coahuilenses tradicionalmente críticos frente al PRI sobre lo que esperaba a Coahuila en el Gobierno de Martínez y Martínez, hoy la mayor parte de las opiniones fluye en sentido positivo: existe una aprobaci¢n objetiva del trabajo político y administrativo del gobernador y sólo se espera que el inminente proceso político para elegir sucesor desemboque en la mejor solución posible por la vía democrática. Dejar en conflicto a quienes aspiran a la candidatura del PRI deterioraría los buenos resultados de su acción gubernamental.

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