Es por demás cierto que Andrés Manuel López Obrador cometió un delito de desacato que como ciudadano y autoridad debe enfrentar.
Es también una realidad que este delito fue aprovechado por el Gobierno Federal y los partidos opositores al PRD para frenar las aspiraciones políticas de López Obrador.
Pero ¿qué más podemos agregar al respecto cuando este tema ha ocupado por semanas los principales titulares y comentarios en los medios de comunicación?
Sin meternos en honduras legales hay que decir que una vez más México cayó en el centro de un huracán político del cual será muy difícil salir ileso. Resulte culpable o no, logre entrar o no a la contienda electoral, gane o pierda el PRD en 2006, la mera verdad es que una vez más se enrareció sin necesidad el ambiente político y social en el centro del país.
Algunos pretenden comparar el desafuero y juicio en contra de López Obrador con el crimen de Luis Donaldo Colosio que impidió a un hombre íntegro y popular llegar a la Presidencia de la República.
Pero López Obrador no es Colosio ni 2005 es igual a 1994. Sin embargo, utilizar todo el peso de la Ley con distingos resulta un pésimo precedente del gobierno de Vicente Fox que acarreará consecuencias imprevisibles. Las consignas que se ventilaron en la marcha del domingo evidenciaron un altísimo nivel de inconformidad.
Nadie duda de la torpeza legal cometida por el político tabasqueño, pero la pregunta obligada es: ¿por qué no se aplica el mismo rigor de la Ley en contra de ex funcionarios priistas, del ex presidente Carlos Salinas o de los empresarios que saquearon las arcas públicas a través del Fobaproa?
Los errores de la administración Fox en la persecución de López Obrador han sido muchos y constantes, desde las pifias legales de la PGR hasta los desplantes del secretario de Gobernación, Santiago Creel. A nivel de partidos las escenas son por demás lamentables. Que dos diputados panistas paguen una fianza cuando hace un par de semanas votaron por el desafuero es una actitud patética por no decir que ridícula.
Que los priistas se den ahora baños de pureza y pongan contra la pared a su enemigo acérrimo Andrés Manuel muestra simplemente la doble cara que por décadas han llevado los del Tricolor.
López Obrador no canta mal las rancheras y también se ha pasado de listo en varias ocasiones. Su regreso a la gubernatura del Distrito Federal representa un deseo abierto por desafiar y provocar a la autoridad.
Desde el arranque, el dirigente capitalino vio en este conflicto legal una oportunidad política para medir fuerzas y proyectar su figura a nivel nacional, pero nunca imaginó que su caso llegaría a ser motivo de protestas a nivel internacional.
Es evidente que las cosas llegaron demasiado lejos y que tanto el Gobierno Federal como López Obrador buscarán en su momento una salida negociada y airosa para ambas partes. Un perdón que lleve al desistimiento del delito podría ser una buena opción con la condición de que López Obrador acepte esta medida con beneplácito.
Pero al final del camino quedará demostrado que en México la política y la Ley se mantienen de la mano a pesar de tantos discursos y promesas oficiales. Y seguramente no tendremos que esperar a 2006 para ver los efectos del huracán Andrés Manuel. Las renuncias y reacomodos los tendremos a la vuelta de la esquina.
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