En tiempos de desastre considero muy válido reconocer la colaboración de los perros de rescate. Últimamente han ocurrido desastres como terremotos, tornados, accidentes de aviación, y atentados terroristas que terminan por reducir a escombros enormes edificios dejando un sinnúmero de víctimas atrapadas entre los escombros. El último acontecimiento de Katrina y al ver a los rescatistas me ha hecho optar por hablar de estos héroes anónimos.
Los equipos caninos de búsqueda y rescate son fundamentales en el área del desastre para ayudar a encontrar personas desaparecidas de una manera rápida y efectiva a fin de no perder valioso tiempo en búsquedas inútiles. En estos casos, se ha demostrado que tan sólo un perro de búsqueda y rescate es más efectivo que un equipo de hasta diez rescatistas. Su valor en estos casos es indiscutible. Estos heroicos animales dependen de su asombrosa capacidad olfativa y resistencia física para tolerar las exigencias de trabajo. Para lograrlo se apoyan en un riguroso y selectivo programa de entrenamiento, de casi dos años donde se prepara al perro para futuras misiones.
Los perros son adiestrados para indicar mediante ladridos, el lugar exacto en el que han ubicado una víctima (que puede ser olfateada hasta seis metros bajo los escombros) mientras ignoran el frío, calor, cansancio o distracciones por ruido de maquinarias, por rescatistas, o por restos de comidas u otros animales. De esta misma manera pueden discriminar la búsqueda entre vivos o muertos, a fin de evitar el riesgo de epidemias. También están calificados para la búsqueda en campo abierto (personas perdidas) o en la ubicación de cuerpos bajo el agua, hasta una profundidad de 60 metros. Ellos pueden olfatear desde una embarcación las pequeñas burbujas de gases que se originan por la descomposición del cuerpo y que ascienden desde el fondo hasta la superficie.
Resulta importante destacar la valentía de estos héroes anónimos que trabajan sin el beneficio de máscara de gas o ropa protectora, trepando o ingresando a buscar en lugares considerados inestables o demasiado peligrosos para seres humanos y dispuestos a dar su vida para que otros puedan vivir; su única recompensa es la palabra de aliento de su guía o la caricia del extraño a quien acaba de salvar. Definitivamente, no se puede reemplazar la precisión de la nariz de un perro y nada sustituirá el corazón y la nobleza de estos animales.
Según la FEMA (Federal Emergency Management Agency) el promedio internacional dice que de cada 120 perros que ingresan al programa de búsqueda y rescate ocho califican y sólo dos se gradúan al término de los dos años cuyo costo asciende a más de veinte mil dólares. Lo interesante aquí es que no se habla de razas en específico, todas tienen la misma oportunidad de entregar la vida por ayudar.
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