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El peor año de huracanes

José Santiago Healy

El año 2004 se despidió con la terrible desgracia ocasionada por los tsunamis en el continente Asiático y en este 2005 los huracanes han dejado caer su furia sobre varios países americanos, especialmente México y Estados Unidos.

El doctor William Gray, de la Universidad Estatal de Colorado, pronosticó para este año un leve incremento en la media anual de huracanes para el Atlántico, pero la realidad superó por mucho las expectativas.

Eran 16 los meteoros esperados en la temporada que comprende del primero de junio al 30 de noviembre en el Atlántico, sin embargo, al momento van más de 20 fenómenos que pueden llegar a los 23 o 25 si consideramos que falta un mes para que termine el ciclo.

Peor todavía es que la fuerza de los huracanes en 2005 superó todos los pronósticos, sin temor a equivocarnos es el peor año en la materia para la región del Atlántico y el Caribe en nuestro continente.

En contraste la región del Pacífico ha registrado una temporada baja en el número de tormentas tropicales y huracanes a pesar que el pronóstico fue de 14 meteoros contra 15 que había sido el promedio anual.

Como dato curioso, en este año los nombres reservados para las tormentas tropicales y huracanes del Atlántico que con antelación se acuerdan entre los científicos fueron ampliamente rebasados.

Eran 17 los nombres escogidos, en orden alfabético: Arlene, Bret, Cindy, Dennos, Emily, Franklin, Pert, Harvey, Irene, José, Katrina, Lee, María, Nate, Ofelia, Felipe y Rita.

De ahí siguieron varios más entre ellos el demoledor Wilma que arrasó con la Península de Yucatán y el reciente Beta que dejó grandes daños en regiones de Honduras y Nicaragua.

Uno de mis hijos preguntaba consternado el porqué de tantos huracanes y si cada año aumentaría su número.

Obviamente nadie tuvo la respuesta acertada porque conocemos tanto de huracanes como de astronomía, pero la interrogante nos puso a investigar las posibles causas de esta grave realidad.

Los doctores William Gray y Philiph Klotzbach señalan que la alta actividad que ha registrado el Atlántico durante las últimas nueve temporadas es una consecuencia de las fluctuaciones multidecadales en la circulación termohalina de dicho océano.

Añaden que cuando la circulación termohalina del Océano Atlántico es fuerte, la vaguada ecuatorial del Atlántico Central se intensifica y esto propicia condiciones más favorables para el desarrollo de huracanes intensos en el Atlántico Norte.

Algunos expertos señalan que el sobrecalentamiento de la Tierra que es producto de la creciente actividad industrial y de consumo de energéticos podría ser otra de las causas.

Y hay quienes de forma más empírica señalan que estos furiosos meteoros son la venganza de la naturaleza a los excesos cometidos por el hombre y de ahí la puntual respuesta en lugares como Nueva Orleans y Cancún.

En este último centro turístico los daños han sido pavorosos y sin exagerar es probable que de aquí en adelante hablemos del Cancún antes de Wilma y del nuevo que surgirá tras los severos embates. Sin entrar en debates interminables, diríamos que la razón del aumento en los ciclones tiene su base científica, pero sin dejar a un lado la misteriosa intervención de la naturaleza.

Cancún pasó a convertirse de un paraíso ecológico único en el mundo a una mole de edificios y construcciones que en menos de treinta años acabaron por arruinar el hábitat de cientos de especies animales y vegetales.

En Nueva Orleans pasó algo muy parecido con el ingrediente adicional de que los diques construidos para ganar terreno al mar fueron reclamados por el huracán Katrina.

Por todo ello más vale respetar la naturaleza y no desafiarla porque tarde que temprano se pagan las consecuencias a precios por demás elevados.

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