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El pillaje/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Los ladrones creen en la propiedad; lo malo es que les inspira un excesivo amor”.

G.K. Chesterton

Hace algunas semanas, después de ver los saqueos en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, un periodista amigo me decía que en México eso no podía ocurrir: “los mexicanos –afirmaba- somos muy solidarios. Cuando hay una tragedia, siempre nos unimos”.

Solidarios o no, los saqueos se han dado abiertamente en los últimos días en Cancún. Empezaron, al parecer, con gente que simplemente decidió tomar productos básicos de tiendas cuyas vidrieras habían quedado rotas. Pero con el paso del tiempo se generalizaron. En los supermercados los saqueadores se llevaban no sólo todos los productos expuestos para la venta sino también los anaqueles y las cajas registradoras.

Pronto los saqueadores empezaron a robar preponderantemente equipos electrodomésticos, celulares y computadoras. Se juntaron bandas perfectamente organizadas, formadas fundamentalmente por jóvenes, para entrar a tiendas, almacenes y bodegas y dejarlos limpios de mercancía. Cuando lo que había en los comercios se agotó, empezaron a robar casas, primordialmente aquellas que se habían quedado vacías después de ser desalojadas. Después asaltaron también a familias en sus hogares. Aprovecharon para eso la falta de electricidad de la ciudad. Hasta ayer los cancunenses estaban teniendo que organizarse para defender sus hogares de estas bandas.

Es extraño ver cómo a veces hay gente que puede tratar de justificar lo injustificable. Un reportero afirmaba en una transmisión de radio que había que entender que la gente desesperada estaba haciendo lo correcto al tomar de los supermercados los productos que necesitaba con urgencia. Pero casi nadie acepta que esto mismo se haga en casas particulares. Esta doble moral es producto de una mala educación que le ha metido en la cabeza a muchos mexicanos el concepto de que las empresas son fundamentalmente malas y que por lo tanto es válido robarles.

La verdad es que los saqueos empezaron justo después del paso de Wilma. No había en ese momento ni hambre ni desabasto. Estos actos se llevaron a cabo simplemente porque los policías municipales de Cancún los permitieron e incluso se unieron a ellos. No deja de ser significativo que si bien hubo pillaje en Cancún, no lo hubo en Playa del Carmen. No es que los pobladores de una y otra ciudad sean distintos. La diferencia es que la Policía de playa del Carmen sí cumplió con su deber.

Un directivo de una cadena de tiendas me dice que los daños externos causados a sus locales por el huracán fueron serios pero habrían sido rápidamente reparables. Los seguros por huracán, por otra parte, cubrirían buena parte de la pérdida. Los daños realmente fuertes provinieron del pillaje. Los saqueadores no sólo vaciaron las tiendas sino que destrozaron todo lo que encontraron en su tiempo. El tiempo de recuperación del comercio, que en estos momentos es tan importante, será muy superior ahora debido a la necesidad de reparar esos destrozos.

Ese mismo directivo me señalaba, por otra parte, que mientras no haya certeza de que la situación esté bajo control no se podrá reanudar el abasto. De qué sirve llevar mercancía a Cancún si ésta va a ser saqueada de inmediato, y no por los más necesitados sino por los más atrevidos. Hay mercancía actualmente en bodegas de Cancún, pero no se puede distribuir con la actual inseguridad. De ahí la importancia de que el Gobierno Federal cumpla con su promesa de acabar con el pillaje.

Aun si se logra restablecer el orden en Cancún, la recuperación será difícil. Abastecer una zona que tiene cerca de un millón de habitantes es difícil incluso en las mejores circunstancias. Sin electricidad para la refrigeración que conserve a los productos perecederos, y sin vías de acceso terrestre, la logística se vuelve una pesadilla.

La Comisión Federal de Electricidad ha hecho un esfuerzo enorme para restablecer la electricidad. Ayer ya había fluido eléctrico en un 25 por ciento de Cancún. El Ejército y la Armada han actuado también con su usual eficacia. Pero el problema logístico de abastecer la zona sigue siendo enorme.

Una vez que se resuelva el abasto, el gran reto será reactivar la economía. De otra manera los afectados no podrán tener empleo ni sustento. Pero la actividad económica no se restablecerá mientras no se detenga el pillaje.

PREPARADOS

La enormidad de los destrozos materiales deja de manifiesto la furia de Wilma. Resulta claro también que el que sólo se hayan registrado ocho muertes es casi un milagro. Sin duda los quintanarroenses estaban bien preparados para el arribo del huracán más fuerte de la historia. Recordemos simplemente que en Nueva Orleans Katrina, que pasó con rapidez, dejó un saldo de un millar de muertes.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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