Los propios asambleístas del PRD desaforaron a López Obrador, al aprobar una reforma al artículo 41 del Estatuto de Gobierno del DF (la Constitución local) para que los legisladores y el jefe de Gobierno pierdan el fuero cuando pidan licencia para separarse del cargo.
La reprimenda de Andrés Manuel a sus diputados locales fue de padre y señor mío, pues quedó claro que su máximo enemigo no es el presidente Fox, sino sus propios legisladores, y con esos amigos para qué quiere más enemigos.
Y eso que Carlos Reyes Gámiz, presidente de la Comisión de Gobierno (pastor) de la Asamblea, y Lorena Villavicencio, coordinadora de los perredistas, acababan de llevar a Donceles y pedirle la bendición al Cardenal Rivera para que fracasara el desafuero al Peje.
Tope en eso, peligran sus cabezas porque ellos firmaron el dictamen que la Comisión de Normatividad, Estudios y Prácticas Parlamentarias presentó al pleno sobre la iniciativa del Partido Verde, y así dieron línea a sus compañeros, quienes ni tardos ni perezosos, aprobaron por unanimidad -con los del PAN, PRI y PVEM- la enmienda que puso la gillotina sobre la cresta de AMLO, ya sin necesidad de que la Cámara de Diputados lo desafore.
O sea, los perredistas entregaron en bandeja de plata a la PGR al tabasqueño, para que cuando renuncie por la candidatura presidencial sea detenido por el MP y procesado por desacato a un amparo y “por 112 denuncias penales más en su contra por diversos motivos”, según el también perredista diputado federal Emilio Serrano López.
También anda bailando Alejandro Encinas, secretario de Gobierno del DF y encargado de controlar a los 37 asambleístas de su partido, que dominan al total de 65 y mayoritean cuando les viene en gana, como con la Ley de Transparencia y Acceso a la Información que, bajo la batuta de René Bejarano y contra un dictamen de la Suprema Corte, cambiaron al antojo del Peje, para evitar que informe sobre los contratos y costos de los segundos pisos y de todas las obras públicas, entre muchas operaciones.
Es imposible admitir que un error garrafal le dio el tiro de gracia a AMLO, y desactivó toda su estrategia de subversión para chantajear contra el desafuero, echando mano de todos los recursos (humanos, pecuniarios y de toda índole) del Gobierno capitalino, según se planea en las juntas matutinas de coordinación, que él mismo preside. ¿Traición, mano negra o compló? De plano le echaron la soga al cuello al indestructible por andar en grillas para obligar a sus tribus a votar el domingo 20 por los testaferros de López Obrador para jefes nacional y del DF del PRD, Leonel Cota y Martí Batres, en un proceso antidemocrático que tuvieron que anular en cuatro estados y cosechó objeciones y denuncias muy serias en casi todos.
Triunfó además el abstencionismo. En pejelandia sólo 90 mil perredistas votaron, y tan “rasuraron” su padrón que en Michoacán no apareció Cuauhtémoc Cárdenas, a quien borraron así (expulsar, suena muy fuerte) del partido que él fundó, los mozos del nuevo dueño.
Y resultó que cuando quisieron dar macha atrás ya no era tiempo.
Tras perder cuatro preciosos días del jueves 17 al lunes 21, se encontraron con que el presidente en turno de la ALDF, Arturo Escobar (del PVEM) ya había turnado la minuta de la reforma a la Cámara de Diputados, que es la que da la última palabra a las enmiendas al Estatuto de Gobierno del DF. Y por más argucias legaloides y patrañas que exhibieron, resultó inútil el recurso de revocación que invocaron y la contrarreforma que aprobaron entre ellos, sin los asambleístas de los otros partidos, el Miércoles Santo; mientras crece la indignación en el PRD no sólo porque inconcebiblemente pusieron de pechito a AMLO, sino porque le hicieron el harakiri a su partido, que por ellos perdió su oportunidad única de alzarse con todo el poder de la República, en una especie de ahora o nunca!
Hoy la Cámara Baja tiene totalmente en sus manos la suerte del Peje, y -quién lo diría- los perredistas mismos pusieron en la mano de ella el arma para darle el tiro de gracia al rayito de esperanza, y sin hacerlo víctima ni parecer victimaria.
Para cualquier lado que se haga AMLO está en la hoya, trae además el santo de espaldas y debe hacerse una limpia, pues la Suprema Corte le dio otro palo: declarar anticonstitucional la Ley con que obligó a los constructores a entregarle el diez por ciento de los predios mayores de cinco mil metros cuadrados que planeen fraccionar.
Que conste: ni la reforma al Estatuto de Gobierno ni esa Ley contra los constructores son obra de Fox ni de compló alguno.
¿Justicia inmanente?