Un pavo real se paseaba en su bello jardín presumiendo a todos su plumaje. “Es el ave más bella que puede existir”, decían algunos. “Mis ojos jamás habían visto tal policromía”, comentaban otros. Conforme crecían las alabanzas, aquel animal más se pavoneaba y movía sus plumas con tal rapidez que emitía un seductor sonido como de lluvia golpeando sobre la tierra.
Pero un día, a causa de tanto presumir, el pavo real comenzó a perder las plumas. Por más que quería ocultar su nuevo aspecto, su paulatina fealdad fue haciéndose cada vez más evidente. Fue entonces cuando la gente, en lugar de admirar su belleza, se reía burlona del pavo desplumado.
Ese pavo real antes gallardo y ahora herido en su vanidad, es el PRI. Hace apenas unos meses, los priistas se llenaban la boca de elogios a su partido, calificándolo como una fracción política verdaderamente democrática.
La elección interna los llevó a creerse el cuento de que los aires de la libre participación habían invadido a su partido. Sin embargo, con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando. Lo que antes eran alabanzas, se convirtieron luego en dicterios. Unos reclamaron, como fue el caso de Jesús María Ramón y Alejandro Gutiérrez, la intervención del Gobierno del Estado a favor de uno de los candidatos. Por otro lado, Raúl Sifuentes denunció la existencia de una contienda desigual debido a los “candados” que lo marginaron de buscar la candidatura priista a gobernador.
Como siempre ocurre en el caso del PRI, ahora sabemos que dicha apertura democrática no fue más que una farsa para vendernos la idea de un cambio en un partido que durante años nos enseñó el significado de la palabra corrupción, injusticia, fraude, autoritarismo, corporativismo, enriquecimiento ilícito, impunidad y crisis.
El proceso interno del PRI, aunque transcurrió en completa paz durante la jornada del domingo, no es más que un fracaso para ese partido, pues salieron a la luz pública los oscuros manejos a los que suelen recurrir para obtener el triunfo.
Reparto de despensas, compra de votos, acarreo, acuerdos con lideresas, desvío de recursos públicos y negociaciones con líderes sindicales fueron algunas de las herramientas utilizadas por Humberto Moreira para asegurar su triunfo. ¿Acaso esto es una contienda democrática?
El PRI está desgastado. Aunque tiene un candidato fuerte, su credibilidad como fuerza política se vio disminuida en gran parte por los reclamos lanzados por los mismos priistas.
El gran error del PRI en este proceso fue el haberse comportado cual pavo reales presumiendo un plumaje de puro ornato, pero carente de raíces fuertes como para evitar ser una mera apariencia.
Las nuevas decisiones del PRI confirman el fracaso de la supuesta apertura democrática. Como se sabe, tanto en Torreón como en Saltillo decidieron optar por un candidato de unidad para la Alcaldía, renunciando a repetir la experiencia de una elección interna. Esta decisión responde quizá al deseo de evitar nuevas fracturas internas y sobre todo, para no dar nuevamente la imagen de ser un partido antidemocrático.
Llama la atención que César Duarte, delegado del CEN del PRI, reconozca que la candidatura de Eduardo Olmos Castro fue negociada por la dirigencia nacional priista. Es decir, Olmos es producto de una designación de aquel que en otros tiempos quería darle un madrazo al dedazo.
La máquina del PRI marcha en reversa. Al fracasar en su intento de embaucarnos sobre un supuesto impulso a las prácticas democráticas, no le ha quedado otra más que recurrir de una manera grotesca a prácticas que han sido incapaces de abandonar. Sobre Eduardo Olmos pesa ahora la sombra de ser un producto de la voluntad de una sola persona y no de la sociedad. Esto podría convertirse en un lastre que lo margine de la Presidencia Municipal de Torreón.
javier_fuentes@hotmail.com