EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

El PRI roto/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Los maestros priistas anunciaron la semana pasada su salida del PRI. La presidenta del SNTE Elba Ester Gordillo decidió no participar “ni personal ni colectivamente” en el proceso interno de su partido. Y anunció que, en cambio, buscará “coincidencias” con las “propuestas de fondo que presenten las distintas opciones”. El secretario general del mismo sindicato, Rafael Ochoa Guzmán, fue más contundente: “Madrazo nunca contará con nosotros”.

Nunca es nunca. No sólo en la contienda interna, lo que resulta más que claro. Pero el dirigente magisterial quiso decir que, si Madrazo es el candidato presidencial de su partido, tampoco votarán por él en el proceso constitucional. No sería la primera vez que una corriente priista defeccione simplemente absteniéndose de votar por su candidato. Quizá lo hizo el propio Madrazo, tal vez lo hicieron sus seguidores y su ausencia contó entre los factores que hicieron de Francisco Labastida el primer aspirante presidencial priista derrotado.

Pero si eso ocurrió en 2000, si se promovió esa abstención, se hizo sotto voce. En cambio ahora la decisión es clamorosa y emitida con suficiente anticipación. No conocemos con precisión su alcance, pues aunque es medible el número de integrantes del SNTE, no es posible saber cuántos de ellos son miembros del PRI y menos aún quiénes seguirían a Gordillo y Ochoa en su anunciada migración. Está por determinarse si atienden sus sugerencias o acatan sus órdenes por ellos mismos o por su pertenencia al PRI. Puede suponerse que un número relevante de profesores sea más priista que gordillista. Quién sabe cuántos queden, pero hay quienes militan en el remanente de Vanguardia Revolucionaria del Magisterio, el grupo fundado por Carlos Jongitud Barrios, al que perteneció la presidenta del sindicato, y que consideraron una traición su ascenso a la Secretaría General en 1989. Y por supuesto, del total de miembros de la agrupación magisterial hay que descontar a los militantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, oposición sindical más inclinada a participar políticamente con otros partidos o a rechazarlos a todos.

De modo que no podemos precisar de qué tamaño es la fractura representada por la decisión de Gordillo, pero sabemos que no tratará de impedir el triunfo de Madrazo. Hubiera podido aliarse a Montiel, pero por un lado el ex gobernador mexiquense se apartó de ella cuando de consuno con Madrazo propició la elección de Mariano Palacios Alcocer. Y por otro lado, el fuerte golpe político que le causó la difusión de su riqueza y la certidumbre de que no puede comprobar un origen lícito, hizo menos apetecible que nunca un trato con él. El escándalo en torno de la fortuna de Montiel se produjo el diez de octubre y Gordillo apenas dejó pasar 48 horas antes de anunciar que no apoyaría a nadie en la contienda interna.

Es inequívoco ese anuncio, pero no queda claro en qué medida los seguidores de Gordillo alimentarían la difusa tentativa o tentación de reemprender el proceso interno en pos de un candidato más presentable que quienes se inscribieron el siete de octubre. Gordillo dispone de poco más de veinte diputados federales, unos cuantos senadores, unos trescientos miembros del Consejo Político Nacional (ese fue el número de quienes se ausentaron de la sesión que eligió a Palacios Alcocer, impugnada por su dirigente) y una porción importante de activistas en legislaturas locales, ayuntamientos y la estructura del partido. De resolverse a alentar la intención de reventar el proceso en curso, la fuerza de Gordillo daría sustancia, aunque no coincidiera ni en los móviles ni en los objetivos, a la pretensión expresada en distintos miradores que desean que ni Montiel ni Madrazo (ni la tercera eme, Everardo Moreno, aunque él por razones diferentes) gane la candidatura priista.

La sensación de que es preferible otro candidato embarga tardíamente a los inconformes con la situación actual. Debieron organizar ese estado de ánimo a efecto de registrar hace once días a otro aspirante. Hoy resulta, si no imposible, riesgoso para el partido, pues podría llegar sin candidato al quince de enero. Salvo que en súbitos y sendos arrebatos de honestidad Montiel y Madrazo renunciaran a sus pretensiones y permitieran la emisión de una nueva convocatoria que debería proponer un mecanismo de elección más expedito, por ahora es imposible reponer el procedimiento. Si se hiciera contra la voluntad de alguno de ellos, se provocarían litigios estatutarios y legales cuya tramitación no necesariamente sería breve. Por eso el comité nacional buscó el apoyo de los gobernadores priistas, que convinieron en que siga adelante el proceso en curso. Pero sólo asistieron a la reunión citada por Palacios Alcocer cinco de diecisiete gobernadores, e ignoramos si el resto es de la misma opinión. Por lo pronto, doce desatendieron la invitación de su líder.

A ese desaire se sumó el de Montiel, que había anunciado encuentros con Madrazo y con Palacios Alcocer y no cumplió ninguno, y no ha firmado por lo tanto el pacto de civilidad que hoy parece más grotesco que nunca. Si esos episodios no son circunstanciales (se explicó la ausencia de gobernadores porque estaban de viaje, lo que es enteramente verosímil porque siempre lo están), y si al contrario indicaran carencia del poder de convocatoria que siempre y especialmente en coyunturas delicadas debe ejercer un dirigente, sería ésta una nueva fisura en la hoy precaria estructura del PRI.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 176047

elsiglo.mx