No hay manera de saber si realmente existen elementos para que los jueces exoneren a Raúl Salinas de culpa en el asesinato de su cuñado Francisco Ruiz Massieu. Los mismos tribunales que antes lo encontraban culpable, ahora resulta que lo consideran inocente (aunque sujeto a otros procesos por otros delitos “menores”). Un tribunal decidió que el testimonio de Fernando Rodríguez González, quien inculpó directamente a Salinas de Gortari, no tiene validez porque recibió 500 mil dólares de la PGR a cambio de su declaración. Rodríguez González, era el asistente del diputado priista Manuel Muñoz Rocha, y fue él quien contrató a Daniel Aguilar, autor material del crimen.
Desde luego que es absurda una culpabilidad fincada en una acusación que se compra. Lo que no está claro son las razones por las que se aceptaron hace diez años. Para la opinión pública, que nunca tendrá acceso a las 14 mil fojas de que consta la sentencia, el asunto tiene todos los visos de haberse resuelto políticamente, ahora y hace una década.
El caso de Raúl Salinas me deja la misma sensación que el de O.J. Simpson inculpado por el asesinato de su mujer más o menos por la misma época. Todos “sabíamos” que el ex corredor de futbol americano lo había cometido, pero un jurado dictaminó que las pruebas no eran concluyentes. Algo similar sucedió en su momento con Raúl Salinas y el caso de Ruiz Massieu: se sabía que odiaba a su cuñado, y los ejecutores tuvieron sospechosas relaciones con Salinas antes y después del crimen. Pero no había una prueba fehaciente de su autoría intelectual. La diferencia entre el caso de Simpson y el de Salinas, es que acá la voluntad presidencial no iba a dejar que un simple detalle como la falta de pruebas hiciera perder el caso.
Antonio Lozano Gracia, el procurador panista de Zedillo, estaba tan impaciente por asegurar la culpabilidad de Salinas, que cometió algunos de los peores atropellos que se recuerden en materia de investigación por parte de una fiscalía. La PGR no tuvo empacho en acreditar al trabajo de la vidente Francisca Zetina, “La Paca”, el hallazgo del supuesto cadáver de Manuel Muñoz Rocha. No se necesitó traer a CSI Las Vegas para darse cuenta que la osamenta era falsa.
Posteriormente la condena se basó en un testimonio comprado a uno de los responsables materiales del crimen. La hija de Francisco Rodríguez recibió el medio millón de dólares a cambio de que éste, quien se encontraba en la cárcel cumpliendo su sentencia, inculpara a Salinas. A los jueces de aquel entonces no les importó este pago, a los de ahora sí.
Puede ser que Zedillo estuviese convencido de la culpabilidad de Raúl Salinas, y forzó la maquinaría judicial para conseguir una condena. O quizá simplemente se trató de una razón de Estado; es decir, había necesidad de encontrar un culpable de los males que vivía el país. No hay que olvidar que la crisis de diciembre (1994) estalló justo al comenzar el sexenio de Zedillo. El nuevo Gobierno maniobró con habilidad para que la opinión pública atribuyera a Carlos Salinas toda la responsabilidad de la crisis. El encarcelamiento de su hermano Raúl y la exhibición de sus actos de corrupción convirtieron a Salinas en el personaje más odiado de la nación. Gracias a ello Zedillo consiguió el margen de maniobra necesario para sortear la crisis.
Al final siempre quedará la duda de si “la compensación” de 500 mil dólares a Rodríguez fue otorgada a cambio de una mentira o simplemente fue la cantidad que exigió para arriesgarse a decir la verdad. Ambas hipótesis son posibles. No es descabellado creer que Rodríguez tuviese temor a los Salinas y sólo el incentivo de dejar fortuna a su familia lo orilló a confesar sobre la identidad del autor intelectual. Lo que es un hecho es que alguien mandó matar a Ruiz Massieu y sólo los autores materiales conocen su identidad. Muñoz Rocha, el ex diputado involucrado, está desaparecido supuestamente luego de visitar a Raúl Salinas horas después del crimen.
Probablemente hay razones jurídicas suficientes para declarar que no hay pruebas de culpabilidad de Salinas en el asesinato de su cuñado. Pero nada impedirá sospechar que sí hay son razones políticas suficientes para dejarlo libre, así como en su momento hubo razones políticas para ponerlo en prisión.
No es un secreto que Carlos Salinas de Gortari está de regreso. Sus rivales dentro del PRI están vencidos o autoexiliados. Es una de las potencias que está detrás de Roberto Madrazo, quien seguramente será el candidato a la Presidencia por parte del PRI. Quizá Carlos Salinas de Gortari no es la entidad satánica y todopoderosa que nos “vendieron” en el sexenio anterior. Tan es así que nada pudo hacer ante los problemas económicos, legales y emocionales que condujeron a su hermano Enrique a ser extorsionado y asesinado. Pero no hay duda que es un factor de poder y está de regreso. Es allí donde tenemos que encontrar las claves de esta mirada generosa por parte de los jueces que permite a Raúl Salinas recobrar la libertad.
Más allá de eso, es lamentable la crisis de legitimidad que vive el sistema de justicia en el país. Para la opinión pública este nuevo circo legalista que conduce a la liberación de Salinas es un golpe más contra la credibilidad en las instituciones. Durante años se le exhibió como el hermano incómodo que amasó fortunas y cometió arbitrariedades, con cargo al erario. Ahora resulta que fue una víctima de la justicia. Nadie podrá quitarnos la sensación de que en realidad todos somos víctimas, una vez más, de instituciones que fabrican culpables o inocentes de acuerdo a los intereses de los poderosos.
(jzepeda52@aol.com)