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El ratón de biblioteca

Xavier Massimi

Primera de dos partes

Alejandro Magno (I)

Además de la genialidad de Alejandro como conquistador, y la oportunidad y rapidez con la que tomaba la decisión correcta, tuvo en su vida tres grandes proyectos.

El primero fue hacer un imperio universal en el que se fundieran las razas para la convivencia pacífica de todos los pueblos, una vez que el imperio universal se estableciera.

El segundo fue el descubrimiento del Mar Oriental. Incluso cuando por el cansancio de sus tropas después de seis años de combate decidió regresar a Grecia, no abandonó el proyecto. Una vez que sus ejércitos hubieran descansado, su plan era regresar sobre sus pasos y adentrarse hacia el Oriente hasta encontrar el Mar Oriental (¿se trataría del Océano Pacífico?)

El tercer proyecto era rodear África y regresar a Europa entrando por las columnas de Hércules (Gibraltar).

Alejandro comienza su epopeya a los veinte años. Una vez asegurada la fidelidad de las ciudades griegas va hacía el norte a Tracia, para someterla. Corre el rumor de su muerte y Tebas, apoyada por Atenas, se subleva. En dos semanas Alejandro está frente a las murallas de Tebas. Le ofrece amnistía. Tebas no la acepta, Alejandro toma la ciudad y en castigo de su traición manda que sea quemada, respetando los templos , y vende como esclavos a treinta mil tebanos. Las otras ciudades, aterrorizadas, le mandan felicitaciones por su triunfo. Regresa a Macedonia y para la primavera del 334 A. C. ya estaba listo para sus conquistas.

Con un Ejército de treinta y siete mil hombres desembarca cerca del lugar donde había estado la ciudad de Troya, ya en tierras de Asia.

Cerca de Granica encuentra un Ejército persa. La batalla fue terrible, pero al final veinte mil persas quedaron tendidos en el campo de batalla.

Con esta batalla cayeron en manos de Alejandro todas las ciudades de Asia Menor y a partir de este momento exige ser tratado como Rey.

Baja en dirección de Babilonia al encuentro del Ejército del Rey de Reyes que estaba formado por trescientos mil hombres, acompañados por sus mujeres y sus hijos. Incluso la familia real se desplazaba con esa multitud.

La batalla se libró cerca de Issos, una llanura entre la montaña y el mar. El Ejército de Alejandro ya había pasado el punto. Cuando le avisaron que Darío había acampado a sus espaldas. Regresó y a su vez los atacó por la retaguardia. La batalla fue más bien una carnicería. Darío logró escapar, pero toda su familia quedó en manos de Alejandro, quien caballerosamente dio tratamiento de reinas a la madre y a la esposa principal de Darío.

Este le mandó un correo ofreciéndole veinte mil talentos de oro para recuperar a su familia. Alejandro le contestó que estaba dispuesto a concederle todo lo que pidiera, pero le exigía que lo tratara como Rey de Asia, prohibiéndole que lo tratara de igual a igual, puesto que los dioses estaban demostrando que él era elegido para gobernar el mundo.

Entonces y antes de seguir sus conquistas en Asia, Alejandro decidió conquistar Egipto. La ciudad de Sidón se rindió pero Tiro dio la batalla. Para atacar la ciudad, Alejandro construyó un dique desde tierra firme hasta la isla en donde estaba enclavada la ciudad. Tiro resistió siete meses. Al rendirse, Alejandro, ordenó matar a los ocho mil soldados que habían defendido la ciudad, y vendió como esclavos a treinta mil habitantes. Tomó Gaza después de dos meses de sitio, y con ello pudo llegar a Egipto. El sátrapa de Egipto no opuso resistencia. A finales del año 322 A. C., Alejandro ya era faraón de Egipto. Dueño del país. En la bahía de Pharos decide edificar una ciudad: Alejandría. El sitio era excelente: una bahía protegida por una isla que formaba casi un mar interior. En la isla había una torre donde brillaba por la noche la luz que indicaba el camino. Alejandría fue la primera de las muchas ciudades fundadas por Alejandro a lo largo de los territorios que dominó con sus campañas.

En la primavera del año 331 A.C. Alejandro se dirige hacia Asiria. Un eclipse de sol aterroriza a su Ejército; pero afortunadamente los astrólogos egipcios que lo acompañaban deciden que el eclipse es mal presagio para los persas, no para los griegos.

Al acercarse al corazón del imperio persa sin que Darío sea capaz de detenerlo, Alejandro recibe la noticia de la muerte de la esposa de Darío, a la que había reverenciado después de la batalla de Issos. A galope tendido llega hasta la tienda donde yace el cadáver y llora con la madre de Darío esa enorme pérdida.

El 30 de septiembre del 331 A.C. en la llanura de Arbeles, Alejandro destroza una vez más al Ejército del Rey de Reyes.

Baja a Babilonia que lo recibe en triunfo y goza su victoria durante un mes. Dejando como sátrapa al general persa que él había derrotado en Arbeles, se encamina a la capital del imperio persa: Susa.

Toma la ciudad y se apodera del tesoro imperial, cincuenta mil talentos de oro. A partir de ese momento Alejandro tiene la capacidad financiera para hacer lo que decida. Dueño del imperio, se sienta en el trono del Rey de Reyes, como lo había hecho en el de los faraones.

Decide pasar el invierno en la segunda ciudad imperial de los persas: Persépolis.

En el palacio imperial lo esperaba otro tesoro: ciento veinte mil talentos.

Habiendo gozado el palacio durante los meses de fin de año, al retirarse da la orden de quemarlo.

Persiguiendo a Darío llega hasta el Mar Caspio y piensa al llegar que es el borde del Mar Oriental, lo bordea, y rebasa y sigue hacia el Oriente. Llega hasta el Turkestán, para Kabul y Samarcanda, y adentrándose en las montañas llega hasta el río Iaxsarte. Allí se detiene. Comienza a dudar si el Mar Oriental está en esa región. Antes de regresar funda una segunda Alejandría, Eschate (en el extremo).

En esas correrías encontró los restos de Darío, que tuvo un fin verdaderamente ignominioso. El cadáver estaba dentro de un carruaje, atravesado por diez lanzas. Alejandro dio órdenes de darle un funeral de emperador.

Continuará....

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