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El recuerdo reabre la herida

LUIS ALBERTO MORALES CORTÉS

Piden familiares de los menores fallecidos que se instalen puentes peatonales sobre el Periférico

EL SIGLO DE TORREÓN

COMARCA LAGUNERA.- Omar Eduardo, de 12 años y José Adrián Guadalupe, de 13 años, tenían cosas en común. Ambos eran estudiantes, compartirían el patio de recreo en la misma secundaria, vivían en la colonia Chapala, eran los más pequeños en sus familias. Los dos salieron de su casa para divertirse, y los dos murieron arrollados en el Periférico, frente a la Feria de Torreón, con casi 24 horas de diferencia.

Poco más de un mes se cumplió ya del fallecimiento de los dos niños. Sus familias no han digerido la tragedia, los recuerdos reabren las heridas, sus hijos murieron y ninguna autoridad ha hecho nada; ni una condolencia, ni una atención, nada para disminuir el riesgo de que otro peatón muera al tratar de cruzar 80 metros de pavimento.

“QUE HAGAN ALGO”

José Socorro Bailón, de 42 años, empleado, padre de Omar Eduardo Bailón García, tiene un resentimiento y una molestia, que no había podido externar a las autoridades. El hombre perdió a su hijo. —Espero que al menos busquen la forma de trazar algunas líneas amarillas, colocar mallas, o algo que no ponga en riesgo la vida de los que tienen que cruzar a pie el Periférico.

En la sala de su casa, ubicada en el andador 15, número 152, de la colonia Chapala o Fidel Velásquez, José Socorro comparte su inquietud por contar su versión de la tragedia, considera que muchas personas pueden suponer los hechos, pero sólo él sabe lo que ocurrió la noche del viernes cinco de agosto de 2005.

En el centro de entretenimiento color negro, junto al televisor, está la fotografía de Omar Eduardo, con una sonrisa que más bien muestra sus pequeños labios. El recuerdo escolar enmarcado, fue la gráfica tomada al terminar su primaria, y estaba próximo para el siguiente nivel.

—Iba saliendo de Galerías, con mis dos hijos (Omar Eduardo y Carlos, de 14 años), antes de cruzar volteamos a la derecha para ver que no viniera ningún carro, por intuición volteé a la izquierda, al regresar mi mirada al frente, vi a mi hijo corriendo y de pronto pasó el carro, no traía luces, no lo alcancé a percibir—, dice el padre.

José Socorro reflexiona, no venía ningún carro, su hijo se adelantó. —Siempre doy la orden de cruzar, pero no la di, siento que pensó tener la suficiente confianza para cruzar, no escuchamos ni el claxon ni un frenido. Mi hijo casi llegó al camellón.

Con la mirada fija al frente, y los ojos irritados, conteniendo las lágrimas, José Socorro detalla la muerte de Omar Eduardo. —El carro le pegó con el foco izquierdo, a lo mejor en lugar de frenar, aceleró; en el camellón hay unos arbustos como de metro y medio, mi hijo era muy delgado y los brincó y se fue para los otros carrilles (de Torreón a Gómez).

La angustia sigue: —No pensé en seguir al auto, cruce el camellón y no vi a mi hijo, estaba oscuro y no venían más carros; después vi que mi hijo se desplazó como una piedra, como cuando la avientas en el agua y rebota, su cuerpo estaba como a 30 metros.

José Socorro respira hondo y asienta que el conductor del auto que privó de la vida a su hijo debería estar más que ebrio, tal vez drogado, esto, porque el vehículo nunca frenó, dice que un taxista lo vio y que como a 40 metros del lugar disminuyó poco la velocidad y luego aceleró.

—Para mí fue impresionante encontrar el tenis de mi hijo en el lugar donde le pegó el carro, pero no encontré nada que fuera del carro, mi hijo lo tenía tapado, más tarde llegó la Policía y unos tipos le tomaron fotos.

El día del accidente, José Socorro llevó a pasear a sus hijos: —sé que el 90 por ciento de la gente va a ese lugar en carro, pero los que no tenemos también queremos ir a divertirnos. Que hagan algo.

Ante su tragedia, el padre sugiere que se tracen líneas peatonales, lo más distante del puente de la carretera a San Pedro, y además se coloque una malla que obligue a la gente a cruzar por un lugar, el más seguro.

¿VÍCTIMAS DE LA CORRUPCIÓN?

Para la familia de José Adrián Guadalupe Reyes Bonilla, de 13 años, además del pesar por la muerte de su hijo, enfrentan una serie de situaciones irregulares, como la elaboración del croquis favorable al presunto responsable, que los tiene apartados de la situación legal del caso.

Sobre el fallecimiento del adolescente que iba a cruzar el segundo año de secundaria, poco se informó en los medios de comunicación. ¿Cómo fue el accidente? ¿Qué hacía el niño en el lugar? ¿Hubo castigo para el responsable? Las interrogantes poco a poco son despejadas.

En la finca ubicada en la calle 30 número 236 de Chapala, la familia Reyes Bonilla se reunió, la tristeza deambulaba por la casa, todos acaban de regresar de la misa por el primer mes de la partida de José Adrián Guadalupe, llamado cariñosamente “Pillo”.

La familia se reserva para hablar, piden no manejar nombres y lo siguiente es explicar qué hacía el niño frente a las instalaciones de la Feria de Torreón, la noche del sábado seis de agosto, para luego enlistar una serie de irregularidades de las autoridades que tomaron conocimiento de la defunción.

“Pillo”, descrito como un niño lleno de vida, soñador, dicharachero, sociable con todas las personas de diferentes edades, devoto de la iglesia cristiana, pidió a su madre que lo llevara a una exposición de autos, en las instalaciones de la Feria.

La entrada del evento era a las 16:00 horas, la salida estaba programada para la medianoche, a esa hora recogerían a “Pillo”, quien era acompañado por un amiguito. El evento terminó antes. Los niños quisieron hablar por teléfono pero no lo pudieron hacer desde la Feria, y decidieron cruzar el Periférico.

En su oportunidad, se informó sobre el accidente que el tráiler que embistió al menor, circulaba de Torreón a Gómez Palacio, por el carril lateral del Periférico, frente a la Feria, y el niño iba a cruzar cerca de unas boyas, de la Feria al mall, cuando fue golpeado y arrojado siete metros.

La familia asegura que todo el croquis elaborado por la Policía Federal Preventiva (PFP), está alterado, que el niño sólo tenía sangre en la cabeza, por el golpe que recibió con un extremo de la parte frontal del tráiler y que trató de cubrir instintivamente con su mano.

Testigos del accidente sostienen que el trailero Simón Olguín Dávila de 33 años, no se detuvo —sin embargo se elaboró un croquis como si el vehículo hubiera quedado en el lugar del accidente— y fue alcanzado gracias a un taxista que lo siguió durante 15 kilómetros, cuando intentaba huir rumbo a Francisco I. Madero.

A las 21:26 horas se registró la llamada que recibió la madre de “Pillo” en su teléfono celular, un testigo le dio la mala noticia, utilizando el número que el menor tenía en su cartera. Toda la familia se movilizó, y mientras tanto, en menos de 24 horas, el chofer, en domingo, ya había recuperado su libertad, mediante el pago de una fianza, fijada por el Ministerio Público en 150 mil pesos.

Actualmente, el expediente está en etapa de integración, en el Ministerio Público rural, a cargo de Jesús Esparza Bejarano. La familia no ha querido firmar convenios, para ellos el dinero no soluciona nada, no devuelve a la vida a su hijo.

Dos semanas antes del accidente, toda la familia Reyes Bonilla disfrutó unas vacaciones en Puerto Vallarta. “Pillo” quedó maravillado y le dijo a su madre que iba a estudiar mucho, para poder comprar un hotel y todos se la pasarían muy bien siempre.

Un día antes de la muerte de “Pillo”, su madre transitaba por el Periférico de Torreón a Gómez Palacio, al pasar por la Feria vio mucho movimiento, una ambulancia, patrullas y un cuerpo tapado con una sábana, el cadáver era el de Omar Eduardo, al día siguiente, metros más adelante, tuvo que ir a encontrar a su hijo.

Para las dos familias, la muerte de sus pequeños alteró sus vidas, las coincidencias en los casos fueron considerables, ambos tienen la inquietud de colocar una cruz en el lugar donde dejaron de existir sus hijos, para recordarlos y mostrar a la gente el peligro al que se expone al tratar de cruzar el Periférico.

DESARROLLO ¿SIN PEATONES?

Respecto a los accidentes donde perdieron la vida dos menores de 12 y 13 años, en el Periférico, en casi igualdad de circunstancias, se forma la interrogante sobre la factibilidad en el desarrollo urbano que deja a un lado a los peatones.

Algunos urbanistas argumentan que el desarrollo de las ciudades se está haciendo en función del automóvil, dándole más prioridad al parque vehicular que al peatón. “En bulevares de ésta y otras ciudades, se quitan camellones centrales, laterales, se meten vías rápidas, se ponen puentes, donde en ocasiones no se necesitan”, señala Alfredo Morales Pérez, catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C).

El académico expone que el fracaso en algunas obras viales ocurre, porque no se hicieron mediante un consenso, “ni siquiera mediante un recorrido, por bicicleta, motocicleta, a pie, por los diferentes medios, para poder darse cuenta del tipo de planteamiento que es necesario hacer y no en función de las ciudades modernas”.

Sociólogo con maestría en Comunicación, Morales Pérez opina que el desarrollo urbano se está haciendo de una forma muy caótica, “no tenemos facilidad todavía para planear a 15 ó 20 años, el Periférico ha quedado rebasado y fue absorbido por la mancha urbana, ahora empezamos a denominarle bulevar. Nuestros urbanistas siguen con una visión corta, tal vez no sea problema de ellos, sino de nuestras autoridades de los diferentes niveles”.

El catedrático citó la información donde un candidato a un puesto de elección popular, pasó la noche en una colonia y se dio cuenta que había carencia de agua. “No pueden estos políticos grandes o pequeños, hacer recorridos a pie, en bicicleta, en autobús, por la tarde o noche, para conocer otras problemáticas sin que tengan que posar para la foto y conocer así de fondo las necesidades”.

Las mismas autoridades argumentan que los bordos son enemigos de las vías rápidas. Sobre el punto, también maestro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, señala que se deben generar campañas de prevención, colocar señalamientos y así el peatón se dará cuenta que en ciertos puntos hay zonas peligrosas y podrá tomar sus precauciones.

“Un bordo en la carretera, amortigua el alto índice de accidentes, porque si lo ponemos, es síntoma de que ahí se transita a alta velocidad. El bordo es una medida preventiva para el peatón, no es una medida agresiva para el automovilista, pero lo ve así porque no tenemos una cultura de respeto a la vida humana, a través del peatón”.

Durante la actual ampliación de los carriles del Periférico, no se cuenta con puentes peatonales, aun cuando se están atravesando colonias pobladas. “Ya deberían tomar cartas en el asunto las autoridades, hacer un consenso, observar, medir aforos, entradas y salidas habituales de peatones, conductores, y garantizar un poco más la vida de los habitantes y no hostigarlos con puentes en lugares que no lo requieren, pero que sí deben facilitar el acceso a sus viviendas”.

Una hipótesis de Morales Pérez es que somos unos automovilistas neuróticos en este estado actual de vida. “Tenemos que cruzar distancias considerables a gran velocidad, por eso se debe conjugar la cultura vial con una normatividad rígida, que nos haga a los conductores respetar las señales, y al peatón cuidarlo como un habitante que merece nuestro respeto y podamos compartir un espacio urbano”.

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