La solicitud que hicieron personas extrañas a un procedimiento penal, para que el Ministerio Público Federal aceptara una fianza que la persona, no detenida, para que pudiera abandonar la cárcel, que no ha llegado a pisar, tiene dos aristas, en primer lugar que es posible que un tercero otorgue la suma y en segundo lugar que sería correcto siempre y cuando recobrara la libertad perdida, lo que no parece ser el caso pues en el MPF no había reo presente y ni tan siquiera cuando consignó la averiguación pidió se girara orden para aprehenderlo. Es cierto que el MPF puede, a solicitud de la parte interesada, fijar una caución para que quede en libertad provisional el inculpado. Al inculpado es a quien conviene, a nadie más, que se establezca un monto que puede ser fijado en efectivo, en billete de compañía afianzadora o en hipoteca. Por cierto, en su calidad de sub judice, liberado provisionalmente, le obliga a presentarse, una vez iniciado el proceso respectivo, el día de la semana que señale la autoridad judicial, así como las veces en que sea citado a diligencias procesales so pena de ser revocado el beneficio en caso de rehusarse a cumplir con esas prevenciones.
De lo que sé es que, si en verdad se acordó fijar el beneficio sin que hubiera petición expresa del inculpado en la averiguación que integraba el Ministerio Público, haciéndolo éste de manera oficiosa, creo que va más allá de lo que corresponde hacer a esa representación social. No es su papel, se excede en sus funciones, fijar una caución sin que previamente haya petición expresa del detenido, tal como lo dispone el texto del Artículo 20 fracción I de la Constitución. Antaño sólo el juez, previa promoción, podía legalmente poner en libertad al indiciado. Eso cambió, buscando beneficiar al detenido de un delito no grave, cuya peligrosidad resultaba mínima, permitiéndose que el Ministerio Público pudiera, a petición de lparte, fijar, desde la averiguación previa, el monto de la caución. Esto es, lo que no cambió es el principio de que la medida debería decretarse sólo mediante impulso procesal del inculpado.
El juez decidió devolver, al serle consignado el asunto, tanto el expediente como el billete de depósito de la fianza aduciendo que el MPF hizo un trámite equivocado al decretar libertad a una persona que no estaba a su disposición ni contra la que había pendiente una orden de detención. Lo que indica desbarró la parte acusadora haciendo cosas que jurídicamente no debió hacer, enseñando el cobre al no tener ni idea de cómo se cumplen las tareas propias de su oficio o permitiendo que motivos políticos lo alentaran a errar. Lo mismo sucede con ese tonto empeño de supuestamente vulgarizar el apellido de Andrés Manuel llamándolo únicamente “Señor López” a que se ha dedicado con singular entusiasmo el vocero de la Presidencia, pretendiendo publicitarlo con sólo el apellido del padre, queriendo calar en la conciencia de los mexicanos que se trata de un López cualquiera. Es un deseo, destinado al fracaso, de no hacerle propaganda pues con la persecución seudo-legal de que lo han hecho objeto lo han popularizado hasta las nubes, siendo hoy más conocido que el rebozo de Santa María. Hay la posibilidad, aunque para ello se necesitaría un mente muy retorcida y una sutileza más allá de la que han demostrado sus enemigos hasta ahora, de que al decapitar o cercenar el apellido quieran dar a entender subliminalmente que carece de progenitora. Un insulto muy grave.
Estos criterios de que antes no y ahora sí hay fundamentos legales para pedir se gire una orden de aprehensión, a quienes presenciamos ese zigzag judicial parados en la calle nos provoca la idea clara de una ausencia de motivos jurídicos que están siendo substituidos por cuestiones netamente políticas que deberían dirimirse en las urnas electorales el año próximo y no en un sainete de barandilla. Esto contamina peligrosamente el ambiente. ¿Se habrán percatado nuestros gobernantes o no querrán hacerlo? Los medios eclesiásticos, la comisión episcopal de Pastoral Social de la Iglesia Católica y la Conferencia del Episcopado Mexicano, muestran opiniones divergentes, no vistas desde que Martín Lutero fue ex comulgado por el Papa León X. Se pone en duda la unidad de los elementos castrenses y con pretexto de una disciplina militar, se hacen rudas amenazas. En las cámaras legislativas se pierden los estribos cuando alguien cambia argumentos por una escupitina. Los ministros de la Suprema Corte escinden sus criterios. Los artistas arrojan claveles blancos en la residencia de Los Pinos. Marta Sahagún, esposa de Vicente Fox, presenta su autobiografía, hecha “a mano, por las noches, para no despertar al presidente”, yo diría, aprovechando el lance, urge que lo despabile.