Qué se puede pensar de un sujeto que se deja llevar por sus emociones, sólo porque está ofuscado, perdiendo la compostura a tal grado que cegado por la ira, intenta hacer saber que él es muy valiente, atreviéndose a lanzar un escupitajo en el rostro de quien lo ha imprecado soezmente. Es seguro que los ánimos estaban exaltados, mas eso no justifica el que uno lance un insulto verbal y el otro responda, descompuesto y colérico, arrojando un espumarajo a su oponente. Pero ¿qué significa que alguien utilice la saliva como un vehículo de contaminación? ¿Es acaso que quien procedió a enviar lo que producen sus glándulas salivales tiene el VIH y quiere que los demás se contagien de la terrible enfermedad? No acabamos de entender cómo una persona normal puede mostrarse como un hotentote que se falta al respeto a sí mismo, a la persona ultrajada y a la sociedad en general.
El diputado federal actuó como la llamada serpiente de anteojos, que suele impeler veneno por sus fauces para cegar a su enemigo y atacarlo, con el cuello dilatado y los colmillos acanalados. El utilizar la saliva como arma alude a que puede ser un intento atávico que busca humillar, degradar y deshonrar a su contrario. Lo más terrible, en este caso, sería que su hígado le funcionara mal o que no hubiera lavado su boca, saliendo un esputo pestilente, virulento y apestoso. Lo que resultaría cierto si además la espuma iba acompañada de una mucosidad pegajosa, procedente de las vías respiratorias, llamada flema o gargajo. Es increíble que alguien así ocupe una curul. Un carretonero, de los que todavía persisten en la provincia, se avergonzaría de ver cómo un señor acicalado, oliendo a lavanda inglesa, sea capaz de tan deleznable hazaña, que de ninguna manera suma méritos a su personalidad de legislador. ¿Qué ha sucedido en ese recinto sacrosanto de la Patria?, ¿en cuál encrucijada se ha extraviado el respeto a los semejantes? Aunque convendría escudriñar con detalle en la bóveda craneal de ambos legisladores, para ver si hubo un retroceso biológico a cuando los antecesores del homo sapiens se mantenían en los árboles, chillando y mostrando su dentadura mientras se mecían de una rama a otra.
Los humanos producimos un litro de saliva al día. Para tal cometido tenemos, en pares, órganos llamados parótidas, submaxilares y sublinguales. Imaginemos para cuántos escupitajos alcanzaría esa saliva, peor si el diputado padece de tialismo, que es la secreción permanente y excesiva de líquido bucal. Si el ser humano produce un litro diario, quinientos diputados lo harán segregando quinientos litros, que en un mes serían 15 mil, en un año 180 mil y en tres años, que duran en su encargo, alcanzaría la suma 540 mil litros. ¿Se imaginan los residuos bucales que se podían ubicar en cada una de los rostros enemigos? Me pregunto: ¿es la saliva un argumento contundente imposible de refutar? Creo que sí lo es porque, cuando usted quiere rebatir la vileza, el escupidor esconde su cara cobarde entre sus compañeros, buscando refugio, porque en el fondo de su corazón reconoce que ha actuado con despreciable ligereza. Mientras el agraviado se limpia la salivación con el pañuelo su agresor pone tierra de por medio dado que por lo común se trata de un sujeto cuyo perfil psicológico es el de un apocado, timorato y acoquinado. Es relativamente fácil juntar saliva previo ejercicio, lo que es difícil es comportarse como un hombre hecho y derecho, cuando se carece de los arrestos necesarios para soportar con ecuanimidad la violencia verbal que se apodera del ser humano al darse cuenta que otros piensan de manera diferente.
Me pregunto ¿Es esto lo que se busca? dividir a la colectividad en bandos irreconciliables que reaccionan con la sensibilidad a flor de piel. ¿Están tan obsesionados nuestros gobernantes, contemplándose en el estanque donde solía reflejar su rostro Narciso, para no darse cuenta que están montando a la sociedad en un barril de pólvora? Hasta ahora ha sido un salivazo que no deja rastro, salvo un resentimiento de frustración en la víctima que puede se desvanezca con el paso del tiempo, a mayor razón si el diputado que lanzó la ponzoña se disculpa. Lo que no va a desaparecer es la idea de que estamos obsesionados en atajar de una vez por todas, a como dé lugar y tope donde tope, a los grupos de izquierda que tienen tanta igualdad como los grupos de derecha de participar en un proceso electoral.
¡Dios santo!, ¿qué hicimos para merecer estas angustias? En la democracia participan o deberían hacerlo todos los candidatos sin reparar en el color de sus divisas. Cuando se pregona la justicia como bandera inmaculada, no se piense que nadie se entera de cuáles son las verdaderas motivaciones.
NOTA BENE: Señor diputado, el tialismo es causado por una secreción súper abundante de saliva, a pesar, de no ser doloroso ni peligroso, debe combatirse con el uso de las infusiones aromáticas, tales como las de té, de manzanilla romana, de hinojo, de anís o de algunas plantas sacadas de la familia de las bilabiadas. Cuando se resiste el tialismo algunos recurren a la sangría del brazo, a los purgantes ligeros y al uso de polvos absorbentes, tales como la magnesia calcinada y los polvos de ojos de cangrejos.