AGENCIAS
MÉXICO, DF.- No hay duda de que la champaña significa fiesta; desde los más accesibles hasta los más encumbrados, todo es cuestión de burbujas, muchas burbujas, cuando hablamos de beberlo, claro está.
Una forma excelente de degustarlo en la mesa es acompañando a la comida de principio a fin, y otro, menos evidente y más refinado es servir platos elaborados con este vino (se pueden hacer tarjetas con el menú destacando estos platillos).
Si existe la cocina al vino blanco y al vino tinto, por qué no ha de ser la del champaña la más digna.
No falta en un recetario tradicional de la región francesa de Champagne, una gran variedad de platos posibles de elaborarse para la mayoría de los amantes de la culinaria no profesionales.
Las ostras con gelée de champaña pueden circular como aperitivo o funcionar como entrada: el agua de las ostras mezclada con un brut y briznas de hierbas frescas con un toque de pimienta negra.
Para el salmón al champaña, los filetes gruesos se salpimentan, se cuecen a buen calor por poco tiempo, se bañan con champaña y poca crema, al jugo de la cocción se agregan unas cucharadas de este vino y se baten sobre fuego vivo para ligarlo. Se adornan con dos echalotes picados alrededor.
Un buen pollo gordo se prepara a la cacerola, con echalotes picados y champaña brut perfumado con una cascarita de limón, se termina con un hilo de crema de leche fresca y cebollín cortado fino.
En el postre, la champaña se luce como un delicado sabayón, caliente o helado, y se debe usar siempre un brut y azúcar rubia, para bañar fresas frescas bien maduras, o simplemente macerar en el espumante duraznos en mitades con escamas de jengibre, durante una hora y al frío.