“La experiencia no es lo que le sucede al hombre, sino lo que ese hombre hace con
lo que le sucede”.
Aldous Huxley
Pocas experiencias han sido tan exitosas en lo económico para México como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero debido a una verdadera conspiración de los actores políticos de nuestro país, los cuales están más interesados en su beneficio personal que en el bienestar de nuestro país, se ha generado un lamentable silencio sobre los beneficios de este acuerdo.
La reunión cumbre de ayer entre el primer ministro de Canadá, Paul Martin, y los presidentes George W. Bush de los Estados Unidos y Vicente Fox de México, debió haber sido una celebración sobre uno de los pactos económicos más notables del mundo. El comercio entre los tres países se ha más que duplicado en los años del TLC. En el caso de México el beneficio ha sido particularmente alto. Las exportaciones mexicanas a nuestros socios comerciales norteamericanos son hoy el triple que en 1993. El intercambio con Norteamérica se ha convertido en uno de los pocos capítulos brillantes de una economía que ha enfrentado persistentes problemas desde 1994.
Nuestros políticos, sin embargo, insisten en presentar el TLC como un fracaso. Poco les importa la información disponible. Callan ante los datos que señalan el aumento de las exportaciones y la creación de empleos, o sostienen -como es fácil hacer- que lo logrado no es suficiente. Utilizan cifras parciales para argumentar que el campo mexicano se ha desplomado ante las importaciones estadounidenses y cuando surge información que sugiere que en un duro campo de batalla los agricultores mexicanos han ganado más batallas de las que han perdido prefieren enfocar su atención en los productos en los que hemos tenido problemas. Pero siempre omiten decir que la falta de competitividad en estos productos es consecuencia directa de las medievales políticas de nuestro Gobierno especialmente en materia de propiedad de tierra.
La verdad es que los mexicanos debemos buscar que se profundice el TLC antes que revisarlo para imponer nuevas barreras al comercio. Para empezar, tenemos que demandar que los acuerdos originalmente firmados en 1993 se apliquen cabalmente. La apertura de la frontera de Estados Unidos a los camiones mexicanos, por ejemplo, estaba prevista hace años, pero el proceso no se ha completado. El azúcar mexicano debe tener acceso al mercado estadounidense, así como la alta fructosa estadounidense -o mexicana- debe recibir un trato justo en nuestro país. Deben, por otra parte, eliminarse los obstáculos a la importación por Estados Unidos del atún mexicano.
Del Tratado de Libre Comercio se han beneficiado los tres países participantes. Es verdad que Estados Unidos ha caído en un enorme déficit comercial con México y Canadá, pero esto se debe a razones internas. La exuberante política monetaria estadounidense ha generado una demanda interna que el aparato productivo nacional simplemente no puede satisfacer. Pero el hecho de que las empresas estadounidenses puedan establecer operaciones de manufactura en México, con costos más competitivos que en la Unión Americana, ha permitido que sobreviva en los Estados Unidos una gran cantidad de procesos productivos que de otra manera se habrían ido completos a China o a otros países de Asia.
Tarde o temprano un verdadero mercado abierto debe permitir el libre movimiento no sólo de mercancías e inversiones sino también de trabajadores. Pero los mexicanos debemos entender que no es fácil para ningún país dejarse invadir por millones de personas con una etnia y una cultura distintas. Muchos mexicanos han mostrado también una actitud de rechazo los inmigrantes que han llegado a nuestro país en el pasado -libaneses, españoles, argentinos, chilenos, guatemaltecos— a pesar de que por su número nunca fueron una amenaza a la identidad cultural de la nación como lo son los mexicanos en la Unión Americana.
El gran reto de México es aumentar la integración económica con los Estados Unidos. No les prestemos atención a nuestros políticos que buscan levantar nuevas barreras entre los dos países. Ellos le temen a una economía abierta porque les cierra las posibilidades de manejar a los grupos de trabajadores de los que se han aprovechado durante tanto tiempo a través de un régimen corporativista. El futuro de México lo marca la única vía que ha generado progreso económico en los últimos años: la economía abierta.
VACACIONES EN EL SAT
En plena temporada de declaraciones anuales -en este mes las empresariales- se le está dando servicio al portal de Internet del SAT. Del 18 de marzo al 28 de marzo -¡diez días!- el portal no funciona adecuadamente. Y luego las autoridades quieren que los contribuyentes cumplan a tiempo con sus obligaciones.
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