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El verdadero amor/Diálogo

Yamil Darwich

El próximo lunes 14 de febrero, se festeja un aniversario más del “Día del amor y la amistad”, fecha que ayuda a levantar las ventas de comercios de todo tipo, luego de la “cuesta de enero” que cae como losa en la economía nacional, después del famoso período conocido como “Lupe-Reyes”.

Y qué bueno que haya muestras de afecto en ese día; qué mejor que podamos saludar afectuosamente a los seres queridos y hasta recordar a aquellos que ya dejaron este mundo, sin embargo el amor es mucho más que sólo una expresión romántica y mercadotécnica.

La palabra amor, según el diccionario etimológico de la lengua española se refiere a: “Sentir afecto, cariño o ternura: latín amare ‘amar’, probablemente de una palabra infantil ‘amma’ ‘madre’. De la misma familia amabilidad, amable, amante, amigo, amistad, amo, amor, enamorado, enamorar, enemigo; posiblemente: ameno”.

El diccionario Océano Uno enuncia: “Amor, m. Afecto por el cual busca el ánimo, el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo. Pasión que atrae un sexo hacia otro, blandura suavidad. Persona amada. Esmero con que se trabaja una obra deleitándose en ella. Voluntad, consentimiento. pl. relaciones amorosas. Objeto de cariño especial para alguna. Expresiones de amor, caricias. Nombre del Dios de la pasión amorosa en la mitología grecorromana llamado Eros por los helenos y Cupido por los latinos”.

Aun estas definiciones quedan cortas al referirse, principalmente, al amor romántico, el que puede sentir un ser humano por otro estando generalmente un hombre y una mujer involucrados, aunque hoy en día no podemos olvidar a los grupos minoritarios y sus sentimientos. Finalmente éste no es el Diálogo para tratar ese tema.

Las clasificaciones del amor son mucho más complejas, teniendo algunas definiciones de ese sentimiento, dependiendo de quiénes y hacia quiénes lo sienten.

El que se considera más grande, sublime, irrebasable es el “amor deídico”, aquel que sienten los creyentes practicantes, al que atienden con esmero; el amor a Dios. En el caso existen muchos ejemplos que pudiéramos citar, bástenos recordar toda la literatura religiosa sobre los santos y sus vidas ejemplares de los católicos y otras historias de distintas religiones, todas verdaderamente admirables.

El amor filial, ese que siente la madre por el hijo, que ha sido inspirador de poesías tradicionales mexicanas como “El brindis del bohemio”, sólo por recordar una. Igual con el amor del padre, que es tan poco festejado por ser nosotros, de fondo, una sociedad en la que vivimos fuerte matriarcado administrado desde el núcleo familiar.

También existe el filántropo, ese sentimiento de solidaridad y afecto verdadero que sentimos los seres humanos por los demás, más allá del desprendimiento momentáneo ante la alcancía de un pobre en el cruce de caminos o por el donativo dado, muchas veces obligados por “el que dirán” durante campañas de organizaciones sociales como la Cruz Roja Mexicana. A estas alturas del “Diálogo” tal vez usted ya haya descubierto que no somos tan dedicados al verdadero amor... o, ¿qué piensa?

Otros amores también son cultivados, como el platónico, que formando parte del romántico sirve para encuadrar a los sentimientos de afecto por un ser humano que no está en las posibilidades de ser alcanzado, conquistado. Ni qué decir del erótico, el más frecuente, curiosamente más intenso, de “ardorosa pasión” y en veces poco prolongado y otras, cuando llega a terminar en tragedia.

Ese amor romántico permite a los seres humanos unirse para formar sociedades matrimoniales y procrear hijos. ¿Ya ha reflexionado lo sublime de ese sentimiento?, tanto así que nos deja persistir como especie sobre la faz de la Tierra, al favorecer la creación de nuevos individuos; la otra forma es simplemente animal.

Tampoco olvide el fraternal, ese que sentimos por los compadres y amigos, por los ex condiscípulos o los compañeros de trabajo, amor que llega a ser explosivo y hasta exagerado, especialmente entre aquellos que gustan de alimentarlo en bares y centros de diversión.

Ese amor tiene su contra fuerza, la de tánatos, la muerte, el lado negativo del sentir humano, ese que comúnmente lo ubicamos en la oscuridad, en las sombras, en lo oculto; ¿qué más temor que perder la propia vida o la de los seres queridos?

Odiar es más cercano a la muerte, a la fuerza negativa, así como amar es la mayor expresión de la vida.

Hay ejemplos de cada uno de los tipos de amor sobre los que hemos “dialogado”, usted podrá fácilmente ponerles nombres y apellidos, imágenes de cuerpos y caras, recuerdos de hechos y circunstancias que le hicieron sentir feliz, querido, amado. Lo invito a que haga el ejercicio, seguramente se sentirá muy reconfortado.

Luego de estar tentado a citarle personajes y amores famosos, que sin duda usted conoce mejor que yo, quiero mencionarle una forma de amar, poco reconocida, muchas veces olvidada.

Se trata del amor filial, fraterno, filántropo y hasta deídico que siente gente que vive como apostolado el servicio al prójimo. El amor que hace renunciar a algunas personas al matrimonio, formar su familia y con ello disfrutar el afecto profundo de los hijos; ese que deja a un ser humano entregarse completo y para siempre a los demás a través de la educación, no sólo en sus mejores años sino para siempre; aquel que cada día que pasa le permite llegar al lecho de la cama a rezar las oraciones de la noche, como religioso que es, con el sentimiento de haber hecho lo mejor en sus labores y responsabilidades de la jornada; que genera el desprendimiento de sí mismo y la renuncia a atesorar dinero o bienes a cambio de sentirse satisfecho.

Sé que puede empezar a tener la impresión de que me estoy refiriendo a un santo o al Papa en su lecho de enfermo, o a un gran pro hombre como Gandhi; así insistimos en radicalizar nuestras visiones sobre lo que es la calidad humana, tanto que no intentamos imitarla, pero se trata de una persona más sencilla y “mortal”, común a muchos de nosotros.

José Rubén Sámano y Álvarez es un profesor lasallista que desde 1954, trabaja en educar a las nuevas generaciones, muchas de ellas de laguneros y a estas fechas ha sumado miles de egresados que ven en él un ejemplo de persona, honrada, de valores trascendentes y humanos, que ama y enseña a amar.

En días pasados un grupo numeroso de sus ex alumnos se reunió con él, sólo porque sí, para verlo y que los reconociera, algo tan profundo y a la vez tan simple como eso, pero que me es muy útil para provocarlos a ustedes a dialogar sobre el tema del amor y la amistad, con imágenes reales y cotidianas de seres humanos que nos pueden estimular al bien y espero que acepte retomarlo con sus seres queridos, haciendo un recuento y descubriendo lo inmensamente ricos que somos al tenerlo. ¡Ah!, me olvidaba: y sin tener la necesidad de comprar regalos.

ydarwich@ual.mx

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