En el Diálogo del 13 de octubre del presente año, tratamos el problema de la “generación superficial”, la que los norteamericanos llaman “light”, con base a sus usos y costumbres; vimos cómo ha estado influyendo en la Sociedad Mexicana, incluida la lagunera, que poco a poco empieza a sentir los efectos en muchas de las actitudes de algunos jóvenes que no desean tomar responsabilidades o aceptar el reto de ser humanos integrales. También hablamos de la influencia del consumismo y la creación de falsas necesidades, que se construyen para que la gente compre, haciéndonos vivir a diario el bombardeo publicitario, tratando de convencernos a comprar, tener, usar, gastar y desperdiciar. Una forma nueva y sofisticada de esclavizar.
Debo aceptar que dialogamos sobre el problema y poco insistí en la solución; hice conciencia ante el reproche de algunos amigos del Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas, de ahí que ahora les invite a que reflexionemos en la importancia de aprender a vivir; saber diferenciar cuál es el verdadero éxito en la vida.
La gran enseñanza me la dieron dos jóvenes estudiantes, ellos son César y Guillermo Castillo Roldán; el primero de los hermanos estudia Ingeniería Industrial, el otro Licenciatura en Administración de Empresas, y sus muy amigos les llaman “los hermanos Mercury”, en referencia a una pareja de acróbatas de televisión; ellos también lo son, pero en su universidad; universitarios que hacen malabares para luchar contra la superficialidad.
Me convencieron con una presentación -impecable por cierto– a la que fui invitado; en ella expusieron sus ideas sobre una de las maneras de alcanzar el éxito, que dicen es con base a trabajar el carácter al interior de la familia.
Aplican un programa que aprendieron de International Association of Character Cities, que se dedica a promover los valores a través de fortalecerlos desde los cimientos de la sociedad.
Ninguno de nosotros podemos romper con la definición tradicional de familia: unidad estructural y fundamental de la Sociedad Humana; con base a ella, nos hemos podido organizar, apoyados en el sedentarismo, construyendo aldeas y ciudades a las que les hemos impuesto un orden para poder vivir en acuerdo, o al menos intentarlo.
La familia, sin duda, es el centro inicial de enseñanza; ahí aprendemos las primeras actitudes hacia la vida social, pero también da los fundamentos para seguir las costumbres y aceptar la cultura a la que pertenezcamos; de ella adoptamos reglas de conducta y los principios de intercomunicación con otros seres humanos integrantes de la misma y de la sociedad. En otras palabras: recibimos las bases para que podamos jerarquizar nuestros valores humanos, sociales y trascendentes.
Siendo así, no es tan irrazonable pensar que al atender a la familia podremos lograr mejores formas de vida interior y exterior; desde luego habrá que agregar otros ingredientes, tales como las creencias religiosas y la jerarquización dada a los valores trascendentes.
Los jóvenes Castillo Roldán hablan de una familia de carácter, que para ellos “enfrenta retos y presiones; aunque tiene imperfecciones, incongruencias y necesidades; encara conflictos y fracasos periódicos, pero se ha propuesto aprender lo que es la verdadera armonía y el aprecio genuino entre sus miembros y para con los de fuera de su familia”.
Sin duda que nuestra cultura latina basa mucho de su fortaleza en la familia y desde ella se pueden enfrentar los ataques del mundo de la superficialidad, de ahí que sea vital para los interesados desarticularla, o al menos debilitarla. Recuerde que la soledad ayuda a poseer al individuo con mayor facilidad.
Nos invitan a reflexionar en cosas tales como: “tenemos edificios más altos pero paciencia más corta; más comodidades pero menos tiempo; más conocimientos pero menos juicio; casas más elegantes pero hogares deshechos; purificamos el aire pero contaminamos nuestras almas; viajamos a la Luna pero no vamos a visitar a nuestros vecinos; agregamos años a la vida pero no vida a nuestros años”. ¿Le parece errada la visión de este mundo superficial?
También nos dan algunas bases para lograr constituir una familia sana, paso a paso, casi como una receta de cocina, la que podemos seguir, si queremos, para lograr unión y sentimientos positivos, alimento espiritual que se ha perdido en muchos hogares; nos hablan de cosas como “asumir responsabilidad, decidir, establecer la relación entre carácter y éxito y comprometerse personalmente”, términos que requieren de especial esfuerzo. Por último nos proponen ejercitarnos en 49 cualidades para alcanzarlo.
César y Guillermo han establecido una campaña de valores en su universidad, lo han hecho solos, sin pedir apoyos ni solicitar prebendas especiales; curiosamente tampoco han acudido a la Administración o a la Asociación de Participantes Académicos para pedir dinero. ¿Qué le parece?
Lo que han hecho es colocar carteles diseñados por ellos mismos en los que llaman la atención de sus compañeros en relación a algunas actitudes hacia la vida; por ejemplo, promueven el ahorro contra el despilfarro y tratan las formas de hacerlo y los beneficios que se alcanzan con esa práctica; por último, nos invitan a decidir sobre la posibilidad de ahorrar más, hacer buen uso de lo que ya tengo, buscar el mejor precio, presupuestar mi dinero, tiempo y energía; a no confundir lo que necesito con lo que deseo, o lo que me quieren convencer que compre. ¡Duro y a la cabeza!... ¿verdad?.
Igual confrontan la atención contra la distracción, benevolencia contra el egoísmo; bondad contra aspereza; cautela contra impulsividad; compasión contra indiferencia; confiabilidad contra volubilidad; contentamiento contra codicia; creatividad contra conformismo; cuidado contra descuido; deferencia contra descortesía, etc.
Pareciera que predican en tierra árida, sin embargo, ya son varios los compañeros que buscan los carteles y hacen sus propias reflexiones. Los hermanos Castillo Roldán participan en el cambio social sin muchos aspavientos, sólo cumpliendo con el compromiso con ellos mismos, en lo que creen.
Ahora le hago la pregunta: ¿con cuántos muchachos como ésos pudiéramos contrarrestar el efecto de la superficialidad? Sin duda que son verdaderas palancas del humanismo que luchan por un mundo mejor. Me atrevo a ser indiscreto y les comparto un número telefónico: 7 11 06 76. Si usted quiere unirse en la batalla, aprovechar su disposición, llámeles –especialmente si usted es profesor–; seguramente le ofrecerán la conferencia que les escuché y la metodología que conocen. Le aseguro que responderán como son ellos, sin costos, sin perseguir beneficios personales; como los “malabaristas” que son.
ydarwich@ual.mx