Las posibilidades del Partido Acción Nacional de cara a las elecciones que en Coahuila renovarán Gobierno, Congreso y Ayuntamientos, dependen por completo del acierto de dicho partido al designar candidatos.
Lo anterior porque en atención al posicionamiento del Partido Revolucionario Institucional y a la estructura que asegura al PRI un importante porcentaje de voto duro, las expectativas del PAN se cifran en su capacidad de movilización ciudadana para atraer a las urnas, al menos al sesenta por ciento del electorado, como lo exigen las estadísticas históricas en la experiencia de dicho partido. En otras palabras, para que el PAN pueda ganar esta y cualquiera otra elección, necesita suscitar una participación general que arroje como resultado, al menos ese porcentaje del padrón de votantes.
Lo anterior es posible. En las elecciones intermedias de 1996 el PAN obtuvo mayoría en los principales municipios de la entidad a saber: Saltillo, Torreón y Monclova, a los que se sumaron triunfos del blanquiazul en otras ciudades como Ramos Arizpe, Frontera, Nava y General Cepeda. La consecuencia de la elección en comento, fue que el PAN obtuvo mayoría en la votación general de todo el estado, lo que en el caso de una elección de gobernador, le habría dado el triunfo.
Más tarde el PAN repitió mayoría en las elecciones del año 2000 y si bien esto último suele explicarse en función del efecto Fox, ello no implica desdoro para los aspirantes al Congreso de la Unión, tanto al Senado como a la Cámara de Diputados, que resultaron ser importantes imanes. En el caso del senador Jorge Zermeño, en el área de la Comarca Lagunera obtuvo más votos que el hoy presidente de la República y el entonces candidato a diputado federal Guillermo Anaya, avasalló a un experimentado contrincante priista.
Los resultados mencionados con antelación contrastan con los obtenidos en las elecciones de 1999 y 2003, en los que el PAN quedó muy por debajo de las cotas logradas en sus buenos tiempos, precisamente en función del bajo perfil o el escaso desempeño según el caso, de los candidatos propuestos en esas ocasiones.
De lo anterior se sigue que si el PAN de Coahuila desea enfrentar dignamente a la aplanadora priista en las próximas elecciones deberá hacer acopio de sus mejores hombres y mujeres y hacer una propuesta integral a prueba de errores, tanto en el rubro de candidato a gobernador como a alcaldes, que garantice una abundante concurrencia a las urnas.
Las condiciones externas al PAN están dadas; la estrategia excluyente del gobernador Enrique Martínez al monopolizar la elección interna del PRI, ha convertido dicho proceso en un tablero en la que el gobernador juega con piezas de todos colores. Además de las heridas internas que dejará en el tricolor semejante estilo, la ciudadanía experimenta una mezcla de hastío y desconfianza, que bien pueden ser capitalizados por la oposición.
Vistas así las cosas, pareciera muy fácil el que los blanquiazules lanzaran como candidatos a los aspirantes que cuenten con antecedentes exitosos en elecciones precedentes, sobre todo si la designación depende del voto libre y secreto de cada uno de los militantes panistas.
Sin embargo no todo es miel sobre hojuelas. Como ocurre en cualquier organización política, al interior del PAN coexisten múltiples liderazgos y diversas corrientes que van desde unas que permanecen ancladas en el pasado meramente testimonial de dicho partido o que se conforman con las posiciones plurinominales como premios de consolación, hasta otras que han asumido su condición de partido que lucha por el poder en forma activa y lo ejerce en positivamente, en los espacios institucionales de todos los niveles de Gobierno, que el pueblo de México les ha concedido.
Ojalá que los panistas de Coahuila sean capaces de hacer una propuesta digna de una ciudadanía cada vez más exigente, que el próximo 25 de septiembre saldrá a votar en función de las opciones que dicho partido sea capaz de ofrecer.
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