La escritora murió en el mes de agosto hace siete años, sin embargo, sus textos siguen vigentes.
SUN-AEE
MÉXICO, DF.- Hace siete años, en el mes de agosto, el corazón de Elena Garro dejó de imaginar y abandonó el mundo de las letras para reunirse con las musas mexicanas Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos.
Elena nació en la época posrevolucionaria un 11 de diciembre de 1920 en la ciudad de Puebla, ?tierra de artistas, barro, aromas y sabores?. Sus padres fueron José Antonio Garro y Esperanza Navarro, descendientes de emigrantes españoles, quienes despertaron el interés de Elena por la lectura en sus años infantiles.
La escritora mencionó alguna vez: ?abrir un libro es entrar a otra dimensión, a otros mundos, son maravillosos. Si no hubiera libros me hubiera suicidado?.
Fue así como la joven Elena encontró otra razón de vivir en las lecturas de Homero, Aristófanes, Miguel de Cervantes, Ernst Junger, Shakespeare, Ramón López Velarde, José Vasconcelos, martín Luis Guzmán y, por su puesto, la poesía de Octavio Paz.
Quizás el ambiente cálido y pintoresco de Iguala, Guerrero, el pueblo de su niñez, forjaron su imaginación profunda que recrea espacios, sentimientos e imágenes a través de las palabras. Al respecto, Garro mencionó: ?Yo tengo una desdicha: no puedo escribir más de lo que he visto, pues no se me ocurre qué inventar?.
Las camelias de Octavio
En los años 30, Elena era perseguida por un joven apuesto que le llevaba dos camelias y un poema dentro de una caja. Sí, era el poeta Octavio Paz, quien le impidió convertirse en monja para hacerla su esposa en el año de 1937.
En plena Guerra Civil, la pareja viajó a España para participar en las brigadas internacionales de resistencia, un año después regresaron a México y Elena se dedicó al periodismo. Sus colaboraciones aparecieron en México en la Cultura, La palabra y el hombre y Revista de la Universidad, publicaciones que dieron abrigo a otros escritores como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, entre otros.
Elena estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su gusto por la danza la animó a tomar clases de coreografía en el teatro de esa institución, así desarrollo otra de sus pasiones.
En 1937 apareció en el mundo de la literatura con la presentación de la trilogía Un hogar sólido, con el cual inició su camino por el mundo de las letras, ese recorrido la condujo a escribir Los recuerdos del porvenir, texto en que sus remembranzas de la niñez se mezclan con la imaginación de la autora.
Después del movimiento estudiantil de 1968, Elena Garro se autoexilió de México y señaló: ?México no tenía la culpa, era una cuestión política, tonta, me enfade mucho y dije: ya no vuelvo. El gobierno también se enfadó?. Fue así como la escritora cruzó el océano Atlántico y residió diez años en España y 12 en París, Francia. Su alejamiento de México y la nostalgia que sentía por la tierra la inspiró a escribir Andamos huyendo Lola, selección de cuentos en los que las vidas urbanas y campesina de México se conjugan en las descripciones mágicas de Garro.
Su regreso
En 1991, el entonces presidente de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), José María Fernández Unsaín, invitó a la escritora al país y señaló: ?Elena Garro viene a México por razones literarias. Nuestro propósito, nuestra intención es arrancar a la escritora del ostracismo, de la lejanía y del rencor?.
Esta visita permitió el regreso de Elena Garro a su patria, a su gente, a sus recuerdos y también a la creación. Esta fue una respuesta a la nostalgia, la melancolía y la tristeza que le producía el alejamiento de su país.
Alguna vez, Garro dijo que de México extrañaba a sus pueblos, sus campesinos y a Emilio Carballido, a quien ella llamaba la divina providencia.
Al final de la primavera de 1993, la escritora regresó definitivamente para quedarse, tras ella salieron del avión diez gatos, cuatro enormes maletas que componían su equipaje y después llegarían 60 cajas en que depositó sus libros. Las primeras palabras de la señora que gustaba del color beige fueron: ?Me siento muy consolada, me siento en casa. Este es mi país, no tengo otro?.
El último momento
Elena tenía problemas con la válvula del corazón, quizás por tanto dolor contenido en su interior, y en la década de los ochenta, una tos crónica anunciaba el mal estado de sus pulmones. A pesar de ello, caminaba varias horas al día, fumaba decenas de cigarrillos y tecleaba en su máquina portátil Hermes.
El 19 de abril de 1998, falleció Octavio Paz. Elena no asistió al homenaje que le rindieron las autoridades culturales a quien fuera su esposo. A mediados del verano de ese año, la salud de la escritora comenzó a empeorar y el sábado 22 de agosto de 1998 la temperatura corporal de Elena descendió hasta que ella quedó inconsciente, lejos de las fantasías y descripciones mágicas de las que fue creadora Elena falleció.
Su funeral fue sencillo, como también lo es su lenguaje literario, sin embargo sus textos siguen vigentes y demuestran que sólo Elena fue capaz de conjugar así los ingredientes de su obra, e invitar a sus lectores a disfrutarlos.