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Emergencia en Guerrero/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En vísperas electorales -el próximo domingo se renovarán los 77 ayuntamientos y la legislatura local- el Gobierno de Guerrero declaró el estado de emergencia en la entidad. Las lluvias han provocado daños en ocho municipios, pero como se teme que continúe el mal tiempo, la declaratoria es el paso previo a la recepción de auxilio en especie del Gobierno Federal.

Los estragos del clima se agregan a actos de violencia grave que hasta en una entidad tristemente afamada por sus índices de criminalidad son significativos, pues se han trasladado a Guerrero, y particularmente a Acapulco, los ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes, y los ataques a fuerzas policiacas, que en Tamaulipas, Sinaloa y Michoacán, entre otros estados, caracterizan la situación social presente.

En ese tenso marco se realizarán pasado mañana las elecciones locales. Apenas en febrero fue elegido el gobernador Zeferino Torreblanca y de nuevo, siete meses después, los ciudadanos son convocados a las urnas. Suele ocurrir por eso que los comicios municipales y legislativos que siguen a la renovación de la gubernatura sean los menos concurridos de todos. Hay quienes temen que en esta oportunidad el abstencionismo se acentúe, por los factores climáticos y delincuenciales.

Se verá asimismo si corren en esa misma dirección los efectos de la presencia de un gobernador que, por primera vez en la historia, no pertenece al PRI, pero que ha mostrado cautela (excesiva para algunas impaciencias) en mostrar un talante por completo renovador, como se espera que ocurra donde quiera que el PRI es desplazado del Gobierno. Quizá lo que Torreblanca necesita, y aguarda, es esta nueva definición del electorado, a partir de la cual comenzará a gobernar a plenitud.

Es probable, por ejemplo, que el gobernador cuente con una mayoría legislativa que le otorgue apoyo, no sólo por triunfos de los candidatos del PRD, sino porque en la recomposición política a que dio lugar la derrota del PRI, ciudadanos cercanos y afines a Torreblanca son postulados por otros partidos y podrían llegar a la legislatura, o ganar alcaldías, si bien en este punto parece claro que se ha construido una nueva hegemonía en que el PRD ha desplazado al PRI.

Hasta 1988, y con sólo algunas excepciones que adquirieron relevancia histórica, como los triunfos de la izquierda en La Montaña, en Alcozauca y Tlapa, era imposible a la oposición convertirse en Gobierno en Guerrero. Aunque en 1958 se reconoció el triunfo de Macrina Rabadán, que no era priista, su ingreso en la Cámara de Diputados formaba parte del marco en el cual su partido, el Popular, apoyaba al candidato presidencial del PRI, Adolfo López Mateos.

La disidencia guerrerense fue una y otra vez aplastada con rudeza, lo que dio origen a la insurgencia armada de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas, y a movimientos cívicos que trabajosamente transitaban en el filo de la participación electoral y la acción directa.

La elección presidencial de 1988 que tan intensamente sacudió a México, fue especialmente impactante en Guerrero, donde el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas tuvo una de sus más altas votaciones y probablemente ganó, sólo que el fraude impidió que el resultado se transparentara.

En una sesión memorable del colegio electoral de los diputados, Félix Salgado Macedonio, candidato del extinto Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), uno de los integrantes del Frente Democrático Nacional que postuló a Cárdenas, lanzó desde la tribuna el contenido de costales que pudo llevar consigo no obstante las medidas de seguridad: eran centenares de boletas a medio quemar y no incluidas en los cómputos porque favorecían a la oposición. Su audaz gesto, y la conducta que evidenció, hicieron obligado el reconocimiento de su propia victoria y de ese modo fue diputado por primera vez. Lo sería de nuevo en 2000, y previamente senador así como dos veces candidato a la gubernatura.

Su creciente votación ilustra el desarrollo del PRD guerrerense que, fragmentado en diversos segmentos, acaso con mayor intensidad que en otros estados, ha conseguido, sin embargo, su consolidación desde que participó por primera vez en comicios locales en el mismo 1989 que fue el año de su fundación. El crecimiento perredista convirtió a Guerrero en un estado de régimen bipartidista (que dejó al PAN en la marginación) en un proceso que culminó con la elección de Torreblanca. Mutatis mutandis, con el gobernador de Guerrero ocurrió lo que al PAN con Fox: Torreblanca y el PRD se nutrieron recíprocamente, y ese resultado hubiera sido imposible si cada uno por su lado lo buscara.

Al parecer, el efecto Torreblanca permitirá avanzar al perredismo. Es probable que una vez más retenga el municipio más importante, Acapulco, gobernado por ese partido desde hace seis años, con Torreblanca mismo y con Alberto López Rosas después. El candidato ahora es precisamente el ex diputado y ex senador Salgado, que comprendió que ya no era dable aspirar por tercera vez a la gubernatura, apoyó a Torreblanca y aun coordinó su victoriosa campaña.

Asegura haber dejado atrás actitudes más pintorescas que graves pero que le valieron ejemplificar la irresponsabilidad de los legisladores. Puede ganar, como lo hará el PRD en otros municipios pero no en Alcozauca, donde la izquierda se ha dividido desde que su patriarca Otón Salazar hizo opciones que lo alejaron de la asumida por la corriente central de lo que fue el Partido Comunista.

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