Dos de cada tres jóvenes que hoy tienen 17 o 18 años son incapaces de realizar actividades con algún grado de complejidad?
AQUÍ seguimos, manteniendo la tregua electoral. Y seguimos con el tema del crecimiento económico, tan importante para cualquier definición futura de este país. Como le decíamos hace un par de semanas, la única manera de tener crecimiento económico sostenido es a través de un incremento en la productividad de todos los factores que intervienen en la producción. Y la semana pasada aterrizamos esta idea para comentarle que la inversión, por sí misma, no garantiza crecimiento. Y no lo hace porque eso sólo puede incrementar el rendimiento del capital, y sólo de manera marginal el del trabajo.
Si queremos crecimiento sostenido es necesario que, al mismo tiempo que invertimos en fierros, lo hagamos también con las personas. Es decir que necesitamos mejorar el sistema educativo nacional.
Hoy ya contamos con datos de cuán mal está la educación en México. Hoy ya sabe-
mos que dos terceras partes de los jóvenes que terminan la secundaria, es decir, el ciclo básico, apenas son capaces de seguir instrucciones simples. Lo sabemos porque el examen PISA, aplicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE, así nos lo dijo. Y saber esos resultados es parte del cambio paulatino, pero muy exitoso, que tenemos en materia de información. Hoy sabemos muchas más cosas sobre el funcionamiento de este país de las que sabíamos hace unos cuantos años. Por ejemplo, este mismo examen se aplicó en el año 2000, y los resultados no los podemos conocer porque el gobierno mexicano de entonces no lo permitió.
Pero la versión del examen de 2003,
que se enfocó en matemáticas, sí la conocemos, y es de ahí de donde sabemos que dos terceras partes de los egresados de secundaria no pudieron resolver problemas, a menos que fueran elementales y todos los datos fuesen explícitos.
Este dato, como cualquier agregado, no parece gran cosa. Sin embargo, esto significa que dos de cada tres jóvenes que hoy tienen 17 o 18 años son incapaces de realizar actividades con algún grado de complejidad. Y esto significa que no lo podrán hacer por el resto de su vida, salvo excepciones
que serán escasas.
Para quienes tenemos la fortuna de dar clase, es evidente que en preparatoria, y más aún en profesional, ya hay poco que hacer con un alumno. Ya no es el momento de guiar y educar, sino de informar y desarrollar. Si un joven llega a la preparatoria sin poder resol-
ver problemas con alguna complicación, ya no tenemos mucho que hacer. Sin duda, habrá miles de maestros que intentarán ayudar a sus alumnos, y algo podrán lograr. Pero la norma no será esa.
Esto quiere decir que dos de cada tres jóvenes, con educación secundaria terminada, no podrán desarrollar mucho capital humano. Esto tiene doble significado. Por una parte, sólo contamos con uno de cada tres jóvenes para impulsar crecimiento económico. Pero por otra, mucho más grave, estos dos que no pueden con la complejidad están condenados a vender mano de obra barata, o lo que es lo mismo, a tener empleos malos, con salarios bajos. Y tienen apenas 17 años.
Pero México es el país de la OCDE en donde los jóvenes pasan más tiempo en el salón de clase en el nivel secundario. Y es en donde más tiempo se destina a estudiar matemáticas. La eficiencia de nuestra educación es una miseria. Vea usted, hoy están los alumnos en la escuela, sin hacer nada, perdiendo el tiempo nada más porque así
lo dice el programa. Ni aprovecharon sus vacaciones, ni están estudiando nada. Somos un país de farsantes.
Es impostergable la reforma educativa en secundaria. Y debemos dejarnos de tonterías y preparar a nuestros jóvenes para que puedan ganarse la vida, que técnicamente se llama ?generar valor?. Debemos modificar el plan de estudios para que cada uno de los que pasan por la secundaria esté en capacidad de competir a nivel internacional. Sólo así podrá el país competir, y sólo así podremos tener empleos buenos. Y en todas partes del mundo esta preparación para competir consiste en dedicar muy buena parte del tiempo a matemáticas y ciencias, poco menos al lenguaje y, en menor medida, a esta cosa que llamamos ciencias sociales.
En México mantenemos una farsa que llamamos ?identidad nacional?, que no es otra cosa que la reproducción del régimen de la Revolución. Es eso lo que los jóvenes tienen que escuchar en primaria, secundaria y preparatoria. Una retórica inútil, una sarta de mentiras sobre el pasado de este país, y al final, la incapacidad para ganarse la vida.
Y no vaya usted a malinterpretar. No pretendo proponer que se elimine la historia del plan de estudios, ni mucho menos. Pero, en los 30 años que llevamos con estos métodos de aprendizaje, los jóvenes saben cada vez menos, y tienen cada vez menos capacidad de competir. Y aunque haya a quien no le guste, el mundo es competencia.
Y uno no gana la competencia repitiendo mentiras sobre los mayas y los aztecas. Ni aprendiendo de memoria los cuentos de la Independencia, Reforma y Revolución. ¿Acaso nuestros jóvenes aman más a su patria con estos cuentos? No. Es como ir a la escuela en estos días, ni una cosa ni la otra. Ni amor a la patria, ni capacidad para resolver problemas. Este es un país de farsantes.
macario@macarios.com.mx
Profesor, EGAP, Tecnológico de Monterrey