“Para los amigos la Ley y la gracia, para los enemigos la Ley a secas”. No recuerdo quién lo dijo, pero lo dijo y ahora ante el affaire AMLO, lo estamos constatando. Aunque la verdad, se jalonean tanto la Ley que ya no sabe uno ni de qué lado queda.
Según yo, la confusión y la confrontación que padecemos los capitalinos en este momento, tiene mucho que ver con la monumental soberbia de AMLO y su incapacidad para reconocer sus errores y corregirlos en tiempo y forma porque se siente muy por encima de todo y de todos. Puedo reconocer de lejos las manifestaciones de la soberbia, porque yo misma he pagado muy caro el hecho de ser una soberbia de mierda, pero al menos yo no pretendo ser presidenta ni siquiera de la Ínsula Barataria.
Un poco de humildad y de flexibilidad de Andrés Manuel y no estaríamos como estamos. Y que conste que no participo en ningún ‘compló’ ni siento el más mínimo odio del que se me acusa cada vez que abro la bocota para escribir lo que pienso.
Yo a las diferencias en cuanto a preferencias políticas le llamo democracia.
Pero abril es el ángel de los meses y aún estando como estamos en el ojo del ciclón, la primavera procede.
En mi pequeño jardín los malvones celebran su fiesta anual con el beneplácito de sus amigotes los geranios vestidos de rojo para la ocasión y la total complacencia de las bugambilias que bailan de cachetito con los muros.
No cabe duda que abril es el mes de la resurrección. Ante tan deslumbrantes mañanas, no queda otro remedio que resucitar, volver a creer, aceptar que ni la hoja del árbol se mueve sin la voluntad del Señor.
Siempre he fantaseado con que las flores son palabra de Dios.
Su así fuera cada mes de abril nos estaría recordando que el mundo que Él creó está está bien hecho y que a los humanos corresponde descubrir la forma de administrarlo con equidad y lucidez. Que todo tiene su tiempo bajo el sol y hay tiempo de sembrar y tiempo de cosechar.
Si aquí la bola de grillos quieren acelerar el tiempo, lo único que lograrán es lo que en el lenguaje culinario llamamos “arrebatar”, lo cual significa que algo está quemado por fuera y crudo por dentro.
Por mí que los coja la lepra, total, la mayoría sale sobrando.
Además yo en abril no hago corajes y menos cuando me preparo para volar a Torreón a honrar a una espléndida invitación.
Aunque nunca antes he estado allá, sé del calor y la amistad de los laguneros porque tengo montones de amigos virtuales y allá me dirijo para convertirlos en reales.
Nos vemos en la Universidad Autónoma de La Laguna y aquí que se las arreglen sin mí para que vean lo que es amar a Dios en tierra de nadie.
adelace@avantel.net.