Buenos Aires, (EFE).- "Se las saben todas... y si no se las saben, las inventan" podría ser perfectamente la frase que defina a una institución de Buenos Aires que desde hace casi 15 años forma a sus alumnos para convertirles en inventores profesionales.
Unica en el mundo, la Escuela Argentina de Inventores se enorgullece de las casi 600 mentes creativas que han desfilado por sus aulas desde 1990, varias de las cuales han logrado importantes premios en exposiciones internacionales e incluso transformado su invento en una empresa.
"Todo se originó en 1980, cuando organicé un taller de 'Heurística' (al arte de la invención) fuera del horario de clases en el colegio secundario de la provincia de Buenos Aires en el que trabajaba", comenta Eduardo Fernández, director de la Escuela Argentina de Inventores.
"Durante las clases se planteaban problemas técnicos específicos y se discutían las estrategias y opciones para resolverlos. Se dibujaba, se modelaba y se probaban los resultados. Casi diez años después sistematicé este modelo pedagógico y así le di forma a la iniciativa", recuerda.
Desde entonces, la Escuela ha estado dirigida a niños y adolescentes de entre 6 y 16 años, quienes, según el empresario e inventor profesional, "tienen un perfil psicológico bastante parecido".
"En general, quienes vienen son altamente curiosos y creativos, independientes, sensibles, inconformistas con lo establecido y tienen gran facilidad para dibujar y para la expresión oral y escrita, pero al mismo tiempo han demostrado no ser muy buenos alumnos en la escuela tradicional", considera.
Fernández, de 50 años, se niega a afirmar que en la institución que dirige se enseñe a inventar.
"No hacemos eso -aclara-, sino que creamos un ambiente en donde se les facilita a los niños y jóvenes inventores el desarrollo de sus potencialidades. No somos ni un club de ciencias, ni un taller de manualidades u oficios".
Los alumnos, que acuden a clases una vez por semana, no reciben títulos ni certificados al concluir el curso, pero en el "Día Nacional del Inventor", que se celebra cada 29 de septiembre en homenaje al húngaro nacionalizado argentino Ladislao Biro, el creador del bolígrafo, se les entregan libros, diplomas y trofeos.
"Ese día también reciben premios que nos entrega la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que tiene su sede en Ginebra y nos brinda su apoyo", cuenta el director.
Fernández, que ha recibido numerosas distinciones, dice que no puede asegurar que los argentinos tengan una creatividad superior al promedio, aunque subraya que la evidencia histórica demuestra que en Argentina hay un número "desproporcionado" de grandes inventores, "pese a ser un país joven y con graves problemas socio-económicos y políticos".
"Argentina está en el decimocuarto puesto a nivel mundial en relación a la cantidad de inventores por número de habitantes. En la actualidad, y por mucha diferencia, el país genera muchas más patentes que otros con mayor población y economías más grandes, como Brasil, México o España", puntualiza.
"Incluso, en Argentina el 40 por ciento de las patentes locales corresponde a inventores independientes, contra el 15 por ciento en España, el 5 por ciento en Brasil y el 2 por ciento en México", añade.
Entre los inventos argentinos que de alguna manera "cambiaron" la historia figuran el sistema de huellas digitales para la identificación de personas (Juan Vucetich, 1891), el mecanismo para transfundir sangre almacenada (Luis Agote, 1914) y el primer helicóptero eficiente de la historia de la aviación (Raúl Pateras de Pescara, 1916).
