La sensatez no está de moda. Las posturas sensatas no venden bien. La sensatez con frecuencia es aburrida, nos obliga a poner los pies en la tierra, castra nuestros sueños, corta las alas a la imaginería, es una suave bofetada de realismo. La sensatez huye de la estridencia, prefiere el fondo al espectáculo. Una persona sensata no piensa nada más en sí misma, el egoísta no es un ser sensato. La sensatez obliga a controlar las emociones, a tamizar los impulsos a través de la razón. Los seres sensatos no siempre son populares. Las verdades producto de la sensatez incomodan. Quizá por eso son raros los políticos sensatos. La sensatez no es atractiva, pero algo queda claro, los costos de la insensatez son enormes.
La sensatez pierde muchas batallas, también en los países ricos. Francia acaba de caer en la trampa de los odios y temores de la extrema derecha y la extrema izquierda. El triunfo de la insensatez francesa traerá costos enormes para los propios franceses. Así que el virus anda suelto. México lleva varios años atrapado por la insensatez. Estamos en su reino. Los insensatos gobiernan. Es toda una dinastía que abraza a todos lo partidos. La violencia escupe al rostro de la nación. La memoria del horror cobró nuevos nombres: Airis Estrella y Anahi Orozco. Los ajusticiamientos entre narcos arrojan ya cientos de muertos en lo que va del año. La pérdida del control sobre los penales habla de la debilidad del Estado mismo. Lo sensato sería que los señores legisladores no se levantaran de sus curules hasta no haber aprobado una reforma en la materia. Los puntos propuestos (independencia de las procuradurías, Policía nacional, coordinación de fuerzas policiacas en contra del narco, etc.) abren posibilidades. Peor no podríamos estar. Gana la insensatez y todos perdemos.
La buena noticia es que la esperanza de vida se ha incrementado. Es una buena noticia que toca a todos. Otra excelente es que, por el bono poblacional, tenderemos hacia una creciente proporción de trabajadores que aportan a la economía en contra de una disminución acelerada de dependientes, que no pueden aportar. Nunca antes habíamos tenido una oportunidad así. La mala, una mala muy menor para los intereses generales, es que algunas instituciones, ISSSTE e IMSS, universidades, etc. necesitan cirugía mayor y en ella sus sindicatos no podrán reproducir los privilegios que las han acompañado. La reforma al sistema de pensiones es una gran oportunidad para incorporar a trabajadores independientes y crear un gran sistema. La masa de ahorro nacional podría crecer como nunca antes. La sensatez indica que hay que movernos y, como país, todos saldremos ganando. Pero no, la batalla la gana los insensatos y aquí estamos, paralizados. La gran oportunidad se convierte en una gran bomba de tiempo.
Lo sensato sería que el panismo, con Fox, quisiera terminar bien el sexenio, sin pleitos, en armonía. Para ello se requeriría que el presidente dejara de ser un provocador sistemático. Decir que nunca antes el país había estado mejor, es una provocación; asegurar que nunca antes había habido tantos empleos es otra. Las provocaciones no tienen fin. Que el presidente del PAN no haga más que atizar la hoguera en contra del priismo es otra gran insensatez que no le ayuda a nadie. Que la polémica señora Fox quiera convertirse en la ideóloga espontánea de su partido irrita a los de adentro y provoca las burlas de afuera. Pareciera que la “pareja presidencial” no se ha dado cuenta de que les quedan meses de poder, de que ya están en el ocaso y que lo mejor que podrían hacer es preparar un final que no sea una masacre.
El ahorro interno no crece. Hay naciones como Chile que doblan el nuestro. El externo cae, contra las cifras alegres que nos lanzan. Se crean cuatro empleos informales por cada uno de los pocos formales. La piratería crece lo cual, en la sociedad de conocimiento a la que debiéramos aspirar, es condenarse al ostracismo. La inversión en infraestructura cae. Los gastos corrientes aumentan. De la inversión extranjera directa una proporción mayor -cercana al 80 por ciento- pertenece a PIDEREGAS. En cualquier medición la productividad cae. No se necesita ser adivino para entender que habrá factura. Se acuerda el lector que éramos la décima economía del mundo, ya caímos cuatro sitiales. La sensatez implicaría comenzar por admitir los problemas. Pero no, más vale decretar la felicidad institucional de los mexicanos. Así se opera en el reino de la insensatez.
Reconfortados por nuestro mediocre crecimiento, el régimen pretende hacernos creer que vamos viento en popa. Como siempre el balde de agua fría llega del exterior. El jefe de la Oficina Económica de la OCDE Nick Vanston afirma que, al ritmo que llevamos, a México le llevará 200 años alcanzar los niveles de las otras naciones de la organización. Enrique Quintana, con la puntualidad que lo caracteriza, nos recuerda algunas proyecciones. Hoy el ingreso promedio de un mexicano es menos de la quinta parte de un estadounidense. A este ritmo en un siglo acortaríamos la distancia a la mitad. ¿No podríamos ir más rápido y disminuir aceleradamente el número de pobres? Por supuesto que sí. Para ello el Estado mexicano debería concentrarse en sus funciones básicas: seguridad, salud, educación y cierta infraestructura en la que es insustituible. Lo sensato es que concentre sus recursos en esas áreas y libere las demás. Pero no, la insensatez gana de nuevo. Nada más entre la industria eléctrica y petroquímicos en los últimos siete años han dejado de entrar más de 55 mil millones de dólares. Los mexicanos, con 50 por ciento de pobres, nos podemos dar esos y otros lujos como quebrar nuestra industria petrolera. ¿Sensatez? Mejor nacionalismo barato. ¡Viva nuestro reinado!
¿Qué cuentas históricas van a entregar los actuales dirigentes del país? Quisimos enterrar al PRI y se nos fue el sexenio. Quisimos bloquear a Fox y empobrecimos a millones de mexicanos. Quisimos ser diferentes y pisoteamos a la diplomacia mexicana. Quisimos ser muy ligeros y “buena onda” y acabamos con la seriedad de la Presidencia de la República. Quise ser protagonista y fastidié la labor de mi esposo. Dañe también a la imagen de la mujer. Quisimos sobrevivir a como diera lugar, por eso revivimos un discurso nacionalista que impidió el desarrollo de la industria eléctrica, la entrada de miles de millones de dólares y que las empresas y los mexicanos tuvieran energía barata. La productividad no nos importó. Quisimos llegar al poder a cualquier costo, aunque endeudáramos a la ciudad y quebráramos sus finanzas. El poder por el poder fue todo lo que nos importó, por eso lanzábamos irresponsabilidades como que terminar con las pensiones de los ex presidentes solucionaba los problemas. También mentimos con relación al empleo, la educación, la inversión extranjera, el ahorro y esos asuntos. Fuimos unos insensatos, pero conquistamos el poder. El reino fue nuestro.