“La verdadera delegación creadora, propia de un buen liderazgo, es la de delegar en los demás la tarea de hacerse así mismos. No se puede ayudar a los hombres haciendo permanentemente por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por si mismos. Ello implica tratar a nuestros subordinados como si alguna vez llegarán a ser jefes nuestros, y seguramente lo serán si somos capaces de ese tipo de liderazgo. Pero sin humildad resulta imposible reconocer que siempre puede haber otro que sea capaz de hacer las cosas mejor.”
Dr. Carlos Llano Cifuentes
Hace unos días asistí al igual que un numeroso grupo de compañeros y amigos que integramos las diversas generaciones del IPADE en esta región, (que tan atinadamente dirige Alejandro García Cervantes). El motivo fue la presentación del libro que precisamente es el título de esta nota y además enriquecida por una magistral conferencia del propio autor. Cabe mencionar que fue antecedido por una brillante introducción de nuestro buen amigo Licenciado Luis Carlos Reyes García, es con este motivo que me permití solicitar a nuestro maestro Carlos Llano el que me permitiera compartir en esta columna algunos de los aspectos tratados en su libro, ya que pienso que en las innumerables dinámicas, conferencias y diplomados se resalta la importancia del liderazgo y de la excelencia personal, además de la necesidad de trabajar en equipo, como una formula que es fundamental para aumentar el potencial y definir habilidades que permita mejorar los resultados y las metas deseadas, pero en muy contadas ocasiones se habla de la humildad, probablemente porque en el complicado y evolutivo mundo de los negocios se interpreta erróneamente como una debilidad o falta de carácter en un líder.
Con estas ideas fundamentales sobre liderazgo nos comentaba Don Carlos Llano que James Hunter, en su obra la paradoja, dice que entre las cualidades que han de ser acompañadas al ejercer el liderazgo se pueden destacar las siguientes:
En otra parte de su intervención Don Carlos nos hablo sobre la audacia pero bajo el siguiente enfoque:
Entre la magnanimidad y la audacia, pertenecientes a la decisión, hay un plexo paralelo al que observamos entre la objetividad y la humildad que pertenecen al diagnostico. Así como la objetividad mira a la situación objetiva (análisis objetivo de las oportunidades y amenazas objetivas), y la humildad a la situación subjetiva (análisis objetivo de mis fuerzas y debilidades subjetivas), de manera parecida la magnanimidad se orienta hacia la meta que debe lograrse, atendidas aquellas oportunidades y amenazas (aun siendo esta meta yo mismo como objetivo de logro), y la audacia se vierte sobre las capacidades –recursos, personal, etc.- que he de arbitrar para alcanzar la meta fijada.
Pero hay una diferencia básica: la díada objetivo-subjetiva de la objetividad y humildad en el diagnóstico se refiere estrictamente a como están las cosas respecto de mis circunstancias y de mi mismo; en cambio la díada magnanimidad-audacia hace referencia no a como están, sino a como decido que estén las cosas. Según ya vimos, el diagnóstico se vierte sobre hechos; la decisión sobre deseos. El peligro que señalamos anteriormente consiste en confundir los primeros con los segundos, y pensar que las cosas ya tienen una propensión natural –al margen de mis intenciones- que facilita el cumplimiento de los deseos los cuales se transforman en decisiones. Error profundo e irreversible.
Aplicado lo anterior a la virtud, atributo, o cualidad de la audacia que estamos analizando, ha de verse que, por esta virtud, decidimos arriesgarnos a conseguir los recursos, el personal, etc., de los que carecemos pero que requerimos para conseguir la meta magna que nos hemos propuesto. nuestra decisión acerca de la meta estaría afectada de la mediocridad moral si no decidiéramos, a la par, fortalecer el estado material y humano, de nuestras capacidades e instrumentos, para lograr o realizar la meta.
Podría caber la posibilidad de que, considerando humildemente nuestras personales capacidades en el diagnóstico, estas resultan proporcionadas o aptas para conseguir lo que me propongo; pero si así fuera, habría aun que preguntarse si las metas propuestas reciben en verdad el calificativo den magnas (y requieren de mi la pretendida magnanimidad). En efecto, por lo anteriormente dicho, la magnanimidad mira a las capacidades entitativas y/u operativas deseadas, lo cual supone que carezco ahora de ellas. acaece, en cambio, usualmente, que, si las metas son en verdad magnas
–porque poseo un verdadero afán de logro, que es otro modo de definir la magnanimidad-, las capacidades poseídas suelen ser mas cortas que la magnitud de la meta.”
En esta ocasión reconozco que escogí el camino más fácil sobre mi articulo, sin embargo lo importante es compartir el pensamiento empresarial aun cuando sea muy brevemente de un ilustre personaje que se ha dedicado a parte de la enseñanza y acesoría a la difusión del pensamiento humanístico, social y económico.
Diccionario
A continuación un breve cuestionario al estilo Calos Llano:
- Humildad: Ser autentivo, sin pretensiones ni arrogancia.
- Paciencia: Mostrar dominio de uno mismo.
- Afabilidad: Prestar atención. Apreciar y animar.
- Respeto: Tratar a los otros como si fuera gente importante.
- Generosidad: Satisfacer las necesidades de los demás.
- Indulgencia: No guardar rencor cuando te perjudiquen.
- Honradez: Estar libre de engaños.
- Compromiso: Atenerse a tus elecciones.
- Servicio y sacrificio: Dejar a un lado tus propios deseos y necesidades; buscar los mejor para los demás.
FUENTE: Carlos Llano