La forma, que podríamos definir como la manera de decir las cosas, es la segunda mitad de la obra literaria y para analizar en qué consiste es necesario, primero, recordar un poco nuestras clases de primaria y secundaria.
En la forma, lo que se analiza es la estructura de los elementos que conforman un escrito, comenzando por la ortografía hasta llegar a la sintaxis. Es necesario saber esto, porque es la manera en que los miembros de una sociedad entienden las cosas que se dicen y se escriben. El lenguaje es algo que inventa el hombre para la comunicación y las reglas del lenguaje se deben respetar por ser la única referencia que los demás tienen para entendernos.
Si yo hubiese escrito: ?referencia demás los que entendernos para? nadie me hubiera entendido.
Resultan fastidiosas las reglas cuando no entiendes para qué sirven; pero cuando lo entiendes, hasta lo disfrutas. Todo juego tiene reglas: el fut, las cartas, las damas chinas tienen reglas y te diviertes cuando las aplicas en el juego.
El problema es que muchos de nuestros maestros nos dicen ideas falsas sobre las reglas y ahí es donde comienza nuestro pesar. Aún me sigo encontrando con alumnos que piensan que los signos de puntuación sirven para respirar. Idea más tonta no he conocido. Ningún signo de puntuación, según la gramática española, sirve para tomar aire a la mitad de la lectura. Los signos de puntuación son signos de relación; te indica qué tipo de relación tiene una parte de la oración con la otra.
Lo más sencillo, para entender lo anterior, es comenzar con la coma. Las reglas de la coma son cuatro o cinco: enumerar, introducir una oración dentro de otra, cuando se cambia el orden lógico de los elementos de una oración, para introducir un vocativo, o para suplantar un verbo ya enunciado. Cinco simples reglitas que no llegamos a dominar.
Yo escribo: Juan dijo Pablo es un asno.
Pregunto: ¿Quién dijo? ¿Quién es el asno?
Como está escrita la oración, no se puede responder. Esta oración puede reescribirse de dos maneras, sin cambiar el orden de las palabras: Juan, dijo Pedro, es un asno. También puede escribirse: Juan dijo: ?Pedro es un asno?.
En la primera, Juan es el asno. En la segunda, Pedro es el asno. Lo que hace cambiar la significación de la oración son únicamente los signos de puntuación utilizados.
Insisto: Los signos de puntuación son signos de relación y no sirven para respirar. Juguemos.
Comencemos con una oración simple: sujeto y predicado (compuesto de verbo, complemento directo, indirecto y circunstancia): ?La vieja dejó las cartas para María sobre la mesa?.
No utilizo ningún signo de puntuación porque estoy respetando el orden de los elementos de una oración y todos los elementos son simples. Puedo escribir la misma oración más larga utilizando proposiciones que reemplacen algunas palabras; por ejemplo: La mujer senil de larga cabellera canosa dejó las cartas para María sobre la mesa. El sujeto tiene más palabras pero sigue sin necesitarse comas.
Si cambiamos un elemento de la oración de lugar, entonces sí necesitaríamos utilizar comas; por ejemplo: ?sobre la mesa, la vieja dejó las cartas para María? o podríamos escribir: ?La vieja, sobre la mesa, dejó las cartas para María? o ?La vieja dejó, sobre la mesa, las cartas para María?. Nos limitamos a mover de su lugar lógico una parte de la oración y le estamos avisando al que lee, lo que estamos haciendo.
Cuando en literatura hablamos de estilo, precisamente nos referimos a las maneras que un autor tiene para acomodar las palabras dentro de un texto y la forma de utilizar las palabras. Hay autores de frases cortas, y hay autores de frases largas. Hay autores que utilizan mucho los adjetivos y hay autores que los evitan. Hay autores que siguen el orden lógico de la oración y hay autores que cambian ese orden. Hay quienes utilizan oraciones simples y hay quienes se valen de oraciones compuestas. Respetando las reglas, hay muchas formas de jugar este jueguito. Lo que no se vale es no respetar la regla precisa en el texto preciso.
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