Al significar la democracia el gobierno de todos, corre el riesgo de perderse en sus propias contradicciones, ya que el todos nos refiere a diversidad de interpretaciones del mundo y a diversidad de ideologías. Este todos implica un diálogo que debería de ser continuo y abierto, en donde los criterios diversos pueden encontrar modos de hacer pactos y convivir en más o menos armonía.
Es muy relativo saber qué es lo que quiere la mayoría y está de sobra comprobado que los deseos de la mayoría no es lo mejor. En segundo lugar, existe la tentación de tener una actitud paternalista con respecto a la democracia y marcarle lo que debe de querer porque alguien se considera con la capacidad suficiente para hacerlo. ¿Cómo conciliar los peligros con las bondades de un sistema que aunque imperfecto, no tiene otro mejor con cuál remplazarse? Precisamente siendo democráticos, permitiendo que las voces puedan escucharse, por lo menos, al nivel de opinión que siempre serán bases para la toma de decisiones. Escuchar no significa darle la razón sino sopesar su razón mediante un proceso crítico. A ese nivel la democracia se puede perfeccionar cuando razonas, cuando fundamentas, cuando analizas.
Esto lo podemos aplicar a los momentos cotidianos que nos está tocando vivir. Primer caso, el logotipo que representará los cien años de Torreón y que no acaba de convencer a nadie; pero por lo visto, no convence a nadie porque muy pocos representantes de esta especialidad, organizados en asociaciones o en escuelas, participaron de su elección. Lógico hubiera sido elegir un jurado que representara instituciones (talleres, escuelas, asociaciones, personalidades, etc.). Podrían haberse equivocado, pero hubiera habido más representatividad. De la manera en que se hizo no quedan claros los criterios. (Hablar sobre la significación de un logotipo es perderse en el vacío. El símbolo significa lo que tú quieras o no quieras, es convencional). Puede discutirse sobre la modernidad, lo clásico, con las bases de composición del diseño y del dibujo. Puede hablarse de muchas cosas, en forma plural, con conocimiento de causa con referencias. Para ello es necesario unir a los especialistas, no importando su corriente, para llegar a acuerdos.
En los concursos, Al Palo Dado ni Dios Quita. Ante el hecho consumado nada se puede hacer. Que el resultado no fue satisfactorio, debe de servir de experiencia para el futuro, si en realidad se quiere la apertura democrática e involucrar a todos en las acciones.
Escuchar sirve para algo más que resolver concursos. Son las voces las que deberían de guiar las acciones institucionales. Por ejemplo, en el trabajo editorial, con tantos años de publicar libros, es hora de preguntarse si eso tiene sentido cuando el libro no llega al lector, porque no tiene distribución. ¿Acaso no se le puede sacar más fruto a la escritura? Yo pienso que sí; mas uno se cansa de hablar, porque hay quienes no escuchan; o si se escucha, se persigue la voz disidente hasta que deja de tener efecto y entonces eso da la razón.
Escuchar es reconocer las acciones de los demás, sobre todo cuando esas acciones son importantes. Últimamente se ha dado a conocer que hay laguneros en el campo de la investigación científica, y eso nos llena de orgullo. Hay que reconocer los logros en ése y en todos los demás campos. En eso también consiste la democracia. No sólo darles un diploma, sino decirle a la gente por qué lo reconoces, resaltar sus valores para que sirvan de modelo, sobre todo, a las nuevas generaciones.
La democracia es difícil; lo que la impide es el egoísmo; sobre todo en el campo de la cultura donde abundan los genios. Ojalá hubiera más apertura para el próximo trienio.
Se pueden proponer muchas cosas, hacer muchas cosas, idear muchas cosas; el problema es el compromiso y éste sólo existirá cuando nos sepamos con la posibilidad de ser incluidos.
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